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Duralex no resiste los costes de la energía y se ve forzada a cerrar su fábrica durante cuatro meses

Tras salvarse en 2020 de la suspensión de pagos, el histórico fabricante francés de vajillas de cristal no puede asumir unos costes que se han multiplicado casi por siete

Josep Catà Figuls
Duralex cierre
Imagen promocional de un anuncio de Duralex.

Hay productos que tienen mil vidas, que gozan de reputación y popularidad generación tras generación. Pocos como Duralex, cuyos platos, vasos o ensaladeras tenían además entre sus señas de identificación y reclamo publicitario el ser “prácticamente irrompibles”. Han sido irrompibles con respecto al paso del tiempo —de llenar los armarios de la generación de nuestros abuelos, pasaron a llenar las estanterías de las tiendas vintage y las cocinas de los más jóvenes— y con respecto a sus dificultades financieras —en septiembre de 2020, en plena pandemia, la firma francesa entró en suspensión de pagos, pero Cookware International la compró poco después por 3,5 millones de euros—. El destino le ha deparado una nueva prueba, esta vez por los altos costes energéticos, y la empresa ha anunciado que pondrá en pausa durante al menos cuatro meses el horno de su única fábrica, en La Chapelle-Saint-Mesmin, en las afueras de Orléans. Seguirá comercializando sus productos con las existencias que tiene.

La decisión coincidirá con los meses de invierno, y llega en un momento en el que la crisis energética está haciendo mella en hogares y en industria. La empresa anunció a inicios de septiembre que se planteaba poner en pausa el horno con el que fabrica las vajillas: “Producir con la tarifa de la energía al precio actual generaría pérdidas insostenibles. Limitar nuestro consumo de energía en este periodo nos permitirá preservar la actividad y el empleo de Duralex”, decía entonces el comunicado. “Desde 2021, el precio de la electricidad se ha multiplicado por 22 y el del gas, por 18″, señalaba.

Hace unos días, el presidente de la empresa, el catalán José Luis Llacuna, ahondó en los motivos en una entrevista en Catalunya Ràdio: “En condiciones normales, los precios en el modelo energético de la fabricación de cristal pueden representar entre un 5% y un 7% de los costes energéticos de la facturación. En este momento estamos en un 46%. El 46% de nuestra facturación es energía, y esto lo hace inviable”. Es decir, los costes energéticos de hacer funcionar su horno industrial se han multiplicado casi por siete. Este martes, Llacuna ha explicado a Efe que “la empresa no cierra”, sino que “pone su horno a dormir”. “Duralex cierra su horno para garantizar su continuidad”, ha precisado. El horno, que en su funcionamiento normal necesita gas y electricidad (en una relación del 70% y el 30%, respectivamente) no se apagará completamente, ya que por “razones técnicas”, solo puede ponerse “en hibernación” rebajando la temperatura a la mitad. El precio del megavatio hora ha pasado de unos 50 euros a 1.000 euros.

La empresa tiene 250 trabajadores, que irán al paro durante los meses que cierre la fábrica, a partir del 1 de noviembre (excepto los trabajadores que no están en puestos de producción, que seguirán trabajando). La prestación por desempleo estará complementada con un ERTE hasta cubrir el 95% de sus salarios, gracias a las ayudas del Gobierno francés (hasta el 70%) y la complementación de la empresa (el resto). El objetivo de la empresa es retomar la actividad en el segundo semestre del año que viene, y cubrir la demanda de estos meses con el stock que tienen. “Estas medidas se adoptan en un esfuerzo colectivo por ahorrar energía y anticiparse a las pérdidas de tesorería en este contexto tan incierto”, señala el comunicado, en referencia al impacto sobre la crisis energética que tiene la guerra de Ucrania.

Con todo, Duralex explica que las ventas de la empresa están en crecimiento, debido al resurgimiento de la marca, que en España tiene buena acogida (representa el 10% de las ventas de la empresa). En 2021, su cifra de negocio ascendía a 23,4 millones de euros (en 2019, antes de la pandemia, que hundió sus ventas, fue de 26,1 millones), y la empresa espera que aumenten un 40% este año. Duralex fue fundada en 1945 por el histórico grupo industrial francés Saint-Gobain, cuando inventó el vidrio templado. Llegó a tener 1.500 trabajadores en la producción, y una filial española en Azuqueca de Henares (Guadalajara). A finales de los años 90 ya entró en declive por la caída de la demanda, y en 1997 Saint-Gobain vendió la marca a un grupo italiano, que en 2005 la revendió a un inversor turco.

A partir de 2017, se le sumaron los problemas financieros, después de que se inaugurara un horno, que en lugar de relanzar la producción, la redujo por su mal funcionamiento. Acuciada por las deudas, en 2020 fue declarada en quiebra por un tribunal comercial de Orléans, aunque meses más tarde fue adquirida por Cookware International —que ya tenía la marca de productos de cristal Pyrex— rebautizada luego como La Maison Française du Verre y cuyo consejero delegado es José Luis Llacuna. Los próximos meses de invierno, con los precios de la energía por las nubes, determinarán cómo interpretar el latinismo que dio el nombre a la marca: Dura lex, sed lex (la ley es dura, pero es la ley).

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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