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Reportaje:

Lo que enseñan los ratones

El laboratorio de Neurociencia de la UPO utiliza roedores transgénicos para estudiar la actividad cerebral humana

El laboratorio de la División de Neurociencia de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, que dirige José María Delgado (Sevilla, 1945), es lo más parecido a un monasterio. Un espacio recogido y silencioso, en el que para desplazarse es obligado usar patucos, bata aséptica, gorro y mascarilla, como se hace en los quirófanos, sólo que aquí, en vez de practicar la cirugía, se hacen estudios con ratones. Cientos, miles de ratones que llegan de todo el mundo: de Japón, de Italia, de Alemania. Todos ratones transgénicos, que al fisiólogo Delgado le sirven para estudiar el comportamiento del cerebro humano, empeño en el que lleva cuatro décadas.

Pero el cerebro es todavía territorio de frontera, lugar en el que aún está casi todo por descubrir. Hay avances, sí, pero las investigaciones son tan lentas y los resultados tan sutiles, que este experto en neurociencias no duda en afirmar que "nunca se acabará de investigar del todo".

Delgado intenta desentrañar la actividad cerebral y precisar cómo se produce, por ejemplo, el movimiento -"caminar sin tropezones o conducir sin despistarse mientras se habla con otra persona, ¿no es fantástico?"-, o qué ocurre con la percepción sensorial, el aprendizaje, la memoria o las emociones. Millones de señales y mensajes que se mezclan, y que el científico trata de explicar a partir del comportamiento que tienen sus ratones.

"Son un poco diferentes a nosotros, pero nos sirven. Aunque en agresividad se nos parecen". Y cuenta que los machos son más agresivos que las hembras y, si se les junta en una jaula, las atacan. "Tampoco un ratón forastero es aceptado en un grupo fácilmente; enseguida le dan una paliza". Situaciones de los ratones, cierto, pero que a Delgado le confirman que su elección de estos roedores para investigar es la correcta. "Y, además", recuerda, "tenemos la ventaja de que hoy se fabrican a la carta".

El sistema de registro de la actividad cerebral en vivo y en tiempo real, desarrollado por Delgado hace 10 años, le acredita entre los mejores del mundo para realizar pruebas fisiológicas con animales y eso hace que cuando una empresa quiere probar una molécula o un fármaco, o ver cómo evoluciona una enfermedad cerebral, recurra a él.

Aunque de apariencia son normales, a todos los ratones que llegan a este laboratorio les han quitado o añadido un gen. O los han fabricado sin un gen determinado que luego, encapsulado, se les implanta en una zona restringida del cerebro con la particularidad de que puede activarse a voluntad. Esto permite explorar, según explica, la posibilidad de disponer de fármacos que activen o inhiban una determinada acción cerebral. Por ejemplo, hay quien sueña ya con encontrar ese medicamento que libere a los humanos de los malos recuerdos.

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De la treintena larga de ratones-tipo diferentes que han pasado por este laboratorio hay uno que mantiene al equipo de Delgado expectante. Se trata de un ratón creado al azar, al que se le quitó un gen que servía para reparar el ADN, y del que han observado que vive más tiempo que el resto, es más listo, tiene mejor pelo y lo hace todo mejor. "Con un gen menos y es más perfecto", comenta el investigador, sonriendo.

De esto podría deducirse, quizá, que a la especie humana también le sobren genes. Pero no, Delgado no lo cree así. De lo que sí está convencido es de que aún se sabe poco, "muy poco", del cerebro. Tan poco que asegura que cuando se realizan encuestas entre universitarios y se plantean estos temas, preguntas sobre la inteligencia, la actividad mental o las ideas, por ejemplo, una gran mayoría responde que se deben a "algo superior" y no al cerebro. "Ni siquiera ese pequeño paso hemos dado", concluye.

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