En la antesala de la recesión
El Reino Unido se queda sin armas para evitar un retroceso de la economía
La OCDE ha avalado las previsiones más pesimistas sobre la economía del Reino Unido, situándola en la antesala de la recesión, precisamente al inicio de la semana inaugural del nuevo curso político, en el que se dirimirá la supervivencia del primer ministro, Gordon Brown. El inquilino del número 10 de Downing Street retomaba la iniciativa el pasado martes anunciando un primer paquete de medidas económicas destinadas tanto a reactivar el maltrecho sector inmobiliario como a restaurar la confianza en su gestión. Ese mismo día, sin embargo, la organización con sede en París empañaba el esfuerzo con su sombrío vaticinio: la tercera economía de la Unión Europea caerá un 0,3% en el tercer trimestre del año, y un 0,4% entre octubre y diciembre. Los propios datos del Gobierno acaban de confirmar que el segundo trimestre de 2008 registró un crecimiento cero.
La libra esterlina ha caído a su nivel más bajo frente al euro desde 1999
Brown tiene prevista una nueva comparecencia mañana, lunes, para acabar de desglosar sus recetas frente a la crisis, pero la Administración laborista tiene las manos atadas ante la necesidad de revisar unas cuentas presupuestarias que arrancaron el año con una previsión de crecimiento del 2,5% en el conjunto del año y que la OCDE ha reducido a más de la mitad (1,2%). El sector inmobiliario y muchos analistas han acogido con escepticismo la decisión del Gobierno de limitar la aplicación del impuesto sobre la compra de vivienda (un 1%) por primera vez desde 1991. Estarán exentas de esa tasa las operaciones no superiores a 175.000 libras (216.000 euros), un umbral fijado hasta ahora en 125.000 libras. Frente a la alegación de la patronal de la construcción de que el precio medio de una vivienda ya superaba esa cifra en julio pasado (178.000 libras), el Ejecutivo esgrime la caída de los precios registrada en agosto, de un 10,5%, la mayor desde hace 18 años.
El Tesoro británico, no obstante, se ha revelado incapaz de detallar cómo sus menguadas cuentas podrán encajar el impacto de esa medida (600 millones de libras). Algunas fuentes apuntan a que Brown tomó la decisión de forma precipitada para contrarrestar unas pesimistas declaraciones de su canciller del Exchequer (ministro de Hacienda), Alistair Darling, en las que afirmaba que la economía británica vive su peor crisis "de los últimos 60 años" y que sus efectos serán "más profundos y dilatados en el tiempo" de lo que se creía. El ministro intentó luego matizar sus palabras, pero el daño estaba hecho. El lunes, la libra caía frente al euro a su nivel más bajo desde 1999.
El grueso de los analistas cree desmesurada la sentencia de Darling. "Vamos a atravesar tiempos duros hasta finales del año que viene o incluso más allá. Las condiciones financieras son especialmente difíciles, lo que combinado con los altos precios del petróleo, condiciona las decisiones políticas. Pero el panorama no es ni de cerca parecido al de principios de los noventa", sostiene el director general de la principal organización empresarial del país (CBI), Richard Lambert.
Epílogo a 16 años de crecimiento interrumpido, la actual situación de estancamiento, derivada del estallido de la burbuja inmobiliaria nacional y de la crisis crediticia en los mercados internacionales, ha desincentivado el consumo y contraído el sector servicios por primera vez en un lustro. El empresariado reclama una bajada de los tipos como incentivo, pero el gobernador del Banco de Inglaterra, Melvyn King, decidía el jueves mantenerlos en el 5% ante el desbocado aumento de la inflación, que ya dobla el objetivo oficial del 2%. El Tesoro carece de margen para bajar impuestos y deberá destinar el endeudamiento al gasto corriente en detrimento de la inversión pública. Frente a esa negra radiografía, los expertos subrayan que no puede equipararse a la coyuntura de los años setenta, cuando el Gobierno de James Callaghan afrontaba cinco trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Ni a la réplica de esa situación a principios de los noventa, en el pico del thatcherismo, acompañada de una cifra de paro que rozó los 3 millones de personas, la mitad de la actual (5,4%).
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