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Entrevista:ÁNGEL CARRACEDO | Director del Instituto de Medicina Legal

"La no regulación de los bancos genéticos ataca a los derechos humanos"

Ángel Carracedo pensó seriamente, al acabar la carrera de medicina, en dedicarse al oficio de sus tres hermanos: torreiro de faro marítimo. Su aversión a "ver y comunicar el sufrimiento de los demás" lo alejó de la medicina clínica y lo acercó a los laboratorios. El magisterio y las indicaciones del profesor Concheiros terminó por darle la clave: "Me hizo ver que la genética también se podía investigar desde la medicina legal". Pero la fascinación venía de más atrás: "Siempre me pareció espectacular que de un guisante pequeño pudiese crecer una planta, que de un embrión creciese un hombre o una mujer enteros, funcionando; es un misterio alucinante. ¿Qué pasa ahí, qué hay detrás?". El doctor Carracedo es, en la actualidad, una referencia internacional de la genética forense que reparte su tiempo entre la docencia en la Universidade de Santiago de Compostela y la dirección del prestigioso Instituto de Medicina Legal y de la Fundación Galega de Medicina Xenómica.

"En el caso 11-M, se identificó el origen de personas a partir de una huella"
"El debate ético sobre genética se centra en problemas que no son reales"
"Resulta esencial que exista una investigación no sujeta al mercado"

Pregunta. ¿Cómo se creó el Instituto de Medicina Legal de la USC?

Respuesta. A finales de los años 70, me fui a Suecia con una beca de la fundación Barrie. Allí aprendí técnicas de bioquímica y algo de genética. Al regresar, comencé la aplicación de lo aprendido a la genética forense y, poco a poco, organizamos el Instituto, que se constituyó a finales de la década de los 80.

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P. ¿Cuánta gente trabaja en él?

R. El Instituto de Medicina legal cuenta con dos secciones principales, genética y toxicología, y patología y clínica forense. En conjunto, unas 50 personas.

P. ¿Cuál ha sido el mayor reto científico al que se han enfrentado en el centro?

R. La dificultad de un caso no tiene que ver con su impacto mediático. La vida real en la medicina forense no es como C.S.I. y realmente hay casos que no somos capaces de resolver. Pero lo que nos gusta -porque siempre me entrevistan a mí, pero somos un grupo los que trabajamos- son aquellas ocasiones en los que podemos ayudar a la medicina o a la justicia gracias a una investigación puntera.

P. ¿Piensa en algún caso en concreto?

R. En el caso del 11-M, por ejemplo, confluyeron el interés mediático con una aplicación científica completamente novedosa a nivel mundial. Fue posible identificar, a partir de una huella en una mochila, el origen geográfico de un individuo. Esto sólo se puede realizar con gran equipo y mucho I+D detrás.

P. El I+D es fundamental...

R. Completamente esencial. Mejoramos mucho en los últimos años, de forma exponencial, aunque la medicina forense no sea una prioridad. Lo que sí debería mejorar es la situación de los investigadores, una carrera investigadora definida y en la que los centros públicos tuviesen más libertad a la hora de contratar y estabilizar personal.

P. La investigación, ¿no tendría que mantenerse en el sistema público para evitar usos torticeros?

R. Éste es un debate político y estructura social. Y no se trata del mundo que nos tocó vivir. Pero resulta esencial que exista una investigación pública no sujeta a la presión comercial y mercantil, y un control de la traslación de los resultados de la empresa privada.

P. ¿Debe limitarse la investigación científica?

R. En el campo de la genética es muchas veces necesario, en asuntos que no son legal ni éticamente razonables o en los que pueda haber interés económico detrás. Los poderes públicos deben velar ahí. Pero tengo la impresión de que el debate ético se centra a menudo en problemas que no son reales, sino como de ciencia-ficción: '¿podemos crear vida artificial?'. A mí me preocupan otros temas.

P. ¿Por ejemplo?

R. ¿Puede cualquiera coger una muestra, sin consentimiento de las partes, y realizar una prueba de paternidad en una farmacia? ¿Tenemos que estar todo en una base de datos genéticos criminales? ¿Quién tiene que estar? ¿Cómo se regulan?

P. Usted se ha mostrado a favor de los bancos de datos genéticos para investigación criminal.

R. Me manifesté a favor de que tengan una regulación, que España ha sido el último país europeo en aprobar. ¿Por qué? Porque en España ya existían pero nadie los regulaba. La Guardia Civil tenía uno, la Policía Nacional otro... y no sabías si estabas en el banco de ADN de la policía o no. Esto atenta contra los derechos humanos, contra las libertades individuales, y me preocupaba enormemente. La base genética de Scotland Yard, por caso, mete al 10% de la población y quiere llegar al 20: gente que comete cualquier falta, sin que haya jueces por el medio, sólo la policía. Bien regulados, pueden contribuir a aumentar la eficacia de la lucha contra el crimen.

P. Esas bases de datos, ¿no podrían devenir en herramienta de control sobre la población?

R. En la Europa actual, el equilibrio entre libertad y seguridad se decanta hacia la seguridad. Las bases de datos tienden a ser más amplias, al estilo británico. Si un estado deja de ser democrático, sí existe un peligro potencial en esa información. Yo le doy más importancia a la libertad individual, quizás porque vengo de una época en que no la hubo. Aunque me temo que ésta no es una opinión mayoritaria.

P. ¿Tampoco entre la comunidad científica?

R. Se trata de un debate social, no científico. En la comunidad científica nos formulamos problemas técnicos.

P. La ciencia, ¿no se está apartando demasiado de las problemáticas sociales?

R. El reto pendiente es contar las cosas, divulgar, y esto debería contar tanto en el currículum como las publicaciones académicas. Se trata de la manera en que la gente puede conocer lo que hacemos. Pero en los periódicos sólo anunciamos avances, descubrimientos, que crean falsas expectativas. Lo que nunca decimos dónde está el límite de las cosas, cuál es el estado de la cuestión.

P. Trabajar con la genética, ¿vacuna contra las tentaciones xenófobas?

R. Todas las poblaciones humanas tenemos muchísimas similitudes, somos casi iguales. Y me doy cuenta de que para los valores importantes del individuo, la genética individual es una parte pequeña. Es decir, la parte ambiental, educativa, formativa es más importante que la genética y las diferencias entre individuos vienen, sobre todo, de ahí. No existen diferencias poblacionales en absoluto: hay muchas cosas que no están en los genes.

P. ¿Qué se aprende de un contacto cotidiano con la muerte?

R. Siempre recuerdo al doctor y profesor Concheiro, que decía: 'Yo trabajo con cadáveres, no trabajo con difuntos'. Si yo no intentase analizar los problemas desde un punto de vista científico, no podría vivir. Pero mi contacto, en la parte de la medicina legal, es con muertos, no con la muerte. Y es un tema diferente.

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