_
_
_
_
_
Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una lección frustrada

El miércoles por la noche, mientras miles de jovenzuelos se despachaban contra los jugadores negros de la selección inglesa de fútbol en el cercano Santiago Bernabéu, unos cuantos estudiantes de violín con pocos posibles se dirigían al público que iba al Auditorio pidiendo una entrada por el amor de Dios. Y es que tocaba Joshua Bell (Bloomington, 1967), uno de los grandes, todo un nombre de la mercadotecnia musical, guapo, brillante y suficientemente preparado. Pero me parece que la lección esperada no llegó a producirse o, más bien, consistió en una muestra de cómo dilapidar el talento. Porque que una de las mayores figuras musicales de los últimos años, cuyo violín -el Stradivarius que le robaron dos veces a Bronislaw Hubermann, el famoso Gibson- posee un sonido de una belleza deslumbrante y que no conoce límites técnicos, esté a punto de optar por convertirse en un artista vulgar es una mala noticia. El cambio -no hay más que ver su discografía más reciente- le producirá pingües beneficios pero perjudicará también la categoría de su arte. Puede y sabe ser brillante y hondo pero prefiere mostrarse relamido y vistoso. Allá él.

Orquesta Sinfónica Chaikovski de la Radio de Moscú

Joshua Bell, violín. Vladímir Fedoseyev, director. Obras de Chapí y Chaikovski. Ciclo Complutense de Conciertos. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de noviembre.

Quiere decirse que el señor Bell -un pincel en escena, moderno y atractivo- está más por la labor de la exhibición que por la más dura del servicio a la música y hace trabajar su enorme talento de cara a esos detalles que lejos de ahondar en una partitura la trivializan. De ellos estuvo bien trufado el Concierto de Chaikovski, tantos que acabaron por empalagar. Un gordo como David Oistrakh y un borracho como Christian Ferras -por poner sólo un par de ejemplos lejanos del glamour del americano- sabían muy bien cómo darle a la obra su dosis justa de seriedad -que aunque el miércoles pareciera mentira, la tiene- y de juego virtuoso -que también pero no tan en primer plano. Hay otros modelos, se me dirá. Sí, claro: Alfredo Campoli o Bernard Hilda.

Vladimir Fedoseyev, que acompañó con indiferencia al violinista -eran dos mundos absolutamente opuestos-, es maestro seguro y de los que no cabe esperar delicadezas mayores. Abrió programa con la obertura de Roger de Flor de Chapí, pieza que duerme el sueño de los justos y que posee un muy bonito primer tema pero que se cae estrepitosamente cuando aparece otro presuntamente heroico. Está bien que se haya vuelto a dar pero me temo que regresará a los archivos.

La Sinfonía 'Manfred' -sobre la que voló el recuerdo de la que dirigiera Vladimir Jurowski a la Filarmónica de Londres en la Quincena de San Sebastián- resultó por momentos demasiado ruidosa pero en ocasiones dio con la clave de un fraseo bien cuidado y nunca aburrió, a pesar de que a eso de las doce y media de la noche el cuerpo está para pocas músicas.

La Orquesta Sinfónica Chaikovski de la Radio de Moscú -de la que han sido titulares Golovanov, Gauk y Rozhdestvenski- no es un dechado de sutileza pero se defiende, tiene un clarinete bajo de primera clase y un timbalero de los que garantizan espectáculo. Hay que ver cómo se gusta ese hombre.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_