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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España va bien, pero...

Repuntes económicos como el del último trimestre desacreditan los augurios catastrofistas que además de poco certeros, resultan perjudiciales

Xavier Vidal-Folch
Imagen de cola a la entrada de una oficina de empleo.
Imagen de cola a la entrada de una oficina de empleo. Fernando Alvarado (EFE)

Si llega un observador de otra galaxia y atiende a la mayoría de titulares y de las opiniones económicas publicadas, radiadas o televisadas concluirá que España está al borde del abismo. O que ya se ha sumido en él. Si se detiene un poco más y retiene algunas grandes cifras inferirá, por el contrario, que España va bien.

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En cuanto al desempleo, porque este enero se redujo en 31.908 personas respecto al mismo mes de 2019 (paro registrado). Y porque en el conjunto del año pasado se contrajo en 112.400 parados, mientras se creaban 402.300 empleos (EPA): y si el paro no se redujo en esa cifra fue porque aumentó la población activa en torno a 290.000 personas. Algo que es en sí positivo, pues significa que la gente se apunta a las colas del paro porque tiene la esperanza de encontrar un puesto de trabajo.

Los datos de empleo son además congruentes con los del PIB. La economía española creció un 2% (una décima más que la previsión de otoño de la UE), contra el 1,2% de alza media en la eurozona (con un 0,6% de Alemania y una caída del 0,2% en Italia): o sea, casi doblamos al conjunto.

Y el último trimestre dio la campanada, al crecer un 0,5%, frente a toda suerte de pronósticos pesimistas, y frente al 0,1% de la eurozona, que fue de dos décimas menos que en el tercero. Más notable aún por la composición de ese crecimiento: el PIB subió ese trimestre gracias a las exportaciones (3,7%), cuyo grueso se destina al mercado... europeo; frente a la inversión (0,4%) y el consumo de los hogares (solo un 1,1%). Todo ello en un año desfavorable, agitado: por la guerra comercial mundial, las amenazas de un Brexit duro, la especial densidad electoral en España…

La buena conducta exportadora ilustra la competitividad de las empresas. La deficiente de la inversión y del consumo retrata el bajo tono de las expectativas de muchos: si el inversor invierte a menor ritmo y el consumidor consume menos, es porque los animal spirits a los que aludía lord Keynes —el estado de ánimo de los agentes económicos— no es exultante.

Por supuesto que además del entorno económico, los gobernantes (y sus rivales) tendrán alguna responsabilidad en ello, pero también las patronales, si solo enfocan las carencias. Y el periodismo, si solo usa la lupa y prescinde del catalejo.

Así que España va bien… aunque tiende a ir menos bien. Sin ir más lejos, el paro: aunque cayó de enero de 2019 a igual mes de 2020, ha aumentado el mes pasado en 90.248 personas desde diciembre. Y el número de activos ha disminuido en 244.044. El peor arranque de año en el último septenio. Pero también los pesimistas deben ser prudentes. Repuntes como el del último trimestre desacreditan sus malos augurios. Al cabo, los grandes organismos (Comisión, FMI, OCDE) prevén en promedio que España crezca en 2020 un 1,73%: siempre más que la eurozona (1,2%).

Y atención a eventuales sorpresas positivas: precio del petróleo, recuperación del comercio mundial, probable mejora de nuestros grandes clientes, como Francia o Alemania. El catastrofismo es perjudicial. Y muchas veces, ni siquiera certero.

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