Combates de baile y rimas mentándose a la madre
Sonrisa triunfal. El tipo posa encantado ante las cámaras de sus admiradores. Boina, pendientes de cristal, perilla y chaqueta de viscosa. "Es Frank T, el primero que rapeó en España. Es de Torrejón", le aclara un chico a su amiga, ante la aglomeración que rodea a la estrella.
Estaban ayer en una de las casetas del IV Festival Cultura Urbana, la cita madrileña del hip-hop, que se celebra en San Sebastián de los Reyes. El aludido era Franklin Nsombolay, un treintañero español de padre congoleño que puede presumir de ser un símbolo del hip-hop. Fue uno de los testigos de la entrada de ese nuevo ritmo surgido de los barrios negros de Estados Unidos que llegó a España hace 20 años, sobre todo a través de bases militares como la de Torrejón, en la que se crió Franklin.
El buen b-boy sabe que el hip-hop consta de tres disciplinas: el rap, el graffiti y el breakdance. Esa santísima trinidad era la que gobernaba ayer el festival Cultura Urbana, con combates de breakdance (dos grupos se retan a conseguir los pases de baile más elaborados), batallas de gallos (duelos de rimas) y espacios para pintar con aerosol.
Mientras el escenario principal se preparaba para recibir a los veteranos EPMD, el protagonismo de las actividades paralelas era para las peleas de breakdance. "A la izquierda, Battle Travelers, de Barcelona, y a la derecha Air Style, de Alcalá de Henares", anunciaba el maestro de ceremonias. Miradas desafiantes. Uno de ellos avanza al ritmo del dj y da un salto mortal hacia atrás. Otro se coloca boca abajo y gira sobre su cabeza con las piernas en el aire. Cerca, en otra caseta, dos mc (rimadores) adolescentes se enzarzaban un rifirrafe dialéctico. Cascada de improperios a la madre del rival y alusiones al tamaño de los genitales del oponente. Eso sí, todo perfectamente rimado.