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Reportaje:

Nacimiento y muerte del imperio Champalimaud

El magnate portugués deja muchos herederos para su dinero, pero ninguno para sus empresas

Con la muerte de António Champalimaud, dueño de la mayor fortuna portuguesa, el pasado 8 de mayo, desaparece también el imperio (en Portugal ya no hay empresas suyas) que él mismo contruyó, perdió y volvió a construir varias veces a lo largo de sus 86 años de vida. Él mismo así lo deseó. Poseído por una enorme ambición y una fuerte personalidad, llevó una vida de lucha constante contra la familia y el poder político. Ha muerto enfermo, muy debilitado, casi ciego, olvidado. Deja una fortuna de más de 2.500 millones de euros, a repartir entre sus hijos y nietos, y va a pasar a la historia como un vencedor.

Ganó en los tribunales al Gobierno portugués, que nacionalizó sus empresas en 1975, y rehízo su poderoso imperio con la indemnización
Se enfrentó a Salazar y Caetano por sus negocios. En venganza, financió al general Spínola un libro que contribuyó a la caída de la dictadura

Era la 153ª persona más rica del mundo y el mayor millonario portugués. Sus siete herederos -cinco hijos vivos y la descendencia de otros dos ya fallecidos- repartirán ahora su legado (una fortuna cifrada en 2.500 millones de euros en 2002 por la revista estadounidense Forbes). Pero en Portugal ya no quedan empresas del imperio Champalimaud. En 1999, el banquero vendió todo su grupo financiero -seis bancos y una aseguradora- al Santander para "evitar la desagregación posterior del grupo" y rivalidades entre los hijos tras su muerte, según José Freire Antunes, historiador y biógrafo de Champalimaud.

La venta del grupo Totta al Santander, supuso el paso a manos españolas, de un día para otro, del 11% del mercado financiero portugués, lo que desencadenó una enorme polémica en Portugal con el gobierno socialista de entonces, que intentando vetar la operación

Champalimaud, como siempre, ganó la batalla. Fue la última de su vida. Con ella cerró también el libro de las muchas luchas en que se vio inmerso a lo largo de su vida e intentó evitar otras posibles guerras entre los herederos. Una especie de misión totalmente cumplida y, si posible, sin derecho a epílogo.

Salvo el honor

La historia del imperio Champalimaud empieza y termina con un sólo personaje: António de Sommer Champalimaud. Y se resume en la más célebre de sus frases: "Aparte del honor, todo se compra y todo se vende".

Hijo de un pequeño empresario agrícola de origen francés, Champalimaud vivió sin preocupaciones hasta los 19 años. Cuando su padre murió, en 1937, dejó de estudiar y fue obligado a trabajar. Acabó empleado en la cementera de uno de sus tíos, Henrique Sommer, hermano de su madre. En 1942 ya era administrador de la compañía y dos años después, tras la muerte de Sommer, ocupa su presidencia. Antes, en 1941, contrajo matrimonio con María Cristina de Mello, hija y nieta de banqueros.

En el mismo año de la muerte del tío, en 1944, Champalimaud empieza la expansión del negocio del cemento a las colonias de Angola y Mozambique. Poco a poco, diversificó sus negocios y creó un imperio cementero, siderúrgico y papelero.

En los años sesenta, para asegurarse medios propios de financiación, compró el Banco Pinto & Sotto Mayor y la aseguradora Mundial Confiança. Hasta entonces, había logrado crecer con los préstamos facilitados por el banco de la familia de su mujer, de quien se divorció en 1957.

Mientras, Champalimaud tuvo que enfrentarse con sus hermanos, que le acusaron de haberse quedado ilegalmente con 10.000 acciones de la empresa del tío. El proceso se arrastró en la justicia portuguesa durante 14 años y el juicio, celebrado entre abril de 1970 y julio de 1973, han sido el más largo que ha pasado por los tribunales lusos. Una vez más, António Champalimaud ganó la batalla.

Pero este proceso le obligó a un exilio de cuatro años en México, entre 1969 y 1973, para evitar una orden de detención. Inteligente y astuto, Champalimaud no vio en eso un impedimento al desarrollo de sus negocios en Portugal, que siguió controlando desde el extranjero. Son de esta época dos de los más famosos enfrentamientos con el poder. El dictador Oliveira Salazar bloqueó su proyecto para una siderurgia y Marcelo Caetano, sucesor de Salazar, impidió la fusión de su banco con el Português del Atlântico.

Champalimaud se vengó en febrero de 1974, pocos meses después de regresar al país, cuando financió la publicación del libro "Portugal e o Futuro", del General António Spínola, que sirvió de inspiración a los capitanes de la Revolución de los Claveles algunos meses más tarde.

El industrial felicitó a los revolucionarios y presentó al nuevo gobierno un plan para la dinamización de las empresas y de la sociedad donde, con otros empresarios, proponía una inversión de 120 millones de euros. Como escribe Freire Antunes en el libro Os Espanhóis e Portugal, Champalimaud fue "el gran teorizador de la revolución liberal".

Pero el poder político volvió a traicionarlo. El 11 de marzo de 1975 sus empresas fueron nacionalizadas y se instaló en Brasil donde había empezado a construir una cementera durante el exilio en México. Casi arruinado, renació de las cenizas con el negocio del cemento y varias explotaciones agrícolas y ganaderas.

A finales de los años 80 empezó a preparar su regreso a Portugal. "Fue el único expropiado de 1975 que rechazó las migajas de las indemnizaciones" del Estado portugués, que "fueron calculadas en base a ínfimos porcentajes", aclara Freire Antunes. Prefirió hacer sus propios cálculos y procesó al Estado luso en los tribunales internacionales. Ganó todos los procesos y, en 1992, la indemnización a que tenía derecho era de 400 millones de euros, calculados en base al valor actualizado de sus empresas nacionalizadas.

"En 1975, el grupo Champalimaud crecía a un ritmo del 18% anual. Si se hubiera mantenido, hoy sería un gran grupo europeo", afirma Freire Antunes. Tenía entonces 14 fábricas en Portugal, Mozambique, Angola y Brasil y, a través del banco Sotto Mayor operaba en Alemania y Francia. "Además, apostaba por la modernidad; tenía en las cementeras los mayores y más sofisticados hornos del mundo", añade el biógrafo.

Un ave fénix

El Estado portugués tuvo que negociar con el empresario, que recibió 50 millones de euros para comprar la aseguradora que era suya en 1975. A partir de aquí, Champalimaud fue imparable. Aprovechando la privatización de varios sectores de la economía, se hizo con el banco Totta y otras cinco entidades financieras. En seis años, volvió a construir un imperio y la mayor fortuna portuguesa. En total, invirtió en Portugal más de mil millones de euros.

"Fue una historia única de muerte y resurrección", defiende Freire Antunes en Os Espanhóis e Portugal. El propio Champalimaud puso fin a la saga, con la venta de todo el grupo al Santander.

El hijo mayor de Champalimaud murió en 1978 y el sexto, considerado su gran sucesor, fue asesinado por un empleado de la familia en 1992. Hoy sólo su hijo menor, Luís de Mello Champalimaud, destaca en el mundo empresarial, es administrador de Portugal Telecom, pero no se hablaba con su padre. A la fortuna de Champalimaud no le faltan herederos, algo que si ocurría a ojos del magnate con las riendas de su imperio empresarial.

2.500 millones de herencia

Los 2.500 millones de euros de la fortuna Champalimaud se reparten por propiedades agrícolas, inversiones inmobiliarias y acciones en el sector financiero, en la industria del cemento y en una empresa de transportes.

La participación más importante es el 2,15% que António Champalimaud poseía en el capital del Santander y que representa unos 886 millones de euros. Además, la inversión en el Santander le rindió más de cien millones de euros desde 2000. También deja libre el lugar de administrador no ejecutivo del banco, que sólo el año pasado le dio una remuneración de 67.000 euros.

En Brasil, el empresario dejó dos explotaciones agrícolas y de ganado, y la cementera Soeicom, que fundó en 1976. Con capacidad para producir dos millones de toneladas de cemento al año, Soeicom es una de las mayores empresas de su sector en Brasil. Champalimaud se mantenía como presidente de la compañía, pero toda la administración está en manos de ejecutivos brasileños.

En Portugal, en la actualidad, Champalimaud sólo tenía patrimonio inmobiliario.

Esta semana, en un comunicado de la familia, se supo que el empresario dejó escrito en su testamento que el 24% de su herencia (entre 400 y 600 millones de euros) se destinará a la formación de una fundación para el desarrollo científico de la medicina que tendrá a Leonor Beleza, que fue ministra de Sanidad con Cavaco Silva, como presidenta.

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