No han cambiado
Contradiciéndose a sí mismos en su más famosa canción, "los que hay no han cambiado". Sí Carlos Soto, que se fue para no volver. Pero los que quedan -alguno se fue y regresó con las manos vacías de éxito- siguen enarbolando la marca Celtas Cortos como el mismo híbrido de inocente folk y pop con conciencia social que hizo del grupo todo un fenómeno de masas a lo largo de la década pasada.
Su público tal vez sí que ha cambiado: hace años que terminaron la carrera y poca pinta de kalimotxeros tienen ya. Pero les toca el alma volver a ver a sus ídolos cantando 20 de abril, Cuéntame un cuento o Tranquilo, majete y, al primer acorde, rememoran esforzados y con pasos dudosamente rítmicos aquella atmósfera de fiesta de la primavera de alguna universidad en la que se hicieron adultos; fiestas aquéllas en las que perdían la conciencia y la vergüenza en los brazos de Baco y soñaban con hacer la revolución definitiva al doblar la primera esquina.
La madrileña Sala Joy hervía de fans y Jesús Cifuentes, rozando el sarcasmo a fuer de irónico, agradecía el entusiasmo de sus fieles, recordando sus primeras visitas a la capital para actuar en la extinguida Sala Universal. Precisamente eso le sirvió para hilar con el presente y resaltar la ausencia de espacios para música en vivo gracias al celo a destiempo de un Ayuntamiento sordo de ambas orejas; menudas Olimpiadas del Silencio le esperan a Madrid, si es que se las dan, con la música bajo llave.
También Cifuentes, que se negó a plegar su proverbial optimismo a lo ominoso de la crisis que vivimos, tuvo palabras para conjurar y arrojar a las tinieblas nombres poco afines, como los de Esperanza Aguirre o Federico Jiménez Losantos; gente poco dada al rock, vaya.
En lo musical, los Celtas han cambiado dinamismo juvenil por calidad instrumental, y eso no se sabe si es bueno o malo. Suenan más templados y con mejor nivel musical, pero considerablemente menos vitalistas. Como su último disco, 40 de abril, en el que la nostalgia se erige en valor principal y la gastronomía y el amor le comen el terreno a la canción social y los sueños juveniles.
Con todo y con eso, pocos cambios son, sin duda, para una de las bandas más reconocibles del pop español de los últimos 20 años. Pero, si desde el principio les fue bien y sus ventas llegaron a ser millonarias, ¿para qué cambiar?, se preguntarán ellos. Ya ha cambiado suficientemente el mundo desde que en 1984, un grupo de escolares decidieran crear en Valladolid un grupo de folk; tanto ha cambiado que hasta ha vuelto premonitoria una de las canciones más conocidas de la banda: En estos tiempos inciertos.