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El día después

A pesar de información muy incompleta, de la incertidumbre extrema todavía existente, no viene mal abrir la intuición, con los elementos de información disponibles, a ese ejercicio de anticipación de la dirección de algunos cambios y, en su caso, de adaptación de comportamientos de los agentes económicos públicos y privados.

Emilio Ontiveros

La severidad del trauma originado por el maldito virus no dispone de muchos precedentes. Ha puesto patas arriba muchas cosas, convicciones, instituciones, modos de actuar. Ha abierto muchos interrogantes acerca de cómo quedará el paisaje después de la batalla. Doy por sentado que la batalla, terminará, claro. Su final no nos devolverá a la situación anterior a la invasión del virus, pero existirá un momento a partir del cual la apariencia de normalización será mayor que la de reclusión. Y la realidad de entonces, la disposición de los agentes económicos, de las instituciones del sistema económico, el papel de cada uno, puede ser algo distinto. Algunas de esas variaciones serán circunstanciales, pero otras es posible que dispongan de mayor permanencia, que terminen arraigando. Por eso es razonable que muchos responsables empresariales, en todos los sectores, se estén cuestionando no solo por el tipo de recuperación, sino por el calado de la reconstrucción, por la conformación del paisaje y del paisanaje.

A pesar de información muy incompleta, de la incertidumbre extrema todavía existente, no viene mal abrir la intuición, con los elementos de información disponibles, a ese ejercicio de anticipación de la dirección de algunos cambios y, en su caso, de adaptación de comportamientos de los agentes económicos públicos y privados. En alguna medida se tratará de respuestas a algunos de los excesos que ya se habían puesto de manifiesto en los últimos años, algunos de los cuales provocaron la emergencia y rápida propagación de aquella otra crisis global, la desencadenada en EEUU en el verano de 2007. Enuncio los que pueden ser alteraciones significativas que trataré de documentar en las próximas entregas:

1. Mayor protagonismo del sector público en la actividad economía.

El papel central que han desempeñado las instituciones públicas en la gestión de la crisis sanitaria y luego económica hará difícil prescindir de su concurso en la actividad económica. Desde los bancos centrales a las agencias gubernamentales. Desde las adquisiciones de deuda pública y privada a los apoyos a las empresas y a los trabajadores, las instituciones públicas han revelado un protagonismo que no desaparecerá de la noche a la mañana.

 2. Más deuda y menos inflación.

Si ya antes de la pandemia el mundo mantenía niveles record de endeudamiento, privado y público, ahora mucho más. La gran cuestión será no solo como atender el servicio de esas deudas, sino la fragilidad a la que se somete la estabilidad financiera internacional. Cualquier chispazo pude alterar esa calma chicha con que los mercados de bonos transitarán al día después.

3. Más atención medioambiental

No hay evidencia de que el origen del virus este asociado a las malas prácticas destructoras del planeta, pero si las hay ya de la mayor conciencia medioambiental que la reducción de emisiones durante la cuarentena ha generado. La sensibilidad de la población no ha dejado de crecer, al tiempo que, en las decisiones de política económica favorecedoras de la recuperación, y de la posterior reconstrucción, las inversiones en tecnologías compatible con el respeto a los Acuerdos de Paris 2015.

4. Empresas socialmente más responsables

También es una tendencia que viene de atrás. La dimensión sanitaria de esta crisis ha acentuado esa proyección mediática de las actuaciones tendentes a fortalecer la reputación. No tiene vuelta de hoja. En mayor medida al observar el número de excluidos que esta pandemia ya está dejando.

5. Globalización más lenta

Es altamente probable que los gobiernos sean más conscientes de la dependencia que suponen esas cadenas de valor transfronterizas dispersas en lejanos países. Es posible que algunas tentaciones proteccionistas que emergieron hace años se concreten ahora. Es igualmente posible que China genere más suspicacias que antes. Pero sería difícil presagiar una desglobalización en toda regla.

6. Digitalización fortalecida y extendida

Tampoco es nueva la extensión de las tecnologías digitales. Los procesos de robotización, de extensión de la automatización, de la inteligencia artificial, del manejo a gran escala de los datos, no ha conocido recesión alguna. La pandemia, además, ha contribuido a la alfabetización digital más amplia. A sacrificar convenciones como los encuentros presenciales. A convencer de su carácter esencial, no solo para la actividad económica.

7. Demografía dominante

A las inquietudes que generaba desde hace años la evolución demográfica se añaden ahora las derivadas de la pandemia sobre los mayores. La recesión volverá a situar aspectos como las pensiones, el patrimonio inmobiliario de las familias o la compatibilidad entre el hábitat de los mayores y el vaciamiento de territorios en un primer plano. Nacerán menos y los mayores reivindicarán más atención.

8. Reacciones adaptativas de las empresas y personas

Dependiendo de la percepción de arraigo, esas tendencias motivarán adaptaciones en el comportamiento de los agentes económicos. Consumidores, empresas e instituciones públicas se adecuarán a ese nuevo entorno. Los patrones de consumo, las decisiones de inversión, el tamaño y la composición de los censos de oferentes en los distintos sectores, puede cambiar de forma significativa.

La significación y alcance de cada una de esas tendencias será desigual. Su importancia puede cambiar a medida que avance esta presunta transición a la normalidad o, desde luego, si nos vemos obligados a una nueva reclusión. Concluimos reivindicando el ejercicio, la conjetura. Que la incertidumbre no nos amilane. Les espero en la próxima.

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