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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aclaración

Me refiero al reportaje publicado en EL PAÍS, El traje diplomático se queda estrecho y firmado por Lola Galán. Agradezco la preocupación y el interés que por esta cuestión se presta desde su diario y coincido plenamente en la tesis del artículo, esto es que España mantiene un servicio exterior infradotado, tanto en medios materiales como humanos, todavía lejos de lo que la sociedad española requiere.

La buena factura del artículo se perjudica, sin embargo, cuando la periodista afirma que los "diplomáticos viven pendientes de sorteos de destinos, y que van de un puesto a otro, con el paracaídas de los buenos sueldos". Señor director, ni los puestos de trabajo se sortean, ni los sueldos son tan buenos.

Los destinos se cubren mediante un procedimiento de concurso, sometido a reglas bastante estrictas, en los que una comisión selecciona al funcionario que considera más adecuado a un puesto determinado y lo somete al ministro de Exteriores para su aprobación y nombramiento.

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Las remuneraciones de los funcionarios en el exterior intentan reflejar -sin conseguirlo- el coste de la expatriación, la movilidad, la división de las familias, la lejanía, las diferencias en las condiciones de vida, la falta de salubridad, el coste de alojamiento en lugares sin mercados inmobiliarios, la educación de los hijos en colegios en el exterior, la inseguridad, la falta de posibilidades de empleo del cónyuge, la pérdida de derechos que supone la imposibilidad de que el cónyuge pueda seguir cotizando a la Seguridad Social, etcétera. Estos sueldos que en España suelen ser inferiores a los que un profesional de parecida calificación obtiene en territorio nacional, están en el exterior muy alejados de los que pagan las empresas a sus expatriados (como la firmante del artículo, que ha sido la magnífica corresponsal de EL PAÍS en las dos capitales de platino de la milla de oro europea -Londres y Roma- habrá tenido ocasión de comprobar personalmente).

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