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10 días de furia: el asalto de Elon Musk a Twitter

El empresario afirma que su oferta de 43.400 millones para convertir a la red social en empresa privada busca proteger la libertad de expresión

Luis Pablo Beauregard
Elon Musk, en un evento de febrero pasado en la base de SpaceX, al sur del Estado de Texas.
Elon Musk, en un evento de febrero pasado en la base de SpaceX, al sur del Estado de Texas.JIM WATSON (AFP)

Twitter le produjo a Elon Musk uno de sus mayores dolores de cabeza. Fue en agosto de 2018, mucho antes de que el magnate tecnológico anunciara su oferta de compra por 43.400 millones de dólares —unos 40.000 millones de euros—. El empresario aseguró entonces en la red social que tenía la financiación suficiente para sacar a Tesla de la Bolsa y convertirla en una empresa privada comprando la acción a 420 dólares. El regulador bursátil estadounidense (la SEC, por sus siglas en inglés) lo consideró un bluff y calificó de “falso y engañoso” el mensaje. Abrió una investigación que, meses después, obligó a Musk abandonar el cargo de presidente de la compañía que fundó. Este jueves, Musk explicó que la situación de la empresa automotriz era precaria, pero que sí contaba con los recursos para completar la operación. “Los bancos me dijeron que si no cedía ante la SEC podríamos irnos a la bancarrota. Eso es como que apunten a la cabeza de tu hijo con una pistola. Así que concedí de forma ilegal. Esos bastardos...”, afirmó el hombre más rico del mundo en una conferencia TED. Segundos después dijo a la audiencia: “A mí no me gusta perder. A mucha gente no le gusta. Pero la verdad me importa mucho, de forma patológica”.

Esta es la nueva cruzada de Elon Musk (Pretoria, 50 años), quien esta semana sorprendió al lanzar una opa hostil por la tecnológica de San Francisco, por la que ofrece 54.20 dólares por acción para sacarla de Bolsa y hacerla privada. “Tengo la intención de mantener la mayor cantidad de accionistas que permite la ley en una empresa privada, que son alrededor de 2.000... no quiero monopolizar”, afirmó Musk. El precio de su propuesta encierra un velado guiño a la marihuana (el 20 de abril se escribe abreviadamente en inglés 4-20, y ese es el día internacional del cannabis, con el que Musk ha coqueteado en público, fumando durante la grabación de un podcast).

El excéntrico multimillonario intenta convertirse ahora en un paladín de la libertad de expresión. “Invertí en Twitter porque creo que tiene potencial para ser la plataforma de la libertad de expresión en todo el mundo. Y creo que esta libertad es un imperativo social para toda democracia funcional”, señaló el jueves en la carta dirigida a Bret Taylor, el presidente de la empresa. Horas más tarde, frente al comisario de las conferencias TED, Chris Anderson, explicó algunas de las medidas que tomaría si logra quedarse por la empresa fundada por Jack Dorsey, Evan Williams, Biz Stone y Noah Glass. Una de sus “más altas prioridades” sería deshacerse de los ejércitos de bots que proliferan en la plataforma. “Hacen el producto mucho peor”, afirmó.

Píldora venenosa contra Musk

El anuncio de la opa hostil no cogió con la guardia baja a los once directores que conforman el consejo de administración, un espacio donde conviven veteranos de Wall Street y Washington, como Robert Zoellick, con académicos de Stanford especializados en inteligencia artificial, como la doctora Fei-Fei Li. Desde que Musk informó a la SEC de que se hizo con el 9,1% de la empresa, los ejecutivos han estado elaborando una estrategia que opusiera resistencia al excéntrico millonario. Dorsey y el consejero delegado Parag Agrawal dieron la bienvenida pública a Musk, pero a la vez esbozaron un plan para contenerlo. Este incluía ofrecerle un asiento en el consejo, que el dueño de Tesla aceptó primero para luego rechazar días después, un cambio de postura que entonces pocos podían anticipar que iría seguido de una apuesta por hacerse con el control total.

La estrategia corporativa tiene como epicentro la denominada píldora venenosa (poison pill). Esta herramienta se puso en marcha este viernes como respuesta al envite de Musk. Está diseñada para proteger los derechos de los accionistas, y dificulta a Musk hacerse con más del 15% de la empresa durante al menos un año, al permitir a otros poseedores de títulos adquirir más acciones con descuento, lo que diluye las participaciones.

Twitter comunicó el viernes que la píldora venenosa no es incompatible con que la compañía estudie ofertas de compra. The New York Post reveló que Musk tiene competencia, ya que hay otros interesados en la red social: principalmente, Thoma Bravo, un fondo de inversión privado especializado en tecnología con recursos por valor de 100.000 millones de dólares. El fondo, no obstante, ve desaconsejable sacarla de Bolsa porque la firma carece de un sólido y continuo flujo de efectivo, básico para hacerla privada.

Musk, por otra parte, es un activo usuario de la red social, donde es seguido por más de 82 millones de personas, el octavo en una lista liderada por el expresidente estadounidense Barack Obama con 131 millones. Recientemente, Musk explicó que detrás de sus mensajes, capaces de mover el mercado —lo ha hecho últimamente con varias criptomonedas—, y que no suelen dejar indiferente a nadie, hay ante todo, grandes dosis de improvisación. “No me paro a pensar en un gran plan para mi cuenta. Estoy literalmente sentado en el baño y pienso ‘jaja, esto es gracioso’, y así sale el tuit”, confesó el magnate.

Más serio, Musk expresó su deseo de que Twitter someta su oferta al voto de los accionistas y no haya una decisión unilateral del consejo en su contra. Aún no ha respondido a la píldora venenosa lanzada por Twitter. El jueves, eso sí, había advertido a su presidente de que no aceptaría un regateo, y que su oferta era definitiva. “Si no es aceptada, necesitaría reconsiderar mi posición como accionista”, amenazó entonces. Ese mismo día, los títulos de la red social cayeron casi 2% (a 45,08 dólares por acción), lo que ha llevado a muchos analistas a concluir que la oferta no es irresistible. “No se acerca al valor intrínseco de Twitter dadas las proyecciones de crecimiento”, dijo en Twitter el príncipe saudí Alwaleed Bin Talel, poseedor del 5% de la empresa. “Mi conclusión es que Musk está jodiendo con la SEC”, comentó el también empresario tecnológico Mark Cuban.

La gran incógnita es cómo puede Musk financiar la operación. Su fortuna, que supera los 270.000 millones de dólares, según Forbes, está atada a los títulos de Tesla, por lo que, a no ser que efectúe una gran venta de esas acciones, necesitaría ayuda para completar la operación. El banco Morgan Stanley está asesorando al multimillonario en la estrategia, y podría prestar parte del monto requerido.

En Wall Street se especula con que Peter Thiel, un polémico empresario libertario que, como el propio Musk piensa que todas las voces, hasta las más radicales, deben tener cabida en la plataforma, podría interesarse en ser uno de sus socios en la cruzada por el control de Twitter. Thiel coincidió con Musk en PayPal, una plataforma de pagos digitales que ambos ayudaron a convertir en una de las más importantes. Pero la experiencia provocó un enorme desgaste para dos egos tan grandes. “Musk piensa que Peter es un sociópata y Peter cree que Musk es un fraude y un presumido”, señala el periodista Max Chafkin en una biografía recientemente publicada sobre Thiel, quien ha entrado de lleno en la batalla política tratando de financiar a candidatos cercanos a Donald Trump para las elecciones de noviembre. Según The Wall Street Journal, Thiel es partidario del cambio que Musk quiere imprimir a Twitter, pero aún no se decide a respaldar la operación con su fortuna, que según cálculos de Bloomberg, ronda los 8.000 millones de dólares.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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