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El BCE instaura un periodo más prolongado de tipos de interés bajos

La entidad ha llevado a cabo su primera reunión desde que se cambiara al 2% la meta de inflación

Christine Lagarde durante el encuentro de ministros de Finanzas del Eurogrupo celebrado la semana pasada en Bruselas.
Christine Lagarde durante el encuentro de ministros de Finanzas del Eurogrupo celebrado la semana pasada en Bruselas.Virginia Mayo (AP)
Álvaro Sánchez

El cambio de era en el Banco Central Europeo ha tardado solo dos semanas en trasladarse de las palabras a los hechos. La entidad ha anunciado este jueves que, tal y como marca su nuevo objetivo de considerar tan negativa la inflación por debajo del 2% como por encima, mantendrá los tipos de interés en sus niveles actuales o incluso inferiores hasta que observe que la inflación se sitúa en el 2% “bastante antes del final de su horizonte de proyección” y de forma “duradera” en el resto de dicho horizonte, según el comunicado publicado este jueves. Esto supone que el dinero barato seguirá fluyendo a la economía durante más tiempo, un alivio tanto para los países más endeudados como para los mercados, temerosos del impacto de que una salida en falso provocara turbulencias en las primas de riesgo y las Bolsas, con la recuperación todavía en pañales.

El banco apunta que el cambio de orientación busca subrayar su compromiso “con una política monetaria acomodaticia para cumplir su objetivo de inflación”. ¿Hasta cuándo estarán los tipos en mínimos? Dado que el BCE contempla que en 2023 la inflación esté en el 1,4%, Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM, cree que es como si hubiera dicho que no habrá subidas de tipos antes de 2024 “como mínimo”. El texto también abre la puerta a un período transitorio “en el que la inflación esté moderadamente por encima del objetivo”, esto es, tolerará que los precios se vayan más allá del 2%, en línea con el histórico cambio de rumbo emprendido a comienzos de mes. Por ahora, sin embargo, deja intactos los tipos de interés en sus mínimos históricos: la tasa de referencia se queda en el 0%, y en un -0,5% la facilidad de depósito, es decir, que los bancos tienen que pagar por dejar sus fondos en las arcas del organismo.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, reconoció que las decisiones se tomaron con cierta oposición interna, con lo que tiene trabajo por delante con el sector más ortodoxo —los llamados halcones— si quiere terminar con las divergencias, aunque sean minoritarias. “No tuvimos unanimidad, pero tuvimos una mayoría abrumadora para la calibración de la guía futura sobre las tasas de interés”, señaló. Y recordó que ya había anticipado la presencia de voces discordantes. Para Esty Dwek, jefa de estrategias de mercado global de Natixis IM, “existe una falta de consenso sobre cómo avanzar en el nuevo objetivo de inflación. Dicho esto, creemos que el resultado de este nuevo objetivo implica una política acomodaticia durante más tiempo, lo que es positivo para los mercados y para los países periféricos”.

El BCE se vale por tanto de las mismas herramientas: tipos bajos y compras masivas de activos para mantener a flote a la zona euro, pero da mayor seguridad de que seguirán vigentes por más tiempo. Dejará intacto el programa estándar de compra de activos que lleva a cabo en paralelo (APP), con compras de 20.000 millones de euros mensuales, y mantendrá este trimestre sus compras de activos en el marco del programa de emergencia pandémica (PEPP) por encima del ritmo de los primeros meses del año. Dicho programa, dotado con 1,85 billones de euros, está previsto que siga activo hasta marzo de 2022, “y hasta que se juzgue que la crisis del coronavirus ha terminado”. Preguntada por si habían hablado sobre reducir las compras, Lagarde calificó de “prematura” cualquier discusión sobre su retirada. Para Carsten Brzeski, de ING, continuar con ese ritmo de compra de bonos “implica que habrá una reducción significativa en el cuarto trimestre o que su montante podría aumentarse, lo que empujaría el fin del PEPP más allá de marzo de 2022″.

Los mercados apenas reaccionaron al anuncio. El euro osciló muy levemente en su cambio con el dólar, y las Bolsas mantuvieron la tónica alcista de la jornada, aunque con menos vigor, especialmente los bancos. Para Konstantin Veit, gestor de carteras de PIMCO, el cambio de orientación se ajustó a las expectativas, pero dejó preguntas sin respuesta. “La cuestión de cómo prevé el BCE alcanzar un objetivo aún más ambicioso con las mismas herramientas y configuraciones de siempre sigue sin respuesta”.

Ante el aumento de los contagios por la variante delta, Lagarde recordó que las previsiones del banco ya recogían la posibilidad de que continuaran las restricciones en el tercer y cuarto trimestre, y advirtió de que la nueva cepa proyecta “una sombra” sobre la recuperación y “puede obstaculizar la recuperación de los servicios, el turismo y la hostelería”, si bien cree que las cuatro primeras olas han servido de aprendizaje para lidiar con la emergencia sanitaria sin dañar tanto la economía.

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La discusión ha sido la antesala de otro debate fundamental: el de cómo y cuándo empezar a reducir los estímulos del programa pandémico de compra de activos, previsto para la reunión de septiembre, cuando también anunciará sus nuevas previsiones económicas. Aunque la decisión dependerá del habitual tira y afloja entre palomas y halcones —esto es, entre el ala moderada y los partidarios de endurecer la política monetaria—, dos fuerzas tiran en sentido opuesto: por un lado, la expansión de la variante delta añade nuevas incertidumbres a la recuperación que invitan a no precipitarse en el tapering o retirada progresiva de los estímulos económicos. Por otro, la esperada subida de la inflación nutrirá de argumentos a los que ven llegado el momento de pisar el freno, aunque en sus previsiones actuales el banco insiste en que se trata de un repunte transitorio derivado de la reapertura de las economías: prevé que toque techo en el 2,6% en el cuarto trimestre, retroceda al 1,5% en 2022 y siga perdiendo fuelle hasta el 1,4% en 2023.

La renovación de la meta de inflación ha ido acompañada de otra lingüística. En una entrevista con el Financial Times posterior al cambio de estrategia monetaria, Lagarde resumió el avance que supone en las tres S: simple, al terminar con la ambigüedad que rodeaba el “por debajo pero cerca del 2%”; sólido porque da margen de maniobra para tocar la política monetaria y el 2% es un objetivo de inflación que comparte con otros bancos centrales, y, por último, simétrico porque deja claro que puede haber desviaciones hacia arriba o hacia abajo.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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