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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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Una palabra elástica

1 En Internet, numerosos señores de trayectorias frustradas se vengan de sus vidas malogradas haciéndose pasar por pobres sabios y firmando insultos (muchas veces anónimos) en blogs concurridos, donde, para no tener que asumir lo burros que son, emiten, con mal disimulada soberbia, opiniones lerdas sobre textos ajenos: vaporosas opiniones que en realidad sólo delatan los defectos mentales congénitos que les han impedido siempre leer mejor.

Nadie se dé por aludido. Yo sólo tengo ganas de reproducir aquí unas frases posiblemente dedicadas a esos tipos sin inteligencia ni verdadera ironía, unas recientes y antológicas líneas de Félix de Azúa en su ya célebre sección de www.elboomeran.com: "Cuando uno es malinterpretado (...) en lugar de reaccionar con ira es conveniente percatarse de que el mecanismo de la distancia ha funcionado. Y que algunos lectores, aquellos con menos sentido de la ironía, atrapados por su incapacidad se ven en la obligación de identificar a un culpable. Para ellos, no entender es sinónimo de error ajeno. Ciertamente, siempre es mejor tomar al otro por idiota que verse obligado a asumir que uno es tonto. La ironía es modesta, pero se disfraza de altivez. De ese modo destapa la soberbia de los que van disfrazados de modestos".

2 El concepto de inteligencia seguramente es elástico. Pienso en Marcel Duchamp, que alargó, hinchó e hizo estallar los límites de la creación sirviéndose exclusivamente de su propia inteligencia. Y es que cada uno de nosotros sólo tiene su propio talento, que, según cómo se canalice, hasta puede dar para mucho. Cuando a Duchamp le dijeron que André Breton le llamaba "el hombre más inteligente del siglo XX" y le invitaron a añadir algo al respecto, dijo que inteligencia era la palabra más elástica que conocía: "Seguramente para Breton la inteligencia es cierta capacidad para desentrañar aquello que es incomprensible o difícil de captar por el hombre medio. Creo comprender la idea que tenía Breton de la inteligencia alargada, estirada, extendida, inflada si usted quiere...". Es posible que la inteligencia sea algo tan elástico como al mismo tiempo elemental. Después de todo, nada hay tan elástico como lo elemental. La inteligencia, mister Watson. Pero eso sí: tenemos sobrados motivos para sospechar que hay muchas fuerzas y oscuros intereses empeñados en enturbiar esa evidencia.

3 Hay un antes y un después de mi catarsis de semanas atrás. "Cuando algo concluye, uno debe pensar que empieza algo nuevo", recuerdo que me dije entonces. Y así ha sido. Al principio sabía lo que había perdido, pero no lo que podía comenzar. Avancé a tientas y lo que llegó fue la irrupción de un cierto sentido de la calma aplicado a la vida. Llevaba demasiado tiempo con la impresión de que la organización del mundo y de la industria cultural me estaba arrojando cada día más a un futuro de creciente velocidad que me arrebataba el presente y me obligaba siempre a vivir en el futuro, en la vida que no existe.

Era como si viviera no para vivir, sino para ya estar muerto. Ahora todo tiene otro ritmo, vivo fuera ya de la vida que no existe. A veces me detengo a mirar el curso de las nubes, miro todo con curiosidad flemática de diarista voluble y paseante casual: sé que hago reír, pero ando yo caliente. Y cuando escribo en casa, me acuerdo de los días en que era muy joven y en esa misma mesa de siempre comencé a escribir y para mí hacerlo era apartarme, detenerme, demorarme, retroceder, deshacer, resistirme precisamente a esa carrera mortal, a esa frenética velocidad general en la que después acabé viéndome involucrado.

4 Una cita de Bioy Casares, no inventada: "Parafraseando a Bergson, pienso que la inteligencia es el arte de encontrar un agujerito por donde salir de la situación que nos tiene atrapados".

5 Hace algún tiempo, una revista francesa publicó la noticia de que Jorge Luis Borges no existió. La figura conocida bajo este nombre no habría sido sino la invención de un pequeño grupo de escritores e intelectuales argentinos (entre los cuales estaba, naturalmente, Bioy Casares) quienes habrían simplemente publicado bajo la máscara de un personaje ficticio una obra colectiva. Y la persona conocida como Borges, ese viejo ciego con su bastón y su sonrisa amarga, sería un actor de tercer orden, de origen italiano comprometido en un origen por una simple broma y que pronto, atrapado por su personaje, se habría resignado a acabar siendo verdaderamente Borges.

Antonio Tabucchi comenta esto en la revista mexicana La Insignia y dice que es una noticia totalmente coherente con esa aspiración borgiana -por cierto, tan poco entendida en nuestro país- de llegar a ser Nadie. Todo el rechazo de Borges por su identidad personal no fue tan sólo una actitud existencial llena de ironía, sino más bien el tema central de su obra narrativa, el núcleo del cual surgen los grandes motivos que caracterizan su obra. No olvidemos que para Borges la literatura, al igual que el género humano, es también una idea colectiva, una especie de alma de la que participan todos aquellos que han escrito. "Me llamo Erik Satie como todo el mundo", decía Erik Satie. Los numerosos detractores de Borges (si se busca en Internet se verá que en España hay una ínclita cofradía de tarugos) le han odiado siempre porque, por una parte, algo no pueden negar (su importancia) y sobre todo porque nunca se adhirió a ninguna fe que no estuviera, en principio, basada en el escepticismo. Tabucchi se pregunta a qué se adhirió realmente Borges y acaba contestándose así: "No fue partidario más que de su inteligencia".

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