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Rivera, que sea ahora si es inevitable

El desafío interno a la ejecutiva de Ciudadanos llega en el peor momento para prosperar. Un repaso a las ideas y la estrategia en la crisis interna de la formación naranja

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, responde a los medios en Bruselas. / LEO RODRÍGUEZ (EFE)
Albert Rivera, líder de Ciudadanos, responde a los medios en Bruselas. / LEO RODRÍGUEZ (EFE)

La crisis en Ciudadanos es profunda, el partido está huérfano de ideología y ha fracasado en sus expectativas de liderar su bloque, aunque esta sigue siendo la apuesta. La salida con portazo de Roldán, la ruptura con Valls y la contestación pública de otros hombres fuertes como Igea, Nart o Garicano ponen de manifiesto la crisis que venía gestándose dentro del partido. Algunos integrantes naranjas no comparten el veto a Sánchez, la deriva nacionalista o los pactos con la derecha radical.

El cordón sanitario al presidente en funciones tenía y tiene todavía un objetivo simple, el de conseguir adelantar al PP y convertirse en el partido hegemónico de la derecha. Algo que pasa por renunciar a muchos de los principios fundacionales de aquel joven partido que, en 2006, se definía como no nacionalista, liberal y socialdemócrata. Ahora, lo de no nacionalista solo aplica para las naciones ajenas; lo de liberal, solo y con matices para la economía; y lo de socialdemócrata se reduce a demócrata.

La manta corta de Albert

Sabemos que los movimientos partidistas en el eje izquierda-derecha son como una manta corta. Cuando uno se mueve en este espectro, lo debe hacer siempre pensando que lo que aspira a conseguir es mayor que lo que se va a dejar en la otra dirección. En el caso de Ciudadanos nunca sabremos qué hubiese pasado si en vez de centrarse en su frontera electoral a la derecha, hubiese dado la batalla en el centro político. Pero parece pertinente repasar su trayectoria reciente en el plano estrictamente electoral:

- Ciudadanos han mejorado sus resultados con respecto a las legislaturas anteriores en elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas.

- Sin embargo, durante el mes de ‘entreguerras’ los de Rivera han perdido más de la mitad de los votos si se comparan generales y municipales; y 1.400.000 votos si tomamos como referencia las europeas. Una sangría sin paliativos, en cualquier caso, aunque sean arenas diferentes.

- La formación venía también de ser primera fuerza en Cataluña en 2017, comunidad en la que pierde más de un 70% de sus apoyos entre aquellos comicios y las últimas elecciones al Parlamento Europeo.

Si se añaden a todo lo expuesto, las expectativas que se crearon en torno al liderazgo que otorgaban las encuestas a Ciudadanos durante los primeros meses de 2018, parece discutible la dirección en que Rivera ha decidido arroparse con su manta electoral.

La maniobra ideológica

Ciudadanos se adscribe definitivamente al bloque de la derecha y abandona el centro. Mantiene así la posición que sostuvo en las últimas campañas de vetar al Partido Socialista. Rivera deja también de explotar el eje vieja-nueva política para utilizar solo el eje izquierda-derecha. En otras palabras, renuncia a la batalla de la regeneración y se abona a la de las trincheras ideológicas.

La política de bloques queda completamente restituida en el momento en el que Rivera levanta un muro en el centro y solo se dispone a acordar a su derecha y extrema derecha. La competición partidista española queda abocada, en palabras del propio Roldán, al retorno de las trincheras rojas y azules. En parte, porque uno de los dos partidos llamados a generar diálogo entre bloques descarta esta posibilidad.

El viraje de Rivera también ha adquirido una dimensión europea. Más allá de la desaprobación pública de Macron y algunos de sus socios europeos por pactar con la derecha radical. La posición del grupo liberal (ALDE), al que pertenece Ciudadanos, puede ir en la dirección opuesta. En las negociaciones para elegir la nueva Comisión Europea, la posición de los liberales encabezados por Macron puede pasar por acordar con socialistas y verdes. Dirección opuesta a la que ha escogido Rivera.

La alternativa a esta dinámica es clara: romper el eje en el que se disputa la competición partidista y generar consensos transversales. Esto fue lo que consiguieron Ciudadanos y Podemos en sus inicios y lo que ahora se empeñan en dilapidar. Quienes han reclamado esta estrategia se han encontrado una y otra vez con la negativa de sus partidos. Los planes de Iñigo Errejón y Toni Roldán parecen calcados tanto en su contenido como en su desenlace.

Mal momento para levantar la voz

Como ha señalado el politólogo Lluís Orriols, la salida de Roldán se produce en un momento muy singular. El desafío adquiere su dimensión mediática en plena expansión del partido, algo que no es demasiado común. La coyuntura más común para las disputas internas suele producirse en periodos de recesión partidista. Cuando los resultados no son favorables o se pierde poder y puestos en las instituciones es cuando menos cuesta criticar públicamente al partido. Nada más lejos de la situación actual de Ciudadanos. Los de Rivera se encuentran, a pesar de todo, en disposición de acceder a gobiernos en multitud de municipios y comunidades autónomas.

Sabemos que existe toda una corriente de contestación que atraviesa a la formación naranja, al menos, de Barcelona a Valladolid. A pesar de todo, no existen demasiados motivos para sumarse al bando rebelde en un plano puramente estratégico. Si esta crisis tenía que estallar, no se me ocurre un mejor momento para Rivera. No hay elecciones a la vista, ni mayor incentivo para no levantarse contra la ejecutiva, que uno de esos sillones que aún quedan por repartir.

* Gonzalo Velasco Monasterio es analista político de la Fundación Alternativas

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