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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Reflexiones en el PP vasco

El presidente del PP de Vizcaya, Antonio Basagoiti, pide más autonomía para los populares vascos mirando con cierta envidia el éxito de UPN. Tras esta reivindicación en forma de reflexión poselectoral hay dos enfoques que siempre han estado presentes en Euskadi en el espacio de centro derecha desde 1977. Por un lado, el de ser un partido como UPN; por otro lado, el de ser parte de un mismo partido nacional, pero con discurso y acción política autónomos.

Las primeras elecciones democráticas pusieron de relieve que la derecha vasca era la única tendencia que no tenía siglas de referencia del periodo republicano o de lucha contra el franquismo. El nacionalismo tenía a PNV y ANV, así como a las formaciones nacidas de ETA. La izquierda tenía a PSOE, PCE y sus respectivas escisiones durante el franquismo. Pero la derecha no tenía más que pequeños partidos de mesa de cafetería creados en torno a personas que aspiraban a algo en el nuevo régimen, con domicilio en Madrid y con más siglas que afiliados, que terminarían formando parte de AP y UCD. Hubo excepciones de ámbito vasco, como Demócratas Independientes Vascos (DIV), Guipúzcoa Unida (GU) y Democracia Cristiana Vasca (DCV). DIV y GU fueron sucedáneos electorales provisionales de UCD y AP en Guipúzcoa. La DCV era la única opción de centro derecha procedente de la oposición al franquismo, un partido de notables y notarios que no tuvo suerte en las urnas.

El PP vasco vive de la apelación permanente a un discurso heroico
A la falta de ambición hay que unir la dependencia absoluta de Madrid

La escasa presencia de la entonces AP de Euskal Herria y la sumisión de UCD al nacionalismo vasco, alumbraron nuevos proyectos para la derecha inspirados por el foralismo y la creación en Navarra de UPN. El primer proyecto fue ideado por Pedro Morales Moya, diputado de UCD por Álava, uno de los primeros tránsfugas al Grupo Mixto por discrepar de cómo trataba la Constitución la cuestión foral. Morales, el ex procurador en Cortes franquistas Manuel Escudero Rueda y el empresario Luis Olarra crearían en 1979, Unión Foral del País Vasco, la marca electoral vasca de la efímera Coalición Democrática de Fraga, Osorio y Areilza. El partido del arbolito fue un fracaso idéntico a la formación nacida del Pacto de Aravaca al que se negaron a votar incluso los más incondicionales de AP en Euskadi. Para colmo de adversidades, en algunos pueblos de raigambre carlista, sus siglas se confundieron con las de la Unión Nacional de Blas Piñar, que obtuvo más votos en veinte localidades vascas.

Hasta la ruptura de Coalición Popular (CP), tras las generales de 1986 (una gran coalición de centro derecha creada por primera vez en el País Vasco en 1982 y conocida como "la sopa de letras" o "la gran derecha vasca"), no se volvieron a plantear nuevos proyectos autóctonos para la derecha. Fue Mayor Oreja quien propuso crear el Partido Popular Vasco (EL PAÍS, 22 de septiembre de 1986), un proyecto que tenía el apoyo financiero de un conocido banquero de Neguri, pero no tuvo respaldo entre quienes sobrevivían al naufragio de CP, pesea que algunos en Guipúzcoa no tardaron en ir al notario para registrar todas las denominaciones que barajaba Mayor Oreja. La refundación de AP en 1989 en el PP como opción única para todo el centro derecha no nacionalista terminaría con todas las iniciativas imitadoras de UPN, excepto en Álava con la fundación de UA, formación foralista que moriría de éxito.

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La fórmula del PP ha estado siempre vinculada a los logros y fracasos electorales conseguidos en toda España. El PP vasco ha sido segunda fuerza en Euskadi y ha gobernado en la Diputación de Álava, en los tres ayuntamientos capitalinos y en los consistorios de localidades importantes. Pero de ahí no ha pasado.

Desde hace más de una década, el PP vasco vive de la apelación permanente a un discurso heroico, resistente, que quizá pudo tener cierto éxito electoral en los periodos de mayor acoso de los pistoleros de ETA y sus servicios auxiliares a los cargos públicos populares, pero que ya no tiene éxito y suena a pelma y monotema. Algunos dirigentes populares vascos sitúan ese discurso sobre cuestiones sectoriales o sobre problemas reales que afectan a sectores importantes de la ciudadanía. A esto hay que añadir la convivencia permanente con dos síndromes: el de Poulidor y el del sucursalismo.

Los líderes populares vascos son un poco como Raymond Poulidor, el eterno segundo o tercero del Tour. Ésa es su máxima aspiración: estar ahí siempre sin ser alternativa ni tener espíritu de ganador. Ese rol de eterno superviviente o resistente puede estar muy bien para quiénes aspiran a vivir de la política con un nivel económico alto, imposible de conseguir en la empresa privada por su limitada cualificación académica o profesional, pero no para un electorado que vota a su partido para que gane y mande. A la falta de ambición hay que unirle la dependencia absoluta de Madrid, convirtiendo el partido en una mera sucursal sin perfil ni discurso propio.

En las últimas elecciones, el PP vasco ha perdido 29.000 votos con respecto a 2004. En mayo pasado perdió 59.000 con respecto a 2003 y en las elecciones de 2005 perdió 118.000 con respecto a 2001, sin que las palabras dimisión, reflexión, reacción, corrección, aparezcan en el diccionario de algunos líderes populares vascos, más preocupados con su futuro personal que con el de su partido.

En Euskadi no se puede aspirar a nada con sonrisas por doquier de anuncio de dentífrico y la salmodia monocorde de siempre. Hay que hacer algo más. Refundar el PP vasco en su próximo congreso para crear una opción que pueda competir con el nacionalismo, ser alternativa de gobierno y aspirar a liderar el mapa político como lo hace UPN en Navarra puede ser una opción. También harían falta caras nuevas, cambios como los que planea Mariano Rajoy para prescindir de los gemelos Kaczynski de la derecha española (Acebes y Zaplana) y de otros nostálgicos del aznarismo. Otra opción, quizá sea tener un perfil y un discurso propio alejado del monotema permanente, del recurso a la heroicidad que sólo sirve para ganar amigos y puntos dentro del partido fuera de Euskadi.

En definitiva, hacer algo diferente y para eso menos mal que les queda Antonio Basagoiti.

Gorka Angulo es periodista.

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