Sombras y fantasmas aterradores, irónicos y malévolos
Una selección de los 16 relatos más originales y terribles del género. Los autores resucitan a los muertos y conducen al lector a un mundo sobrecogedor, encantado y también divertido.
Otra vuelta de tuerca
Henry James
Henry James, autor de algunos de los más originales y aterradores fantasmas de la literatura, logró en Otra vuelta de tuerca una obra maestra. Basada en una anécdota que le fue referida cierta noche de invierno, cuenta la historia de una nodriza encargada de cuidar a dos niños en una solitaria casa de campo inglesa. Los niños parecen felices, las habitaciones cómodas, los jardines soleados, pero la nodriza siente algo en la atmósfera que le incomoda. Entonces el ama de llaves le cuenta que un apuesto mayordomo y la nodriza que le precedió murieron poco antes de su llegada y deja sospechar circunstancias bochornosas. Paso a paso, la nodriza se convence de que esos dos muertos rondan por la casa y quieren apoderarse de los niños. James no nos permite asegurar ni negar esas infames apariciones: magistralmente, cada palabra de la novela a la vez afirma y rechaza la interpretación fantástica.
Sombras suele vestir
José Bianco
Sombras suele vestir es una de las mejores historias de fantasmas de la literatura en lengua castellana. En un inquilinato de Buenos Aires viven Jacinta, su hermano enfermo mental y su madre, mujer incapaz de resignarse a la pobreza. Para satisfacer los pedidos de esta última, Jacinta se prostituye. Cuando la madre muere, uno de los clientes de Jacinta lleva a la muchacha a vivir con él y coloca al hermano en un sanatorio. Pronto el cliente confiesa sentir una extraña atracción hacia el hermano enfermo y él, a su vez, se interna en el mismo sanatorio. La novela entonces se corrige: el lector se entera de que Jacinta está muerta y que, para cada personaje, la realidad es leída de otra manera, tangible o soñada. El título es de Quevedo: "El sueño, autor de representaciones / en su teatro sobre el viento armado / sombras suele vestir de bulto bello".
El hombre verde
Kingsley Amis
El hombre verde es una taberna a unas cuarenta millas de Londres, famosa por sus vinos y sus fantasmas. El tabernero, Maurice Allington, empieza a obsesionarse con uno de los fantasmas, un cierto clérigo del siglo XVII quien (según la leyenda) asesinó salvajemente a su esposa. Allington empieza a ver imágenes espectrales y monstruosas, caras sin cuerpo, piernas y brazos cortados, un pecho o una nalga de mujer. Gradualmente, la curiosidad de Allington se convierte en desasosiego, sobrecogimiento y terror, y su familia asiste, sin poder ayudarlo, a una suerte de "secuestro psíquico", mientras Allington se interna más y más en un mundo de visiones incomprensibles y horribles quimeras. Amis, gran conocedor de la literatura fantástica y la ciencia-ficción, confesó alguna vez querer escribir una historia de fantasmas que fuese a la vez "irónica y malévola". Con El hombre verde logró su propósito.
Memento mori
Muriel Spark
En la mayor parte de los casos, la tarea de un fantasma es reducida: basta con mostrarse o con dejarse intuir, y su misión se ve cumplida. En Memento mori sus deberes son aún más escuetos. Invisible, lúgubre, ausente, el fantasma de esta novela tiene por única y atormentadora obligación llamar por teléfono a un grupo de octogenarios y decirles aquella frase que en la Edad Media, inscrita sobre calaveras decorativas y vanidades pintadas, era parte de la vida cotidiana: "Recuerda que vas a morir". A partir de esa advertencia, cada una de sus ancianas víctimas debe hallar un modo de enfrentarse a su fantasmagórico eco, hacer suyo el mensaje y construir un plan de acción ante lo inevitable. Conocida sobre todo por su novela sobre la vida de una maestra escocesa, La plenitud de la señorita Brodie, Spark creó en Memento mori uno de los espectros más originales y terribles del género.
La danza de Gengis Cohn
Romain Gary
Gengis Cohn es en realidad Moishe Cohn, actor cómico judío conocido en los cabarés yídish de la entreguerra. Deportado a Auschwitz, milagrosamente logra escapar de ese infierno; meses más tarde es detenido por un contingente de las SS bajo las órdenes de un tal Schatz, y asesinado. Pero el fantasma de Cohn decide no abandonar a su asesino. Schatz (a quien Cohn llama "Schatzchen" o "Tesorito") debe soportar, a lo largo de los años, aun después del fin de la guerra, la presencia de su implacable víctima. Noche y día Cohn lo persigue, le habla, le hace bromas, e implacablemente obliga a Schatz a enfrentarse con las atrocidades que ha cometido. "¡Cierra los ojos!", dice uno de los personajes en las últimas páginas del libro. "¡Mira con el corazón, porque es con el corazón que debemos mirar!". Romain Gary reunió en ésta lo ferozmente imaginativo y lo atrozmente inconcebible.
La excursión de las niñas muertas
Anna Seghers
Los fantasmas encarnan el pasado: son lo que fue. En esta corta novela de la escritora alemana Anna Seghers son también lo que será. Anna Seghers (protagonista de la historia), exiliada del terror hitleriano en un pequeño pueblo de México, oye un día que la llaman por el apodo que le daban de niña. Bajando al río, se encuentra de pronto con un grupo de estudiantes jugando en la ribera, y se da cuenta de que son sus compañeras de antaño, tal como eran cuando asistían juntas a la escuela en Alemania. Seghers reconoce a sus amigas y a sus maestras, y recuerda al mismo tiempo sus macabros destinos. Los pequeños fantasmas desconocen las cosas terribles que ocurrirán en su futuro, pero Seghers sí lo sabe, y del contraste entre la ignorancia de las niñas y el conocimiento de la mujer adulta nace el conmovedor espanto que da su fuerza a esta gran novela.
Calle Katalina
Magda Szabò
Cada guerra crea sus propios fantasmas con sus propios códigos y ritos. La II Guerra Mundial pobló Europa de vastas poblaciones incorpóreas que siguen enracimadas en nuestras vidas. Magda Szabò, la magistral novelista húngara, quiso dar a esos espectros rasgos y rostros individuales. En un conjunto de casas de la calle Katalina, en Budapest, sobreviven tres familias de carne y hueso, junto con su heredado fantasma, la joven Henrieta. Todos, vivos y muertos, se ven estrechamente unidos por secretos de infamia, amor y culpa, las inevitables consecuencias de la guerra. Los fantasmas de Szabò no pecan nunca de irrealidad: son tanto si no más verosímiles que los otros, sus sólidos vecinos. En Calle Katalina protagonizan la historia y es Henrieta quien guía al lector a través de las vidas cruzadas de esas tres familias. En 2007 el libro ganó el Premio Cevennes a la mejor novela europea.
Pedro Páramo
Juan Rulfo
Hay realidades en las que los verdaderos fantasmas son los vivos. Los habitantes autóctonos son los muertos, los que permanecen porque para ellos nada cambia. Pedro Páramo es la crónica del pueblo de Comala, uno de estos lugares perdidos en la llanura mexicana que parecen abandonados desde siempre y para siempre. A Comala llega Juan Preciado, por encargo de su madre moribunda, en busca de su padre desaparecido. A partir de ese inicio, nada sucede salvo en el recuerdo, en un pasado que Preciado no conoce: son los fantasmas, las voces de los fantasmas, que en este reino de los muertos van dando pautas para narrar la historia del hombre Pedro Páramo, desde su infancia hasta su muerte, componiendo para el hijo el retrato de un padre brutal, traicionero, amoroso, vengativo, codicioso y heroico, y para el lector una de las novelas más perfectas de la literatura latinoamericana.
El caballero inexistente
Italo Calvino
"No existo, señor", dice el caballero de Selimpia Citeriore y Fez a Carlomagno, que está pasando revista a sus paladines ante los muros rosados de París. Dentro de su armadura no hay nada: es un fantasma absoluto, vestido sólo de su "fuerza de voluntad y una gran fe en nuestra santa causa". Hermano mayor de aquel otro héroe invisible de H. G. Wells, comparte con él los inconvenientes de no tener cuerpo tangible, o más bien de existir sólo a través de sus sensaciones. Calvino pasea a su fantasma a través de un medioevo vivaz y caótico, haciéndolo testigo y protagonista de batallas, entuertos, lances amorosos y derrotas, y probando así que el mero hecho de no existir no nos libera de la común condición humana. Junto con El barón rampante y El vizconde dividido, El caballero inexistente forma parte de la trilogía de figuras emblemáticas del hombre moderno que tituló Nuestros antepasados.
Mi vida en la selva con fantasmas
Amos Tutuola
Amos Tutuola renovó y dio a conocer la literatura de Nigeria. Nacido en 1920 y educado en una escuela del Ejército de Salvación, trabajó como calderero y como empleado de la fuerza aérea de su país. Publicó su primera novela, El bebedor de vino de palma, en 1952, escrita, como el resto de su obra, en una lengua inglesa redescubierta o reinventada en el África Occidental, y cuya calidad poética fue saludada por Dylan Thomas y T. S. Eliot. Su segunda novela, Mi vida en la selva con fantasmas, es una suerte de Alicia en el País de las Maravillas salvaje y espectral, en la que un niño debe enfrentarse solo a los fantasmas que habitan la impenetrable jungla africana. Encantos, embrujos, transformaciones y monstruos de toda especie lo persiguen a través de su peregrinación nocturna hasta que por fin comprende que él también forma parte de ese mundo encantado y terrible.
Cuento de Navidad
charles Dickens
Puede decirse que la Navidad, tal como la festejamos hoy en día, es un invento de Dickens. El árbol decorado, los regalos, el pavo asado y el budín inglés son emblemas de ese espíritu de hermandad y alegría universal con la que Dickens dotó al día más jubiloso del calendario cristiano. Ebenezer Scrooge, el avaro ejemplar que desdeña la Navidad y rehúsa dar limosna a los pobres huérfanos, recibe en Nochebuena la visita de tres fantasmas que le hacen recorrer sus navidades pasada, presente y futura, para que, como Dante atravesando los tres mundos del más allá, pueda arrepentirse y cambiar su vida. Pedagógica, exagerada, descaradamente sentimental, maravillosamente lacrimógena, Cuento de Navidad logra sin embargo emocionarnos auténticamente con personajes que se han hecho inmortales y escenas que ahora forman parte de la mitología del mundo occidental.
La dama de Picas
Alexandr Pushkin
El género que mejor conviene a los fantasmas es el relato breve, quizás porque una aparición que se extiende en el tiempo de una novela puede permitir al lector sobreponerse del horror y refugiarse en el detenido análisis racional; mientras tanto, el fantasma desaparece. Pushkin eligió para La Dama de Picas una extensión intermedia, la nouvelle o cuento extenso. Dividida en seis capítulos y una corta conclusión, la narración traza la decadencia y caída de un empedernido jugador, figura emblemática de la literatura rusa. Humor, horror, sátira social se combinan en esta historia alucinante. La dama fantasmagórica que persigue al protagonista es muchas cosas —némesis, conciencia, ángel de la retribución— pero sobre todo es una aristocrática anciana muerta, capaz de transformarse, literalmente, en la fatal y última carta del condenado jugador.
La invención de Morel
Adolfo Bioy Casares
"Viejas como el miedo", escribió Bioy Casares, "las ficciones fantásticas son anteriores a las letras". Cada época se inventa las suyas: las sombras aullantes con las que Homero asustó a Ulises en el infierno se transformaron en los malévolos Poltergeists de la Edad Media y en los encadenados espectros del siglo XVIII. Los fantasmas que Bioy Casares instala en la isla a la que llega su pobre y enamoradizo náufrago son un producto del siglo XX y de sus nuevas tecnologías. Criaturas inmateriales y modernas, son proyecciones cinematográficas que materializan para siempre el recuerdo de personas queridas y muertas. Los fantasmas del inventor Morel, patrón de la isla, no tienen voluntad propia. Condenados a una intangible existencia, causan menos temor que curiosidad y parecen menos fantásticos que maravillosamente imposibles. Vale la pena recordar que Borges juzgó esta novela "perfecta".
La lechuza ciega
Sadegh Hedayat
Obra maestra de la literatura persa del siglo XX, La lechuza ciega es la crónica de un descenso a la locura, como la que llevó al propio autor al suicidio en 1951, a los 48 años. Los extraños y constantes fantasmas que persiguen al protagonista se resuelven en un hombre viejo con una risa diabólica, cuatro caballos raquíticos que tosen o ladran y, sobre todo, una mujer misteriosa de belleza sobrecogedora cuya visión lo turba hasta el punto de hacerle perder el sentido. "Hay heridas", confiesa, "que lentamente corroen la mente de quien está solo, como una suerte de cáncer". Para tratar de hallar alivio, dice, "escribo sólo para mi sombra, proyectada sobre la pared por la luz de mi lámpara. Debo hacer que ella sepa que estoy aquí". Heredero de Edgar Allan Poe, Franz Kafka y del existencialismo francés, Sadegh tradujo La colonia penitenciaria, de Kafka, y las obras de Sartre al persa.
La mujer de negro
Susan Hill
La tradición anglosajona de la novela de fantasmas nació en 1764 con la publicación de El castillo de Otranto, de Horace Walpole, una de las más pobres y malogradas del género. Con las convenciones ya perfeccionadas a lo largo de dos largos siglos, Susan Hill creó con La mujer de negro (publicada primero en 1983 y luego llevada con mucho éxito a la escena) una eficacísima historia de terror. Aparecen aquí todos los elementos tradicionales: la antigua mansión aislada que se alza junto al mar; el joven e inocente abogado que llega una noche de invierno sin saber los misterios que la corroen; el terrible secreto de un evento pasado a causa del cual el espectro que da su título al libro ronda por las habitaciones, y la sangrienta venganza que inevitablemente se desatará sobre todos los protagonistas. La mujer de negro es una novela de fantasmas clásica, aterradora y verosímil.
El fantasma de Canterville
Oscar Wilde
Todo género literario acaba burlándose de sí mismo. Al parodiar las historias de fantasmas, Wilde creó un subgénero: la novela de terror cómica. Su espectral héroe es una víctima del progreso. Enracimado en las más añejas costumbres anglosajonas y orgulloso de su repertorio de abominaciones, se ve de pronto confrontado a una familia de yanquis nuevos ricos para quienes lo tradicional es meramente pintoresco y lo fantástico superstición. Cuando el ama de llaves les explica que la mancha que ven en el piso es "sangre vertida en un crimen ancestral y no desaparece nunca", los yanquis cogen un moderno detergente y limpian enérgicamente la inmemorial mancha, y el pobre fantasma se ve obligado a pintarla de nuevo con acuarelas. Sin traicionar el género (como lo exige la tradición, la maldición es finalmente exorcizada por un amor inocente), la novela resulta una de las más originales y divertidas del canon.
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