Resistencia contra la barbarie
Cathèrine Chalier es la albacea intelectual de Emmanuel Lévinas, filósofo ascendente que ocupa un lugar aparte en el pensamiento del siglo veinte. Su singularidad, dice la autora, nace de un desasosiego que no curan los remedios filosóficos al uso. La metáfora de la cura médica para señalar a la filosofía viene de Grecia. Estoicos y epicuros no habían encontrado mejor remedio para los males del hombre que el logos: sólo él proporcionaba esa sabiduría con la cual lograr serenidad y alegría. Esa farmacia llegó hasta el mismísimo Spinoza, quien, pese a ser un "marrano de la razón", cifraba la cura de todos los males en purificar entendimiento, de la misma forma que él purificaba o pulía lentes para ganarse la vida.
A Lévinas no le valen esas recetas porque cuando él habla de males está pensando en persecuciones, torturas, desapariciones o genocidios. Para daños tan concretos y carnales hay que echar mano de otros remedios. Él los sitúa en el seno de una tradición, la judía, que coloca como base de todo conocimiento el deseo de justicia y el tratamiento del otro no como un bárbaro sino como uno de casa.
Ese filón filosófico se expresa en hebreo, de ahí la importancia que da al conocimiento de esta lengua, pero busca el griego, lengua del logos y por tanto de la claridad y de la universalidad. El pensador lituano-francés no pretende un abrazo de Atenas con Jerusalén, sino ofrecer otra mirada, forjada en duras experiencias, que sabe, como dice el libro de Esther, que el dolor de la persecución sólo se puede relatar en la lengua de la víctima; que se plantea el conocimiento no en clave de visión (teoría), sino de escucha; que coloca a la memoria como categoría epistemológica fundamental porque el conocimiento es como palimpsesto de una escritura desaparecida.
Lévinas se niega a que le traten como un teólogo. La suya es una filosofía "de resistencia a la barbarie", entendiendo por barbarie no sólo la que provocan los verdugos sino también y sobretodo la indiferencia u olvido de las injusticias pasadas.
Si esta filosofía de Lévinas tiene en su base una preocupación ética, exige como complemento una pedagogía del sufrimiento. Eso es lo que plantea Joan Carles Melich, uno de los raros filósofos españoles de la educación interesados por el Holocausto. Si está por medio Auschwitz lo que hay que reivindicar no es sólo que la escuela incluya estos temas en el currículo escolar, sino pensar la formación teniendo en cuenta las lecciones éticas más señaladas de esta experiencia: calibrar el peligro del olvido y el deber de la memoria; tener presente que lo propio de una aproximación pedagógica a Auschwitz es el tratamiento singularizado del daño. Finalmente, contar con la narración y el testimonio como recursos pedagógicos fundamentales, esto es, considerar a los habitantes del campo como nuestros contemporáneos que nos hablan de lo que vivieron para que comprendamos que esa barbarie sigue siendo una posibilidad.
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