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Condenado a 27 años de cárcel un senegalés por violar y maltratar a sus hijas

De héroe a villano. La Audiencia Provincial de Pontevedra ha condenado a Unisa Mansaray, natural de Sierra Leona y afincado en Marín, a 27 años de cárcel y cuatro meses de prisión tras hallarle culpable de un delito continuado de violación y otro de agresión sexual y maltrato habitual contra sus dos hijas adolescentes.

Mansaray, con residencia legal en España, saltó a las páginas de los periódicos tras rescatar de las aguas del río Lérez a un joven que pedía socorro de madrugada. Sucedió en mayo de 2005. Tres días después, sus dos hijas, de 13 y 14 años, interponían una denuncia contra él acompañadas por la entonces esposa de Unisa, Ana María Soto.

El condenado había traído a las niñas a España tres años antes "para salir de la guerra, estudiar y mejorar", según su declaración. No obstante, al poco de su llegada y hasta que su padre contrajo matrimonio, las menores sufrieron abusos, vejaciones e insultos durante más de un año. El hecho de estar lejos de su país, no tener cerca a otros familiares a los que solicitar ayuda y su escaso conocimiento del idioma supuso un obstáculo insalvable para ellas. La denuncia se interpuso cuando las hermanas contaron lo sucedido a la nueva esposa de su padre y ésta preguntó a Mansaray si era cierto. Después de negarlo se puso de rodillas y suplicó, sin éxito, un trato.

Desde que se produjo la primera agresión, argumentando que "aquí era normal que los padres hiciesen esas cosas con sus hijas", Mansaray separó a las adolescentes en dos cuartos y ante el carácter "más sumiso" de la mayor, la obligó a mantener relaciones sexuales completas con él varias veces al mes. Utilizaba historias de la Biblia para convencerla y venció su resistencia amenazándola con mandar a su hermana de vuelta a África y con matarlas a las dos. La relación con la pequeña se volvió mucho más agresiva. La pegaba a menudo "porque no hacía las cosas de casa a su gusto". Además, castigaba a ambas adolescentes encerrándolas en casa y dejándolas sin comer. Cuestiones que durante el juicio justificó como propias de la cultura de su país. Ahora, las niñas padecen hipocondría con depresión suicida. Una de las profesoras de la hija mayor declaró durante el juicio que una mañana, ante el nerviosismo de la joven, le preguntó qué le pasaba y ésta repondió: "Me duele el corazón".

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