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Tribuna:POLÉMICA EN BAELO CLAUDIA
Tribuna
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El agresivo hormigón en la densa fragilidad de Bolonia

Dentro del actual Parque Natural Frente Litoral del Estrecho, que tiene 19.127 hectáreas de mar y tierra, 25 "entidades arqueológicas" y está protegido desde el 2003, en la mítica y bella ensenada de Bolonia (Cádiz), hace 21 siglos los romanos fundaron un centro productivo de pescado y de una salsa de antigua tradición llamada garum. El nombre proviene del pez cuyos intestinos, junto a los despojos de atún, morena y esturión, se aprovechaban para conseguir la salsa con la maceración y fermentación en grandes ánfora como las que todavía hoy se ven enterradas cerca del foro de Baelo Claudia, puerto romano desde el que se exportaban estos "productos del mar" a Roma.

En 1925, debido a la extraordinaria importancia de esta zona arqueológica, fue declarada Monumento Nacional. Hace 14 años, por bien hacer, la Consejería de Cultura inició el expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural. Su trámite finalizará pronto porque el POTAU del Campo de Gibraltar que en este año se iniciará, por imperativo legal, tendrá que incorporar todos los contenidos de protección establecidos por Cultura. También el PGOU de Tarifa que actualmente se prepara ha incluido en su catálogo urbanístico este extraordinario territorio donde convergen para enriquecerse mutuamente mito, historia, belleza natural, diversidad y riqueza de los sistemas ecológicos marinos y terrestres, antigüedad, continuidad y densidad de los testimonios materiales e intangibles de la cultura.

Todo arquitecto sabe que sobre la fragilidad de un paisaje no es recomendable levantar un monumento

Estos hechos y circunstancias explican que el interés por protegerlo aúnen al Gobierno central, a varias consejerías, a los ayuntamientos que ya han aportado sus planes, medidas y estrategias, a la sociedad civil organizada en ONG y hasta a numerosas y activas asociaciones del litoral gaditano, que se están quejando porque los "poderes públicos" faltan a sus obligaciones y a sus compromisos.

"Al enorme valor ecológico del tramo que corresponde al Parque Frente Litoral del Estrecho, tanto de sus ecosistemas terrestres -con especies de plantas únicas en el mundo- como de los marinos -donde se siguen encontrando especies nuevas para la ciencia en sus ricos fondos-, se une un incalculable patrimonio histórico y arqueológico, con múltiples dólmenes, pinturas rupestres y yacimientos de las distintas culturas que pasaron o se asentaron en esta zona estratégica, frontera, y también puente, entre Europa y África", dice uno de los numerosos grupos gaditanos de defensa del paisaje entendido como debe ser: un bien cultural.

Con todo lo dicho, en medio de la amplia, mítica, virgen, bella y protegida ensenada de Bolonia, demasiado cerca de los muros y columnas de Baelo Claudia, dentro del entorno legalmente declarado de este Bien de Interés Cultural, una persona -me dicen- que ahora está encargada de proteger la Alhambra, contrariando al artículo 19 de la Ley 16/85 y a los informes técnicos, dio la autorización para empezar a construir en una parcela de 2.000 metros cuadrados, con un presupuesto de 2,2 millones de euros, el enorme volumen de hormigón aún no concluido que ahora vemos y sobre cuyos muros los visitantes no cesan de escribir el testimonio de su indignación por el atentado que se ha cometido. Al respecto ya se han realizado dos marchas ciudadanas de protesta. Se anuncian más periódicamente.

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Toda expresión cívica consolida la democracia que no es sino la suma de verdad, transparencia y participación, tres pilares sobre los cuales se apoya el actual Gobierno. Se ha dicho y que así sea. El contenido académico de este problema pese a que está inmerso en numerosos ámbitos disciplinares, conceptos, neologismos, palabras (polisémicas) y significados políticos divergentes, no debería impedir que la cultura cívica, como siempre, siga siendo el resultado de la decantación de la opinión, del criterio, del buen juicio de todos, incluidos arquitectos, ecologistas, arqueólogos, sociólogos, letrados, legisladores, expertos y "ciudadanos comunes".

Solamente así habrá la posibilidad de hacer preguntas y obtener respuestas con normalidad.

Hace pocos años, en la italiana Baia dei Campi ubicada dentro del Parco Nazionale del Gargano sucedió algo parecido. Ni el prestigio del arquitecto, Paolo Portoghesi, reconocido en todo el mundo, ni la erudita memoria con la que justificó su objeto arquitectónico pudieron borrar ni atenuar la realidad visible y perceptible: sin lugar a dudas, su edificio ha destrozado el paisaje. La técnica, la ética, la estética y hasta la corrección administrativa entraron en conflicto pero la iniciativa privada triunfó: había conseguido abrir un "yacimiento" más de trabajo (para las transnacionales) gracias a las porosidades legales y administrativas de la protección.

Finanzas aparte, todo arquitecto sabe que sobre la fragilidad de un paisaje de extraordinarias características no es recomendable levantar un monumento al yo sino construir apenas una leve huella del nosotros para que la historia siga enriqueciéndose con un mensaje coherente que estimule la cohesión social. Si se prefiere, en estos casos más vale recordar a Wright que a Le Corbusier: hacer el edificio (casa) en la colina, no de la colina.

En Bolonia se ha edificado por "iniciativa pública" en un lugar protegido. Aún estamos a tiempo: ¿qué piensa hacer la Junta con la edificación inconclusa levantada?, ¿derrumbarla?, ¿concluirla?, ¿sembrar árboles a su alrededor?, ¿modificar el proyecto para mimetizar los volúmenes?

En Ámsterdam, las autoridades han escuchado al colectivo de ciclistas que ha decidido mantener el tradicional túnel que utilizan y cuya transformación era el corazón del proyecto con el que triunfaron en el concurso internacional para la ampliación del museo los mejores arquitectos sevillanos, Ortiz y Cruz. Su prestigio, en lugar de quedar menguado, una vez más ha sido reconocido por el Ayuntamiento. Buen ejemplo. Allá el talante y el diálogo democrático ha podido más que la decisión personal de un alto cargo.

Jorge Benavides Solís es profesor titular de Urbanística y Ordenación del Territorio en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla.

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