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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gesto libio

El Tribunal Supremo de Libia ha anulado la condena a la pena capital y ordenado la repetición del juicio contra cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino acusados de haber infectado con sida a más de 400 niños en un hospital de Bengasi a finales de los noventa. Medio centenar de ellos murieron. Es una decisión muy acertada habida cuenta de que el proceso estuvo lleno de irregularidades y las confesiones, arrancadas bajo tortura. Debe entenderse como un gesto pragmático y realista del régimen de Trípoli para la plena normalización de relaciones con Occidente, iniciada hace dos años con el anuncio de eliminar sus arsenales de armas de destrucción masiva.

Las presiones de Estados Unidos y la Unión Europea han contribuido a ello. Pero, sobre todo, el acuerdo de éstos y de Bulgaria para establecer un fondo de compensación económica a los familiares de las víctimas, así como una ayuda en la lucha contra el virus y en la modernización del sistema hospitalario del país norteafricano. El origen del drama estuvo en las pésimas condiciones higiénicas de la clínica de Bengasi y no en una acción irregular de los procesados. La epidemia se desató antes de que ellos comenzaran a trabajar allí, pero fueron utilizados como chivos expiatorios para esconder las deficiencias sanitarias. Detenidos en 1998, los seis fueron condenados a muerte en abril de 2004, pocos días después del espectacular viaje del máximo dirigente libio a Bruselas para entrevistarse con el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, con el que se cristalizó el acercamiento de Libia a la UE.

Gaddafi ha debido cuidar mucho este paso dada la indignación que el caso había despertado en la población y, lógicamente, entre los familiares de los infectados. El coronel dio garantías el año pasado a Prodi de que los enjuiciados no serían finalmente fusilados, pero confesó la dificultad de encontrar una solución aceptable. Una vez hallada la fórmula de la compensación -las negociaciones no están aún cerradas-, era previsible que el Tribunal Supremo anunciara la revisión del juicio. Ahora sólo queda esperar que los seis puedan recobrar prontamente la libertad.

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