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Reportaje:Atenas 2004 | ATLETISMO: DOS BUENAS OPCIONES

Glory, contra un amargo recuerdo

Alozie, que perdió en Sidney a su novio, atropellado, quiere ganar el oro como española

Carlos Arribas

Con Glory Alozie, en su castellano gracioso, entrecortado, rápido, se puede hablar de atletismo, de sus pequeñas lesiones, de su pesimismo aparente. Con su sonrisa permanente, con su sinceridad ingenua, se puede hablar un poco de su vida privada en Valencia, de su espectacular matrimonio con Phineboy, de sus diez días de esponsales en Amator (Nigeria). Se puede hablar de casi todo, de sus medallas, de su preparación, de sesiones de pesas, de su posición en la élite mundial de las vallas altas o de su nacionalización española. Pero hay un asunto que es mejor no sacar, un recuerdo que le dolerá toda la vida y que prefiere no tocar en público, un drama vital que el ambiente de los Juegos, la vida en la Villa de los atletas, ha vuelto a sacar a la superficie.

Sólo 25 centímetros la privaron del triunfo en Australia, donde compitió como una fiera herida
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Ocurrió hace cuatro años, una semana antes de la inauguración de los Juegos de Sidney. Ella estaba en Yokohama (Japón), en su hotel, cuando recibió una llamada de Julia García, su representante. "Hyginus ha muerto. Le ha atropellado un coche en Sidney". Hyginus Anugo era el novio, el amigo desde la infancia, el compañero de entrenamientos.

García había descubierto a Glory, nacida el 30 de diciembre de 1977, 1,56 metros de estatura, 52 kilos de puro músculo, cuando a los 18 años quedó subcampeona del mundo juvenil de 100 vallas en Sidney 96. "La vi en las semifinales y me dije: 'Esta chica es una bomba", cuenta García. Alozie le explicó que en Nigeria andaban muy mal de instalaciones; que su técnico, un cubano, se iba a volver a su isla y que, pese a que la primera vez que había salido de su país había sido para ir a Sidney, no le importaría emprender una aventura en Europa. "Y en la primavera de 1997 se vino a entrenarse a Madrid", continúa; "yo enseguida llamé a Valencia, al técnico Rafael Blanquer, y le dije: 'Rafa, sólo tú puedes sacarla adelante".

Glory descubrió Europa, la civilización urbana, en Valencia, viviendo en la casa de su entrenador, cuidada por su esposa. Allí progresó, dominó su extraordinaria potencia, su gran capacidad de salto, adquirió la técnica, se hizo grande. En 1998 logró la mejor marca de su vida, 12,44s, y se convirtió en la número uno del mundo: ganó 17 de las 19 competiciones en que participó. En 1999 ganó la medalla de plata en los Mundiales de Sevilla. En 2000 ya era una veterana del gran circuito. Los Juegos de Sidney iban a ser su primera gran fiesta atlética en la que su novio, Anugo, fue convocado por Nigeria para formar parte del equipo del relevo de 4x400. Pero poco después, las cosas empezaron a torcerse. Al llegar a la capital australiana, Anugo se enteró de que Nigeria no le había acreditado, de que no tenía cama en la Villa, de que tenía que buscarse la vida. Poco después, al cruzar una calle, encontró la muerte. Glory estaba en Japón, junto a Yago Lamela, para disputar el último mitin preolímpico. Desencajada, en cuanto García le dio la peor noticia de su vida, tomó un avión. Al pie de la escalerilla, en Sidney, la esperaba Blanquer. Allí comenzó una nueva pesadilla.

Nigeria se desentendió de todo lo necesario para repatriar el cadáver de Anugo y tuvieron que ser los buenos oficios de Blanquer y García con la Comunitat Valenciana quienes solucionaran el embolado. Fue entonces cuando Glory decidió solicitar la nacionalidad española, romper su vinculación con la Nigeria oficial, no con la vital. Pero antes debió competir como nigeriana, sin comer, sin dormir, con el recuerdo de Hyginus, con la miseria quemándole las entrañas. Perdió cinco kilos y, pese a todo, salió a competir como una fiera herida. En las semifinales logró el mejor tiempo de las participantes: 12,68s. En la final, sin la norteamericana Gail Devers, lesionada, pasó la quinta valla con un metro de ventaja sobre la segunda, la kazaja Shishigina. No pudo más. Poco a poco, perdió la fuerza, la ventaja, y en la última valla, la décima, Shishigina la igualó. Perdió el oro por 25 centímetros. Aquel día se prometió que en Atenas haría de la plata oro como española, con el pasaporte que tiene desde julio de 2001, con la bandera con la que dio su primera vuelta triunfal en la pista cubierta de Viena en los Campeonatos de Europa, del triunfo del que luego fue desposeída por problemas con la licencia de la federación nigeriana, con el país con el que se proclamó campeona europea al aire libre y ya sin reticencias en Múnich 2002.

Glory Alozie salta una de las vallas durante los Campeonatos del Mundo de París 2003.
Glory Alozie salta una de las vallas durante los Campeonatos del Mundo de París 2003.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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