_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historias del desierto español

A propósito del último libro de Javier Reverte, que trata sin profundizar de Ifni (aquella guerra secreta), del Sáhara, del mito del desierto, uno no puede menos que sentir que la narrativa española, apocada por mil complejos, por cien mil prejuicios, no sea capaz de enfrentarse a los miedos, gestas, cobardías (recientes) de los españoles. Reverte lo ha intentado, al menos. La protagonista de su libro se baja al moro con una novela de Jesús Torbado, El imperio de arena, que Plaza & Janés publicó hace unos años, que trataba de Ifni y del Sáhara, de las colonias africanas españolas, y que uno conserva en la memoria con cierto agrado (Félix Romeo también escribió una estupenda novela, Discothèque, sobre un padre errante que arrastraba la memoria de la guerra de Ifni, una materia reservada, una más, del franquismo; pero no hay mucho más).

EL MÉDICO DE IFNI

Javier Reverte

Areté. Barcelona, 2005

256 páginas. 20 euros

Todo esto viene a cuento de que Javier Reverte, un periodista-novelista, que es lo segundo por haber sido lo primero, bien podría haber hecho el esfuerzo -si hubiera tradición en la narrativa española que le animara- de convertir este buen relato que nos ha dado en gran novela. Tema había. El médico de Ifni contiene muchas historias, historias apasionantes y recientes, pero Reverte se ha limitado a contarlas, a la carrera, con urgencias y aciertos del gran periodista que siempre ha sido, sin ahondar desde el punto de vista psicológico y narrativo en los hechos, en los personajes. Estas 250 páginas, que se leen muy bien porque están muy bien escritas, porque Reverte conoce el oficio, están atravesadas por muchas historias, unas personales, otras políticas, y algunas acaban por ser superficialmente periodísticas, cuando no de experto viajero. Reverte quiere meterlo todo: el mito del desierto, la asignatura pendiente del Sáhara y el olvido del Polisario, la huella estéril española abandonada en la arena, y mezclarlo todo ello con las carencias afectivas de la protagonista, la presencia constante e irritante de un detestable espía español, odioso perejil de todas las salsas. Y todas estas historias están narradas por la vía fácil del diario, del testimonio oral complementario, de la crónica periodística -la vida, hoy, en la antigua Villa Cisneros, los tres vuelcos del té nómada, los campos de refugiados del Polisario, lugar de llegada de tanto turista solidario, antes Tindouf, ahora Chiapas-.

Porque Javier Reverte ha escrito una novela que puede satisfacer y contentar a los lectores es por lo que podemos, y acaso debemos, lamentarnos de que no haya ambicionado más, de que no haya sido más escritor, más creador: la relación entre Clara y la mujer del desierto, la cuñada de su padre ausente -el médico de Ifni, alma de nómada-, o las escenas, breves pero magníficamente contadas, entre ella y el viejo tío Juan, con gato añadido, permiten suponer que Reverte hubiera debido exigirse una novela más profunda, si el mercado lo demandara, que no. Tal como ha quedado resulta muy recomendable, entretenida, pero cabría exigirnos todos un poco más. Materia había.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_