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Las divisiones entre kurdos, suníes y chiíes dejan la transición iraquí al borde del colapso

La oposición al primer ministro, Al Yafari, impide formar un Gobierno de unidad nacional

A la violencia constante -12 personas perdieron la vida ayer en tres atentados- se suma ahora una feroz batalla política que amenaza con entrampar el complejo proceso de transición diseñado por Estados Unidos en Irak. Dos meses y medio después de las elecciones, los partidos políticos no han sido capaces de acordar la formación de un Gobierno para los próximos cuatro años. A los tira y afloja territoriales (autonomía o federalismo), políticos (reparto de ministerios) y económicos (control de las riquezas petroleras de Kirkuk), se suman ahora los personales: kurdos, suníes y chiíes laicos han ideado una alianza con el objetivo de impedir que Ibrahim al Yafari, el candidato de la Lista Chií, ganadora de los comicios, pero sin mayoría absoluta (130 de los 275 escaños), siga siendo primer ministro.

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El presidente, el kurdo Jalal Talabani, esgrime como motivo de este veto a Al Yafari el desafío institucional que ha supuesto el viaje de éste a Turquía sin consultarle. Los chiíes laicos le acusan en cambio de incompetencia en sus meses al frente del Gobierno transitorio y los suníes le culpan de no haber frenado la guerra de las mezquitas, que estalló el miércoles de la semana pasada tras el atentado contra la mezquita de Samarra y que se ha cobrado la vida de más de 400 personas en Irak.

Hay una tercera versión que divulga un sector de la prensa iraquí: detrás de la campaña contra el candidato de la Lista Chií se mueve la mano norteamericana, que considera a Al Yafari demasiado próximo a Irán, donde estuvo exiliado durante la dictadura de Sadam Husein. Siguiendo esa hipótesis, Washington estaría interesado en articular algún tipo de alternativa en torno al que fuera primer ministro en el primer Gobierno provisional tras la invasión, Ayad Alaui, chií laico, bien visto en Washington, pero con escaso apoyo en Irak; su partido obtuvo 25 escaños.

El frente anti Al Yafari tienen previsto enviar una carta a los partidos que componen la Lista Chií, en la que le solicitarán un cambio de candidato. Al Yafari, líder del partido minoritario Dawa, islamista moderado, se impuso por un voto en unos comicios internos al propuesto por la mayoritaria Asamblea Suprema de la Revolución Islámica de Irak, Adel Abdel Mehdi.

Al Yafari contó en aquella ocasión con el respaldo de los representantes del clérigo chií Múqtada al Sáder, célebre por sus posiciones radicales y antinorteamericanas. Si la Lista se negara a cambiar de candidato e insistiera en Al Yafari se producirá un bloqueo peligroso: 130 diputados de la Lista a favor de él y 141 en contra (53 de los partidos kurdos, 44 de los suníes, 25 del grupo de Alaui y el resto de pequeños partidos).

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"Una verdadera crisis"

"Es una verdadera crisis", reconoció ayer a la agencia Reuters un alto cargo iraquí que pidió el anonimato. Mientras, desde los Gobiernos de EE UU y Reino Unido, los países que encabezaron la intervención militar y que mantienen más tropas sobre el terreno, se suceden las declaraciones en favor de un rápido acuerdo que dé estabilidad a Irak. Pero la pesadilla puede estar servida: creciente insurgencia en las calles y unas instituciones bloqueadas por una pelea política en un país petrolero en el que ni siquiera funciona la electricidad.

La clave vuelve a ser la posición del gran ayatolá Ali Sistani, el guía espiritual y político de la Lista. Uno de sus portavoces aseguró ayer: "La formación de un Gobierno de unidad nacional es más importante que nunca [después de la guerra de las mezquitas] pero más difícil de conseguir". También se han detectado presiones exteriores para que la Asamblea Suprema de la Revolución Islámica de Irak abandone la Lista.

Los chiíes, que representan el 60% de la población de Irak, lograron hace un año una alianza con los partidos kurdos, que exigen un Estado federal con las riquezas de Kirkuk bajo su Gobierno. Estados Unidos, preocupado por la creciente influencia iraní en Irak, trata de incorporar a los partidos suníes al proceso político como contrapeso de los chiíes y como medio de restar argumentos a la insurgencia más nacionalista para lograr así una cierta pacificación del país.

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