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Reportaje:

"¡El fútbol no es el billar!"

Andreotti critica las medidas antiviolencia en el 'calcio' y la fiscalía estudia investigar los silbidos de 'ultras' del Roma contra el agente asesinado

Muerto Filippo Raciti, el policía asesinado por los radicales del Catania, el fútbol italiano volvió a jugarse este fin de semana. Y lo hizo con el estallido de una bomba de humo fabricada por los hinchas del Atalanta. Y con los radicales de la curva sur del estadio del Roma de espaldas al césped y silbando mientras se guardaba un minuto de silencio por el policía asesinado. Y con más de la mitad de los estadios cerrados al público. Nada demasiado impresionante para Giulio Andreotti, viejo político democristiano, hombre polémico y senador vitalicio. "Hay que evitar dramatizar", dijo en la Gazzetta dello Sport; "el episodio de Catania es trágico, pero hay que tener en cuenta que a lo largo de los meses se juegan muchos partidos y casi no hay sucesos extradeportivos. Lo de jugar por un momento a puerta cerrada se puede hacer. Al billar se puede jugar a puerta cerrada... ¡No al calcio! Yo no me adaptaría a un calcio sin público. Tanta severidad puede contribuir a pasar página, pero me ha parecido todo un poco desproporcionado".

En Catania, Cosenza y Palermo aparecieron el domingo pintadas contra la policía

A Andreotti, un hombre juzgado y absuelto en su día por su presunta relación con la mafia, que no opinó sobre la posibilidad de que la fiscalía abra una investigación sobre los silbidos que acompañaron al homenaje a Raciti, casi todo le parece normal. Hasta esos silbidos. "El mundo del deporte es particular. En los palcos de honor he oído palabrotas de boca de personas que las considerarían inaceptables el resto de la semana. Sirven para desfogarse".

En la Stampa, indirectamente, le contestó Giovanna Melandri, ministra de Deportes: "Con las nuevas normas, veremos castigados a los culpables, que no podrán volver a los estadios". Más claros han sido el prefecto de Roma y el presidente del Comité Nacional Olímpico Italiano, que han calificado a los radicales de "imbéciles". Además, ayer aparecieron pintadas contra la policía en Palermo, Cosenza y Catania y se registraron algunos encontronazos entre el público durante partidos de aficionados.

Mientras una parte de Italia debate sobre cómo echar a los violentos del fútbol, otra, la de los directivos, estudia cómo adecuar sus estadios a los nuevos tiempos. Massimo Moratti, el presidente del Inter, mostró su confianza en que al menos los abonados del club puedan presenciar el partido de ida de los octavos de la Champions que enfrentará a su equipo y el Valencia el día 21. "Hay que ver cómo y con qué reglas podría estar el público, pero creo que jugaremos en el Meazza", dijo Moratti, que espera evitar jugar a "puerta cerrada" en otro campo italiano que cumpla las normas o en el extranjero. El domingo, durante el Milan-Parma, de la Liga, pudieron entrar los abonados del Milan tras la instalación de casi una treintena de tornos a unos metros de distancia de las puertas. "Jugar a puerta cerrada es una sensación desagradable. Creo que influye mucho sobre los jugadores. La concentración debe ser superior, además de que falta una parte importante, pues la normalidad se produce con el público presente", argumentó Moratti.

En situación parecida se encuentra el Livorno, que recibirá mañana al Espanyol en la Copa de la UEFA. El club está intentando mejorar las medidas de seguridad y que se pueda conceder para el partido un aforo reducido a menos de 10.000 localidades, con lo que no le afectaría el decreto Pisanu, como se conoce al conjunto de medidas contra los violentos aprobadas el miércoles por el Gobierno italiano.

Varios policías cachean el pasado domingo a aficionados antes del partido Roma-Parma.
Varios policías cachean el pasado domingo a aficionados antes del partido Roma-Parma.REUTERS

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