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Reportaje:NOVELA HISTÓRICA

Opus Nigrum

'Opus Nigrum', de Marguerite Yourcenar, se ofrece el martes con EL PAÍS por 2,50 euros

Lluís Bassets

"Designa en los tratados de alquimia la fase de separación y disolución de la sustancia que era, según se dice, la más difícil de la Gran Obra. Todavía se discute si esta expresión se aplicaba a experiencias audaces sobre la propia materia o se entendía simbólicamente respecto a las obras del espíritu que se liberaban de rutinas y prejuicios. No hay duda de que ha significado una cosa u otra o las dos a la vez". Así define Marguerite Yourcenar (1903-1987) el concepto de Opus Nigrum, central en su novela, que además le sirve de título.

Esta escritora de lengua francesa, nacida en Bruselas, nacionalizada norteamericana y primera mujer en entrar en la Academia Francesa, tiene una extensa obra en la que destacan dos grandes novelas clasificables en el género de la novela histórica. Tanto Memorias de Adriano como Opus Nigrum son dos poemas narrativos magistrales que justificarían cada uno de ellos por separado la vida entera de un escritor y que forman parte, sin duda, de los clásicos literarios que ha producido el siglo XX. El emperador Adriano y el filósofo, médico y alquimista Zenón (personaje central de Opus Nigrum) son las máscaras que utiliza la Yourcenar para hablar de sí misma, de la vida y del mundo. En sus propias palabras, Zenón es "la invención de un personaje histórico ficticio", mientras que Adriano era "la libre recreación de un personaje histórico que dejó su huella en la historia".

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Simplificando, podría decirse que esta mujer vivió como mínimo tres vidas gracias a la literatura: la de Adriano en la Roma del siglo II, la de Zenón en la Europa del siglo XVI y la suya propia, literaria ella entera, pero también con una espléndida traducción narrativa en su autobiografía inacabada El laberinto del mundo. Aunque la gran fama de Yourcenar la ganó con Adriano, la vida más próxima a la suya, donde su voz se confunde muchas veces con la de su personaje, es la de Zenón, personaje ficticio que, según propia confesión, empezó a concebir en su mente cuando tenía 18 años, anduvo elaborando toda su vida y no vio la luz ante el público hasta más de 40 años después, en 1968. "Cuántas veces, al no poder dormir, he tenido la impresión de que alargaba la mano a Zenón, que descansaba de su existencia tendido sobre mi misma cama", ha confesado la escritora. La Yourcenar conoce el físico de Zenón como si fuera el suyo propio, según ha contado en sus numerosas notas. Pero su pensamiento y sus sentimientos, sobre todo morales, todavía los conoce mejor, porque éstos son efectivamente los suyos.

Por muchas razones Zenón está más cerca de Yourcenar que Adriano, desde el lugar de nacimiento hasta la época. En realidad, es un contemporáneo nuestro situado en los tiempos turbulentos de la reforma y la contrarreforma, en el tránsito violento y deslumbrante en que se enfrentan dos mentalidades y dos épocas, la Edad Media y el Renacimiento. Como consecuencia, es un proscrito de los poderes temporales y religiosos, de ideas y costumbres disolutas que le destinan a la hoguera de la Inquisición, de la que sólo consigue escapar gracias al suicidio final, que Yourcenar narra de forma soberbia, en una de las más impresionantes descripciones de una agonía que jamás se hayan escrito.

Las fuentes de inspiración de Zenón también las ha contado Yourcenar; en realidad, la escritora apenas ha ocultado nada de su alquimia novelesca, la obra negra de donde ha salido este golem narrativo tan potente que parece adquirir vida histórica propia: Leonardo da Vinci, Paracelso, Copérnico, Miguel Servet, Galileo, Campanella, Giordano Bruno y, por supuesto, Erasmo, que comparte con Zenón no tan sólo su origen geográfico, los Países Bajos, sino también familiares, pues ambos son hijos de cura y de burguesa. Junto a la inspiración del personaje está el detallismo de la narración, en la que la lectura se convierte en diorama inspirado en la pintura flamenca de la época, la literatura filosófica, científica y religiosa o la poesía galante, una especie de bodegón narrativo de una erudición prodigiosa y transparente, nada farragosa.

Una frase de Rafael Conte, uno de nuestros mejores críticos y excelente conocedor de la literatura francesa, basta para explicar, en cualquier caso, cómo se inserta esta obra en este género hoy tan de moda que es la novela histórica. "Yourcenar no llegó a la historia desde fuera, sino que nació en su interior, en ella y desde ella aportó al género su tradición clásica, su sentido de la trascendencia de la naturaleza (ecologismo radical hasta su panteísmo final, el orientalismo y el budismo), sus experiencias personales (familiares y amorosas hasta su homosexualidad) y su sentimiento pudoroso, elegante, discreto y congelado de las pasiones humanas".

Opus Nigrum vio la luz en las semanas previas a la revuelta de mayo de 1968, que pilló a la escritora en el París de las barricadas, donde se sintió más que a gusto, según podemos leer en sus biografías. Zenón llegó así a las librerías en un momento muy oportuno, pues tenía ideas muy parecidas a las de los revoltosos y era, según su creadora, un "hombre que hace tabla rasa de las ideas y prejuicios de su siglo para ver después adónde le llevará su pensamiento libremente". Como pórtico de la novela, hay una cita de la Oración sobre la dignidad del hombre, de Pico della Mirandola, justa apertura a este soberbio cántico a la libertad y a la vida.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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