_
_
_
_
_
Reportaje:Roland Garros

"Nadal tiene ventaja mental"

Cash, Kuerten, Costa y Djokovic analizan las remontadas del español contra Federer ante la tercera final seguida entre ambos

"Nadal juega en otra Liga. No hay duda de que tiene una ventaja mental sobre Federer. Roger no juega relajado contra él porque Nadal siempre lo derriba y él siempre pierde. Juega muy negativo. Estuvo horrible en su semifinal. No ha jugado una peor en su carrera". Pat Cash, ex campeón de Wimbledon, dijo ayer lo que muchos de los grandes ex tenistas piensan. Que la losa que acarrea Roger Federer pesa al lado de los 27 partidos que en París lleva invicto Rafael Nadal, su rival hoy en la final de Roland Garros (15.00, TVE). Que ese grillete, ingobernable sensación en el estómago, quema más que sus tres encuentros perdidos contra el español en el templo de la tierra. Y que a Federer, quizás el único capaz de acabar con la dictadura del tricampeón, le zahieren más que nada tres derrotas que fueron tres desastres ante Nadal, el tenista que firma remontadas con la mente.

"Es que Nadal es un fuera de serie mentalmente", apunta Guga Kuerten, también tricampeón en París, cuando se le recuerda el set ganado por el mallorquín a Federer tras ir perdiendo por 4-0 en la final de Montecarlo 2008, la manga conquistada al número uno en la de Hamburgo tras ir 5-1 abajo y las 10 bolas de break salvadas en el primer set de la que jugaron en París el año pasado. "No abandona nunca", dice Kuerten sobre los tres partidos ganados por el español (10 victorias en 16 duelos con Federer); "y el que tiene enfrente sabe que acabará teniendo problemas. Por eso, a veces le basta con estar ahí".

"En tierra, Nadal tiene una ventaja mental sobre cualquier jugador porque los demás saben que es como Borg", apunta Larry Stefanki, que entrenó a John McEnroe, Yevgeny Kafelnikov y Marcelo Ríos, todos ellos números uno del mundo. "Borg te obligaba a plantearte mentalmente, antes de salir a la pista, si estabas dispuesto a jugar durante cinco horas. Esa actitud mental era su prioridad en el vestuario. Eso es muy difícil. Y Nadal, como Borg, está dispuesto a hacerlo. Son muy similares en ese sentido. Se quedan en la pista tanto como haga falta", continúa; "es obvio que tiene la mentalidad más fuerte que hay en el circuito. Te obliga a ganarle cada punto. Es una cualidad soñada para jugar sobre tierra".

Las partidas mentales de Nadal contra los mejores del mundo se viven al minuto. Lo explica Albert Costa, ganador en París en 2002. "La clave está en que él se olvida del resultado y juega cada punto", argumenta; "le da igual ir 5-1 o 2-0. Su objetivo es jugar todos los puntos a full. Hay un componente genético en eso. Trabajarlo conlleva un esfuerzo muy grande. Mentalmente, Rafa es el más fuerte".

Coincide una de sus víctimas, Novak Djokovic. "Juega cada punto como si valiera el partido", explica sonriente; "en tierra, además de su fuerza física, mentalmente es muy fuerte. Remonta y vence porque cree mucho y tiene una gran confianza en sí mismo".

Federer busca hoy el único grande que le falta. Cuenta con José Higueras, que intenta reconstruir su juego sobre arcilla, mantener su esencia ofensiva y convencerle de que limitar el número de errores no forzados es tan importante como lograr golpes ganadores. Higueras bajaba ayer unas escaleras en silencio, la boca cerrada por contrato. Le seguía el mejor del mundo. Hace frío y pesa la humedad. Son las condiciones ideales para su pupilo. Y, aun así, la tensión recorre a su grupo de trabajo. "Llevo esperando esta final meses. Estoy donde quiero estar".

El número uno asalta el templo de Nadal. Federer tiene la grada y la historia de su lado. Nadal, los golpes del campeón y la mentalidad de un tiburón.

Rafael Nadal, en la semifinal contra Novak Djokovic.
Rafael Nadal, en la semifinal contra Novak Djokovic.REUTERS

Ivanovic, en 'grande'

Ana Ivanovic no será número uno sin haber ganado un torneo grande. La serbia, de 20 años, ganó ayer Roland Garros a la rusa Dinara Safina (6-4 y 6-3). "No ha sido un partido fácil", dijo sobre la incansable propuesta de su rival, que había llegado a la final tras enfrentarse a puntos de partido en octavos y cuartos; "estoy orgullosa de haberme mantenido fuerte en los momentos clave".

Una algarada de serbios con copas de champaña recibió a la campeona en el club de jugadores. Había cámaras siguiendo cada uno de sus movimientos. Y un diminuto señor japonés que le entregó el primero de una decena de ramos de flores con los que celebrar su victoria. Fue un triunfo que le valió quitarse un peso de encima: "Tras perder la final de Australia estuve sin dormir varias noches. Aprendí de eso. Cuando estás en la pista, debes ser una asesina".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_