Peligra la reforma de la fábrica de moneda
Las Colles de Gegants no quieren instalarse en la vieja fábrica de la Ribera de Barcelona como planeó el Ayuntamiento
En la calle de Flassaders, en el barrio de la Ribera de Barcelona, aún aguanta en pie la antigua fábrica de moneda. Allí se acuñó durante casi medio milenio. La casa ha estado abandonada durante mucho tiempo, hasta que el año pasado se vislumbró el fin del deterioro cuando el Ayuntamiento llegó a un acuerdo para albergar allí los gigantes de las Colles de Gegants i Bestiari de Ciutat Vella. El Ayuntamiento encargó un proyecto de reforma de la casa, conocida popularmente como la Seca.
Pero el proyecto está ahora en el aire. Fuentes del Ayuntamiento y de la Coordinadora de Colles reconocen que se están barajando otros lugares más idóneos para albergar a los gigantes. La entidad quiere reunir en un solo espacio sus 92 piezas de imaginería popular, que ahora tiene dispersas en media docena de instalaciones, pero asegura que el edificio de la antigua fábrica de moneda está en una calle demasiado estrecha y se queda pequeño, con sus 1.060 metros cuadrados.
El Ayuntamiento estudiará otros usos para el edificio si no prospera su plan
En la casa se acuñó entre los años 1441 y 1849, poco antes de nacer la peseta
"La calle de Flassaders es angosta y buscamos un lugar más espacioso", afirma Xavier Cordomí, presidente de la Coordinadora de Colles. "Queremos instalarnos en la Casa dels Mercaders", un viejo palacio situado junto al mercado de Santa Caterina, en la calle del mismo nombre, añade Cordomí. Un portavoz del distrito de Ciutat Vella ha asegurado que si finalmente el proyecto de instalar las Colles de Gegants en la antigua fábrica de moneda no sale adelante, se estudiará otro uso para la histórica casa, que hoy presenta un estado deplorable.
La vieja fábrica tiene una historia de al menos cinco siglos y ha tenido tantos usos -algunos casi furtivos- que la han dejado en un estado lamentable. El nombre con el que se la conoce, Seca, proviene del árabe sekka, que significa lugar donde se fabrica moneda.
En la entrada aún es visible el escudo real de los Borbones, muy deteriorado. Allí se acuñó moneda de forma discontinua entre 1441 y 1849. Antes de que el Banco de España se convirtiera por decreto en el único emisor de moneda del país, el Banco de Barcelona también tuvo el privilegio de acuñar moneda por encargo del Banco de San Fernando, el antecesor del Banco de España. Años después, en 1920, el Banco de Barcelona, cuya antigua sede aún perdura en la Rambla de Santa Mónica, efectuó una de las más sonoras suspensiones de pagos de la historia de Cataluña.
La casa ha servido de almacén y de vivienda, y en tiempos recientes incluso se abrió en ella una sala de fiestas. Entre algunos vecinos había corrido la voz de que bajo las viejas piedras había restos de valor arqueológico, huesos y pasadizos que llevaban a la cercana iglesia de Santa Maria del Mar. El Ayuntamiento acaba de terminar un estudio arqueológico del edificio. Pero el director del Servicio de Arqueología Municipal, Ferran Puig, es tajante: "Puedo asegurar que no ha aparecido nada de eso".
La vieja casa, cercana a las mansiones de la calle de Montcada, da a cuatro calles. La entrada principal está en la calle de Flassaders, pero también linda con las de la Cirera, las Mosques y la Seca. La de las Mosques es la calle más estrecha de la ciudad. Extendiendo los brazos se pueden tocar sus dos paredes. Pero la calle está vallada y cerrada al público desde hace por lo menos 10 años, explica una vecina que vive en la calle de la Cirera.
No se sabe con seguridad cuándo se empezó a acuñar allí moneda, pero como mínimo hay que remontarse al siglo XIV. En su libro La Ribera de Barcelona, Antoni Ros Torner ha escrito: "Se supone que es un privilegio muy antiguo [la acuñación de moneda]", pues "en julio de 1441 el rey Alfonso V otorgó a un tal Leonardo de Sos el derecho a fabricar moneda". El tal Leonardo de Sos no era otro que el ujier del rey, según explica Víctor Balaguer en Barcelona, divulgación histórica. Balaguer asegura que en el año 1441 ya estaba en pie, y desde hacía mucho tiempo, el edificio donde se fabricaba moneda.
El escritor no descarta que en el año 1350 ya se estuviera acuñando allí moneda porque las autoridades desecharon construir una fábrica para este uso en la calle de Sant Just, detrás del Ayuntamiento. Los vecinos de la calle debían de tener influencia porque el argumento para no abrir la fábrica en Sant Just fue que en ella "habitaban muchos nobles que habrían de sufrir las molestias ocasionadas por la fábrica", narra Balaguer.
Otro autor, Alexandre Cirici, afirma en su libro Barcelona pam a pam que hasta el año 1836 allí se acuñaron monedas que llevaban la inscripción "Principado de Cataluña" y la efigie de la reina Isabel II. Torner explica que allí se acuñaban "florines, ducados, escudos, luises y treintenas", todas ellas monedas de oro, además de otras de plata.
El edificio estuvo cerrado durante los primeros años del siglo XVIII y en 1822 fue reabierta por decreto real. En 1837 empezó una nueva época bajo la dirección de la Diputación de Barcelona. La desaparición de la fábrica barcelonesa de moneda casi coincidió con el nacimiento de la peseta. En la documentación que se conserva en la Casa de l'Ardiaca consta que en la Seca se dejó de acuñar moneda en 1849. Pocos años después, en 1868, el entonces ministro de Hacienda, Laureà Figuerola, un catalán afincado en Madrid, creó la peseta y quedaron suprimidas las monedas, como el real y el doblón, que circulaban entonces.
La recuperación de la casa será costosa. En la documentación que se conserva en el Archivo Administrativo de Barcelona queda reflejado el trasiego de usos que la han castigado hasta dejarla en el lamentable estado actual. En los archivos consta que en el año 1902 era propiedad de la empresa Recasens y Valls, que solicitó permiso al Ayuntamiento para reformar y cubrir el patio. En la década de 1930 se destinó a viviendas y en 1978 se convirtió en una sala de fiestas, que el Ayuntamiento cuestionó, hasta que el negocio acabó echando el cierre en 1983. Fue el último uso de una casa hoy decrépita pero cargada de historia.
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