_
_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un joven muy serio

La noche del jueves, en el restaurante Ciutadella, le hice a Guillermo Cano una pregunta un poco retórica, le pregunté adónde quería llegar con su cante. Y mirándome fijamente me respondió muy serio, como es él: "Esto no lo escribas, pero adonde yo quiero llegar es a...".

Una respuesta tremenda. Lástima que no pueda repetirla aquí con todas las palabras. Pero quizá la intuya quien escuche su primer disco, que acaba de salir; se intuye en los melismos del último verso en De perla fina, la malagueña de Chacón que tanto se le celebra, o en esa soleá por bulerías que le piden siempre: "Antes que Dios nos aparte / ay, ay/ antes que Dios nos aparte / tendremos que ir los dos / tú detrás y yo delante / a la sepultura iremos / tú detrás y yo delante". Las letras del flamenco, cuanto más roídas, cuanto más delirantes -cuanto más se alejan del pop, puerta a todas las cursilerías-, para mí, mejor.

-Cano, ¿de dónde sale ese título, Rincón del pensamiento?

-Mi hija llegó un día del cole y me dijo que en clase tienen cuatro esquinas: una para dibujar, otra para la plastilina, una tercera para recortar, y la cuarta es la de pensar, donde el maestro les castiga para que piensen qué han hecho mal o bien. Me pareció muy oportuno para un primer disco. Y si te soy sincero, hay algunas cosas que no volveré a hacer igual.

El caso es que Guillermo Cano vino el jueves a Barcelona, cantó una hora y media en El Dorado, empezando por unas milongas vidalitas, luego recordando cosas de Marchena, después vino una taranta, una granaína, una tanda de fandangos de pie, sin micrófono, recordando a Vallejo, una seguidiya estupenda, unos tangos y unos fandangos de Huelva... con su garganta rápida, con su timbre de voz dulce, fina, con su forma melodiosa de cantar, en fin, propia de ese tipo de artistas que vuelven a estar en el gusto después de una larga temporada de voces roncas, fuertes, que por supuesto también siguen gustado.

Le acompañaba Rubén Lavaniegos, muy buen guitarrista, tan sobrado que parece que esté jugando. Y a la mañana siguiente los dos se volvieron para el sur. De este viaje visto y no visto, de esta presencia de Guillermo Cano fantasmal, pero fantasma rutilante, queda constancia en la memoria de las 70 u 80 personas que le escuchamos en El Dorado y disfrutamos mucho, un par de entrevistas en la radio y esta reseña que estuve redactando y usted lee.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Cano nació en Bollullos Par del Condado, a medio camino entre Huelva y Sevilla, cerca de Valverde del Camino, y tiene 35 años; hasta hace cinco se ganaba la vida subido al andamio como pintor de paredes. Cantaba por afición y entonces, al cumplir los 30, quiso ver qué podía hacerse con su voz; se puso a estudiar con Ildefonso Pinto, frecuentó la casa del guitarrista sevillano Antonio Carrión, empezó a concursar y ganar premios y en el centenario de Marchena, durante un recorrido de homenaje por las 22 peñas de Sevilla, se dio a conocer y le echó el ojo Antonio Montoya, el gran manager del flamenco.

-Cano, dice usted que ya nunca se cantará como en esos años de oro que usted revisita con tanto gusto, los tiempos de Marchena, Valderrama, Vallejo, Caracol, Mairena...

-Nunca se podrá cantar como se cantaba entonces porque entonces no se vivía como ahora. Ya no se puede decir "¡Ay!" de aquella manera... La angustia y la pena de antaño eran mucho más trágicas. Hoy quizá hay en el mundo más hambre y guerra, pero al mismo tiempo los artistas tenemos la posibilidad de vestirnos bien, de comer a nuestro hambre. Eso nos hace cantar con menos pena. Hoy todo gira más en torno a lo musical. Así que me baso en un estado musical. En el conocimiento que he ido adquiriendo escuchando a los grandes.

Es un joven muy serio, con los ojos muy abiertos, devorándolo todo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_