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TENIS | Finales masculina y de dobles femeninos de Roland Garros

"No puedo haber ganado yo"

Gastón Gaudio, incrédulo ante su sueño cumplido - Guillermo Coria confiesa llorando que ansiaba la victoria para borrar la imagen de su falso dopaje

La imagen de Gastón Gaudio fue imborrable. Por una vez en su vida, fue un triunfador. Ganó en París y lo proclamó a los cuatro vientos. "Papi, mami, les dije que no vinieran para no hacer cábalas, pero les tengo en mi corazón". Lo dijo por los altavoces de la pista, justamente después de que Guillermo Vilas, el único argentino que había ganado antes Roland Garros, le entregara el trofeo de Los Mosqueteros junto al estadounidense John McEnroe. "No puedo haber ganado", repetía todavía incrédulo; "no he sido yo. Es imposible". Pero lo hizo. Ganó un grand slam y cumplió un sueño que había cobijado desde su más tierna infancia. "¡Lo había pensado tantas veces...!", agregó; "y todo ha ocurrido tal como lo había soñado, incluso con Vilas entregándome la Copa".

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Gaudio encierra sus fantasmas

Hijo de una familia acomodada que residía en uno de los suburbios de Buenos Aires creado por la expansión de los ferrocarriles ingleses, Gaudio comenzó a jugar en el club Temperley, fundado por los trabajadores británicos en las proximidades de la estación de las Lomas. Su padre le ayudó al principio, pero después sufrió un descalabro económico y Gaudio debió recurrir a ayudas de otros miembros de la familia y de inversionistas. "Pasé muchas cosas que la gente no sabe", comentó; para llegar aquí ha habido mucho sufrimiento".

En sus etapas de formación, Gaudio fue siempre por detrás de Mariano Puertas, Mariano Zabaleta y Guillermo Cañas, tres jugadores de su misma generación. No destacó hasta que le dirigió Jorge Gerosi en 1999. Pero sus dos únicos títulos, los de Barcelona y Mallorca, los ganó en 2002 con Martín Jaite como técnico. Le persiguió una leyenda de perdedor porque en algunos momentos se convirtió en el único soporte económico de su familia y eso pesó en su cabeza. Pero ayer todo quedó enterrado.

En cambio, Guillermo Coria sacó a relucir el lado más oscuro de su derrota. "Después de lo que me pasó en 2001 con todo el tema del dopaje, estaba esperando una victoria en Roland Garros para sacarme de encima toda la bronca que sentí en aquellos días", confesó Coria, que fue suspendido durante siete meses por un control positivo por nandrolona en Barcelona. El jugador alegó que había tomado unos productos vitamínicos contaminados, pero sus quejas sólo sirvieron para reducirle la sanción.

"Durante el partido me acordé del juicio, de lo que dijeron los que estaban en el otro lado", añadió Coria; "me puse muy nervioso y no veía la bola con la que ganar el torneo. Por eso tuve calambres, porque llegué aquí muy bien preparado y siguiendo los consejos de Gil Reyes [preparador físico del estadounidense André Agassi, con quien espera poder trabajar en el futuro]. No había motivos para tener calambres". Y prosiguió: "Por una vitamina de mierda contaminada sufrí mucho y ahora se me están burlando a la cara cuando absuelven a Ulirach y Rusedski [alegaron que los productos vitamínicos de su dopaje se los habían dado contaminados los fisioterapeutas del ATP Tour]. Quería una victoria para cerrar la boca a la gente que estuvo en aquel juicio. Y eso me pesó. Me acordé de todo: fueron siete meses durísimos".

Coria explicó que pasó momentos muy duros en los que incluso dejó de creer en Dios: "Pero ahora voy a creer. Ojalá me dé otra oportunidad. Espero poder dar una alegría a mi familia y a mi esposa y no defraudarles como lo hice hoy. Superé ya la muerte de un tío durante un torneo y lo del dopaje. Voy a volver. Sé que tengo muchos huevos".

Guillermo Coria.
Guillermo Coria.

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