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Las rutas de la emigración africana hacia la UE

Francisca Sauquillo

El acceso de inmigrantes africanos a Europa durante los últimos años no sólo sorprende por el número cada vez más elevado de los mismos, sino también por los métodos, las rutas y los medios de transporte que utilizan. En 1999, en el aeropuerto de Zaventem, en Bruselas, se encontraban en el tren de aterrizaje de un avión procedente de Guinea Conakry los cuerpos de dos adolescentes de 14 y 15 años. Congelados, a menos de 50 grados de temperatura, los dos menores no pudieron cumplir su sueño.

Muchos otros jóvenes africanos han intentado entrar en Europa escondidos en camiones o barcos. Actualmente, el acceso clandestino por el mar Mediterráneo y por el océano Atlántico se ha convertido en la vía más utilizada por los inmigrantes, con la complicidad de quienes han logrado hacer de este tráfico ilícito su especialidad y una importante fuente de lucro.

Si Francia y Gran Bretaña han sido los países receptores de inmigración africana por excelencia durante muchos años, últimamente España, por su situación geográfica y por el crecimiento económico que ha experimentado, se ha convertido en el nuevo foco de estos desplazamientos humanos.

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Es fácil fijar en España el final de la ruta que siguen miles de inmigrantes africanos a Europa; sin embargo, el otro extremo de esa ruta es difuso, ramificado y lejano. ¿Quién puede llegar a sospechar que ese otro extremo se sitúa más allá de África Central? Los africanos que salen de esta región (República Democrática del Congo, República Centroafricana...) caminan sin desesperar transitando por Guinea Ecuatorial, Camerún, Nigeria, Costa de Marfil, con una pausa en Senegal. Otros salen de Chad pasando por Níger y Malí para alcanzar Mauritania. En estos países de tránsito meditan si alcanzar la España continental por Argelia o Marruecos, con una mirada sobre Ceuta o Melilla, o si hacerlo por las Islas Canarias.

El refuerzo de los controles en Marruecos y Mauritania ha desplazado los puntos de salida hacia el sur. El puerto senegalés de San Luis se ha convertido en el punto de salida más solicitado para las Islas Canarias. Se estima que desde noviembre de 2005 hasta marzo de 2006, más de 4.000 africanos han pasado por ese puerto, siendo la mitad de ellos senegaleses. A la vista de la llegada diaria de cayucos cargados con cientos de personas, es muy probable que la cifra de africanos llegados el año pasado a España se triplique en 2006.

Sólo llegar a Marruecos es ya un triunfo ante los sufrimientos soportados durante el camino. Muchos mueren de hambre y de sed durante la travesía del desierto, pero queda aún la dura y peligrosa experiencia de cruzar el Estrecho de Gibraltar, en el que miles de ellos han dejado sus vidas.

Casi 50.000 inmigrantes tratan cada año de cruzar el desierto de Ténéré para acceder a Marruecos, Argelia o Libia. Salen de Agadez, pasando por Dirkou, bajo un calor insoportable, que supone una dura prueba de supervivencia en la que muchas personas pierden la vida. De Dirkou hasta Tummon, a la frontera libia, se palpa la agonía. De allí nace la otra pista que pasa por la ciudad minera de Arlit, continuando hacia el oeste para alcanzar Assamaka antes de cruzar la frontera argelina.

Si la entrada por España se hace principalmente desde Marruecos o Mauritania, la entrada por Italia se hace desde Libia por su cercanía con Sicilia. Gran Bretaña recibe la mayor parte de los africanos desde Suráfrica, ya que los que logran regularizar su situación en este país se convierten en potenciales emigrantes hacia Gran Bretaña. Francia recibe sus mayores flujos desde sus antiguas colonias. Una de las últimas rutas descubiertas pasa por el archipiélago de Comores, principalmente por las islas de Mayotte, donde regularizan su residencia y se convierten en candidatos a la emigración hacia Francia.

El número de africanos que emigran hacia el territorio europeo, desde 1999 hasta hoy, se ha cuadriplicado, aunque ya no se dirigen únicamente hacia las áreas culturales configuradas desde los tiempos de la colonización. El pragmatismo y el empeño en satisfacer sus necesidades básicas hacen que para los emigrantes no sea determinante la afinidad lingüística y cultural, por lo que muchos fijan su residencia en el primer país europeo al que acceden.

¿Cómo no sentirse atraído a emigrar cuando las desigualdades entre los países africanos y las naciones europeas se hacen abismales? En la última década, el número de personas que viven con menos de un dólar al día ha pasando de 60 a más de 200 millones en una población africana estimada en 800 millones. A este dato se añaden guerras y gobiernos corruptos que violan diariamente los derechos humanos. Si se ha logrado poner fin a algunas guerras como la de Sierra Leona o Ruanda, surgen nuevos focos de combates como el de Sudán con la importante crisis humanitaria de Darfour.

En este contexto, deberíamos preguntarnos sobre el papel de la cooperación para el desarrollo, cuya responsabilidad debe orientarse hacia la satisfacción de los anhelos de las personas y al fortalecimiento del Estado. Ésta debe garantizar el bienestar y la seguridad de los ciudadanos, así como asegurar un mejor reparto de las riquezas a través de la creación de empleo digno. Por otro lado, las inversiones masivas en varios sectores rentables de la economía africana con la finalidad de crear trabajo decente y mejorar el ingreso per cápita de la población africana son algunas de las pistas, junto con el fomento del comercio, para contribuir a estabilizar o a eliminar los flujos migratorios.

El Plan Director de Cooperación española apunta hacia estos objetivos. Sin embargo, hace falta insistir en ellos y comprobar que los gobiernos con los que España ha firmado acuerdos de cooperación los cumplen. Lo que le falta a África son tanto los fondos para financiar el desarrollo y mejorar las condiciones de vida de la población africana, como la gestión responsable de los mismos.

Mientras se agrave la pobreza en África con la pérdida continua del poder adquisitivo en un ambiente marcado por el deterioro creciente de las infraestructuras sociales, principalmente en los sectores de la educación y de la salud, y el desamparo de los Estados, será muy difícil estabilizar los flujos migratorios procedentes de ese continente.

Francisca Sauquillo es presidenta del Movimiento por la Paz -MPDL-.

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