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El FMI alerta de que Europa perdería casi tres puntos de crecimiento si Rusia corta completamente el gas

Los economistas del organismo piden a la UE que se prepare para un escenario de cierre abrupto del suministro con planes de racionamiento y ayudas a los hogares vulnerables

Nord Stream 1
Instalaciones del gasoducto Nord Stream 1 en Lubmin (Alemania), el pasado marzo.HANNIBAL HANSCHKE (REUTERS)
José Luis Aranda

Europa puede lidiar con mayores restricciones de gas ruso, pero un corte total supondría un “grave contratiempo” que podría costarle a la Unión Europea hasta 2,7 puntos de crecimiento económico. Esa es la conclusión que saca el Fondo Monetario Internacional (FMI) de tres trabajos sobre la cuestión que se han publicado este martes y resumen varios de sus autores en una entrada en el blog del organismo. Los economistas lamentan la “falta de un plan de acción” conjunto de los Veintisiete para “gestionar y minimizar el impacto” que tendría una decisión drástica por parte de Rusia.

España aparece, entre los socios comunitarios, como uno de los mejor parados por su baja dependencia del gas ruso. Pero eso no significa que no sufriría las consecuencias, con una pérdida de crecimiento económico de hasta 1,2 puntos porcentuales. Esto se debe a que el cierre de los gasoductos rusos hacia Europa tendría un efecto en cascada de unas economías a otras, provocando nuevos cuellos de botella y problemas en las cadenas de suministros, y alimentando la inflación en última instancia.

Para otros países, la situación sería aún más grave. Hungría aparece en los cálculos del Fondo como el peor parado, ya que su PIB podría caer hasta 6,5 puntos en caso de quedarse sin gas de Rusia. Es uno de los territorios que verían cortes de suministro. Lo mismo les pasaría a Eslovaquia y República Checa, con pérdidas de crecimiento entre los cinco y los seis puntos. En estos tres países, la demanda de gas tendría que restringirse hasta un 40% en caso de cierre de los gasoductos rusos. Y en Italia, una de las mayores economías comunitarias, la caída podría llegar hasta los 5,7 puntos por su alta dependencia del gas para fabricar electricidad, alerta el Fondo.

El impacto directo no se queda solo ahí. De hecho, Rusia tiene la capacidad de golpear si cierra el grifo a la mayor economía de la UE, Alemania, y también a su vecina Austria. Su crecimiento se vería reducido en 2,8 y 2,6 puntos, respectivamente. El resto de países podrían lidiar con fuentes de gas alternativas, aunque eso no evitaría a muchos un fuerte correctivo económico, con retrocesos en el entorno de los dos puntos de PIB para Eslovenia, Holanda o Polonia.

En conjunto, los autores calculan que la Unión vería caer su economía hasta 2,7 puntos. Eso en el escenario más duro, ya que se ha trabajado sobre dos hipótesis: un mercado integrado que es capaz de sustituir el gas ruso por otras fuentes (como las importaciones de gas natural licuado) y hacer llegar gas allí donde hace falta o uno muy fragmentado con restricciones de suministro para ciertos países. En el más amable, la media de los Veintisiete perdería menos de medio punto de crecimiento y los territorios más afectados podrían atenuar mucho el impacto. De cumplirse los peores pronósticos, significaría en muchos casos la entrada en recesión para algunas economías afectadas, que proyectan crecimientos inferiores este año y el próximo. Aunque el FMI no lo plantea de esta manera, puesto que los trabajos no se centran en el efecto económico sobre un ejercicio concreto, sino en el impacto que tendría un cierre total del suministro ruso durante los próximos 12 meses.

0,2 puntos hasta junio

De momento, estima el FMI, las restricciones de gas derivadas de la invasión rusa de Ucrania ya han costado 0,2 puntos porcentuales de crecimiento a la Unión Europea en el primer semestre de 2022. Rusia es “su mayor suministrador de energía”, recuerdan los economistas, pero el volumen de gas que llega desde allí ha caído un 60% desde junio del año pasado. Mientras, el consumo de gas solo fue un 9% inferior al de 2021 durante el primer trimestre del año. La buena noticia es que eso no ha provocado una situación insostenible: una parte se ha sustituido por gas natural licuado (gas que puede llegar de países con los que no hay conexión por gasoducto, ya que se baja de temperatura hasta volverlo líquido y se transporta en barco). “Nuestro trabajo sugiere que una reducción de hasta el 70% en el gas ruso podría gestionarse en el corto término”, afirma el artículo en el blog del FMI.

Pero un corte total, un escenario que preocupa más a los Veintisiete tras el cierre del gasoducto que suministra a Alemania por trabajos de mantenimiento, sería harina de otro costal. “La diversificación sería más difícil”, explican los economistas. Es decir, que traer gas de otros mercados o usar fuentes de energía alternativas resultaría escaso porque Europa tiene una “insuficiente capacidad de importación” y problemas para redistribuir entre países (España, por ejemplo, tiene seis plantas con capacidad de inyectar gas natural licuado en la red, tras devolverlo a temperatura ambiente, pero apenas tiene interconexión con el resto del continente).

En definitiva, cuanto más grave fuera la falta de suministro, más quedarían a la vista los problemas de Europa para mantenerse, como hasta ahora, en la hipótesis de un mercado integrado. “Si las limitaciones físicas impiden los flujos de gas, la aproximación a un mercado fragmentado sugiere que el impacto negativo sobre el PIB sería especialmente significativa”, destacan los economistas del Fondo. Y a partir de uno de los tres trabajos presentados este martes, que se centra en Alemana, concluyen que “el aumento de los precios mayoristas del gas también aumentaría la inflación”. Un panorama poco halagüeño porque los expertos creen que los diferentes gobiernos y parlamentos “se están moviendo rápidamente”, pero “les falta un plan de acción con el que gestionar y minimizar el impacto”.

Entre las recomendaciones del fondo para afrontar la situación se encuentran la de “asegurar los suministros de los mercados globales de gas natural licuado”, “aliviar los cuellos de botella de las infraestructuras para importar y distribuir gas” o planear la manera de compartir suministro en toda la UE en caso de emergencia. Pero también piden “alentar el ahorro energético a la vez que se protege a los hogares vulnerables” y preparar “programas de racionamiento de gas”. En los movimientos que se han dado hasta ahora, los investigadores ven “un vacío entre la ambición y la realidad”. Y critican que “muchos países han escogido políticas que limitan estrictamente cómo los precios mayoristas se transmiten a los consumidores”. Una “mejor alternativa”, consideran, sería permitir que el alza de precios permease para “incentivar el ahorro”, aunque ofreciendo a la vez “compensaciones centradas en los hogares que no pueden permitirse precios altos”.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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