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Reportaje:

Sevilla: un plató de cine centenario

En cien años, en la capital andaluza se han rodado más de 600 producciones, entre largometrajes, cortos y documentales

Durante este fin de semana se estrena en las carteleras españolas la gran producción cinematográfica Alatriste, inspirada en el personaje del capitán homónimo, creado por el escritor Arturo Pérez Reverte. Aquellos que asistan a las proyecciones podrán reconocer entre los decorados del filme algunas calles y plazas de Sevilla.

Un hecho común y habitual en muchas películas a lo largo de un siglo, ya que Sevilla ha sido una ciudad donde de continuo se han realizado rodajes cinematográficos.

Desde los inicios del séptimo arte ya se desplazaron operadores a la capital para filmar sus hábitos y costumbres, como Henry William Short, que en 1896 grabó imágenes de la Semana Santa, o corridas de toros, al igual que hizo dos años después el enviado de los hermanos Lumière. En aquellos momentos el cine no contaba con argumentos, por lo que las filmaciones eran meramente documentales.

La película rodada en Sevilla más conocida ha sido, sin lugar a dudas, la producción internacional Lawrence de Arabia (1962), de David Lean, pero también ha habido muchas más, ya que son unas 600 producciones entre largometrajes, cortometrajes y documentales. Junto a ellas, piezas de otro calado, por ejemplo los anuncios publicitarios, que se ruedan de continuo en la ciudad, como el que se realizó el pasado junio en la Plaza Virgen de los Reyes para una entidad bancaria.

Sevilla ha servido para recrear otros lugares más exóticos, como sucede en la citada película de Lean, o El viento y el león (1975), de John Milius, o la galáctica El ataque de los clones (2002), de Georges Lucas. En otras, Sevilla ha sido presentada como tal, bien porque era de obligado cumplimiento, si el argumento giraba alrededor de dos grandes mitos de la ciudad como Carmen o don Juan Tenorio, o sobre personajes reales vinculados a ella: Belmonte (1995), de Juan Sebastián Bollaín, sobre el torero Juan Belmonte, o Una pasión singular (2002), de Antonio Gonzalo, sobre Blas Infante. En otras ocasiones la trama de la película, basada en una novela, se desarrollaba en Sevilla, como sucedió con Nadie conoce a nadie (1999), de Mateo Gil, según la novela homónima de Juan Bonilla. Igual las películas La mujer y el pelele (1958), de Julien Duvivier, y Ese oscuro objeto del deseo (1977), de Luis Buñuel, inspiradas ambas en la novela La mujer y el pelele de Pierre Louys.

En este tipo de ejemplos hay un caso original como Fortunata y Jacinta (1969), de Angelino Fons, basada en la obra homónima de Benito Pérez Galdós, donde se apunta, sin entrar en más detalles, que el matrimonio protagonista va de viaje de novios a Sevilla. El equipo técnico se desplazó hasta la capital para rodar una breve escena en la que se ve al marido abriendo una ventana de la habitación del hotel donde se encuentran, presumiblemente el Doña María, y desde donde se ve la Giralda. Podrían haber recurrido a imágenes de archivo, sin embargo prefirieron filmar in situ, y con los actores frente al campanario.

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Arde la Feria

Ha habido películas en las que los propios sucesos de la ciudad han alterado el guión como en Los duendes de Andalucía (1965), de Ana Mariscal, donde mientras filmaban en el Real de la Feria ardieron unas casetas, hecho que fue grabado, así como el sofoco del fuego, y posteriormente incorporado al montaje definitivo de la película.

También se ha recurrido a la ciudad para dotar de mayor majestuosidad a los decorados, utilizando sus palacios y sobre todo el Real Alcázar, como ya se hizo en 1916 para la producción francesa La vida de Cristóbal Colón, de Émile Bourgeois, o en 1992, para 1492, La conquista del paraíso, de Rydley Scott. Director que utilizó de nuevo en 2005 esta residencia real sevillana para ubicar en la misma una recreación del palacio del rey de Jerusalén en su película El reino de los cielos.

No se deben olvidar tampoco aquellas películas llamadas "de folclóricas", pero que cuentan con obras singulares dentro de su conjunto como es el caso de Sucedió en Sevilla (1954), de José G. Maesso, que nos muestra el desarrollo de la ciudad en los años cincuenta, la llegada de los norteamericanos para instalar las bases militares o la salida de la Hermandad del Rocío de Triana, por una casi irreconocible calle Castilla.

También Sevilla fue referente para lo que se conoció como Nuevo Cine Andaluz en producciones como Manuela (1976), de Gonzalo García Pelayo.

Además, Sevilla ha sido tema para infinidad de documentales. Es el caso de Juventudes de España (1938), realizado por Edgar Neville, durante la guerra civil española como propaganda a favor de los militares sublevados.

Tal ha sido el interés por contar con Sevilla como decorado que, cuando las productoras no han podido desplazarse a la ciudad, la han recreado en platós cinematográficos, como fue el caso de El gato montés (1936), de Rosario Pi, o la producción hollywodiense Sangre y arena (1922), de Fred Niblo, protagonizada por Rodolfo Valentino.

Es decir, en estas ocasiones, Sevilla se convertía todavía más en un elemento cinematográfico, al delinearse sus calles y plazas en unos estudios. En un plató de cine se construía otro, con más de cien años ya de rodajes a sus espaldas.

Ramón Navarrete-Galiano es autor del libro Sevilla. Plató de cine, editado por el Consorcio de Turismo del Ayuntamiento de Sevilla.

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