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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ojo certero

Llevaba varios años Sergio Cabrera intentando reeditar el éxito de su sorprendente, conmovedora ópera prima, La estrategia del caracol, y aunque en alguna ocasión no anduvo lejos, lo cierto es que tuvimos que esperar hasta esta Perder es cuestión de método para volver a ver el ojo certero, la descripción social desenfadada y no por ello menos rigurosa y el ritmo siempre ascendente de su ópera prima para encontrarnos con la mejor versión del cineasta.

Narrada desde la sólida base documental que le proporciona la novela original de Santiago Gamboa, con un guión primoroso y atento a la mejor tradición del cine negro (una gentileza del argentino Jorge Goldenberg), Perder es cuestión de método habla de violencia, como parece prescriptivo viniendo de donde viene, la agitada Colombia, pero no de las acciones guerrilleras, de la actuación del Ejército o de la represión de las bandas paramilitares, sino de otra. Una violencia más urbana, también cinematográficamente más reconocible: la que brota de un crimen horrendo que oculta, como los árboles al bosque, una trama de la cual lo de menos, aunque parezca mentira, es el crimen mismo.

PERDER ES CUESTIÓN DE MÉTODO

Dirección: Sergio Cabrera. Intérpetes: Daniel Giménez Cacho, Martina García, César Mora, Víctor Mallarino. Género: criminal. Colombia-España, 2004. Duración: 105 minutos.

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Apoyándose en un personaje que está muy lejos del private eye clásico del cine negro americano (en realidad, se parece más al Jeff Bridges de El gran Lebowsky, de los hermanos Coen), un periodista bastante maltratado por la vida al que un desaprensivo policía le facilita la tarea de investigación... a cambio de que le escriba un discurso que debe leer en un grupo cristiano de terapia contra la bulimia, Cabrera va desvelando, desde la privilegiada posición de su protagonista narrador, toda una trama de oscuros intereses inmobiliarios en la que se mezclan muchas cosas. Mafiosos, políticos venales, una secta nudista y hasta una deslumbrante, arrebatadora prostituta adolescente (la magnética Martina García) salen a la luz, en una trama que avanza sin pausas, como quiere la mejor tradición del género, y que no perdona a nadie.

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