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57º FESTIVAL DE CANNES

Llegan los rostros de las voces de 'Shrek'

Suenan los primeros comentarios críticos, muy elogiosos, para 'La mala educación', de Almodóvar

Con un golpe de buen olfato, los programadores del búnker de La Croisette han destinado el mejor horario del mejor día del festival, la sesión en la noche de ayer, al estreno de Shrek 2, segundo capítulo de lo que promete ser una larga saga de cine de animación, que echó a andar precisamente aquí a medidos de mayo de 2001, hace exactamente tres años.

Sostenidos por DreamWorks, una productora inteligente y situada a medio camino entre las aprendizas de major y los focos permanentes en que se refugia el cine independiente californiano, los inventores de la mina cinematográfica de Shrek, el realizador Andrew Adamson y el productorJeffrey Katzenberg, se han tomado tres años de esmero y cautelas para prolongar el enorme y maravilloso estruendo que su primer filme levantó en el mundo. Ahora, en el segundo episodio de esta aventura, la delicia continúa e inunda de gracia y de rincones desconocidos de la luz del cine a ojos que viéndola no salen del asombro. Se esperaba en Shrek 2 un simple eco mimético de la película desencadenante, pero ese eco ha sido pulverizado por la pegada frontal de una película con induscutible y poderosa entidad propia y que muestra una refinada y recia construcción, por lo que formalmente va más allá de donde llegó la película madre.

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Ésta contaba con la ventaja de un baño de asombro inicial, el de toda ocurrencia viva y vivificadora inédita, recién inventada. Los creadores de Shrek 2 sabían perfectamente que el efecto de sorpresa estaba por fuerza neutralizado de antemano y que no era ya posible remover el reclamo de la originalidad. Y movieron otras cuerdas, sobre todo la de una construcción de altísimo esmero, elaborando un guión que -sin contar con la gran singularidad de la trama inicial y de los gags que ésta lleva aparejados- suple aquellos dones con un insuperable armazón dramático, un vigoroso instinto cómico y un trabajo de decantación literalmente prodigioso de los personajes, que son afinados hasta el refinamiento y dan lugar a un filme repleto de identidades dramáticas exactas y de personajes y recorridos cómicos y poéticos. Un hermoso cuento que rebosa ingenio, que revienta de gracia y que es pura música hablada. De ahí, de esa música, proviene el agradecimiento que causó la presencia ayer aquí de los dueños de las ocho voces que trenzan en Shrek 2 su maravillosa musicalidad. Son profesionales de alto rango en el cine de Estados Unidos. Mike Myers, que interpreta al ogro Shrek; Cameron Díaz, que da voz y alma a la princesa ogra Fiona; Eddy Murphy, el gran histrión que electriza desde dentro la formidable figura del Asno; la eminente Julie Andrews, que borda a la mamá de Fiona, la reina Lillian; John Cleese, un fugado del corral de los Monty Python que llena de voz susurrada el rostro del rey Harold; el gran comediante Rupert Everett, que da un curso en el arte de ser un príncipe encantando; la dulce y a veces esquinada hada buena que crea Jennifer Saunders y, sobre todo, el irresistible gato español, chulo, cínico y espadachín, que Antonio Banderas mete dentro de los más vivos calambres interiores de este magnífico juego de electricidades escondidas detrás de una inefable galería de muñecos informáticos. Moldeados y movidos a través de un ordenador, su identidad visual y gestual adquiere en Shrek 2 alturas de virtuosismo difícilmente superables, como todo cuanto envuelve a lo que respira el aire de las obras maestras.

Otro lado gratificador de este fin de semana de glamour y escaparates en Cannes nos concierne más que a nadie a los españoles. Son los primeros ecos de la respuesta de la crítica francesa al paso de La mala educación, de Pedro Almodóvar, por la sesión inaugural del festival. La película ya ha sido estrenada y se sabe que el primer día vendió cerca de 60.000 entradas, nada menos. Comienza a dejar huellas y las primeras críticas que lo han puesto por las nubes fueron las de Liberation y Le Nouvelle Observateur. Luego ha circulado por aquí la chusca frase de Quentin Tarantino, que es el presidente del jurado internacional del festival, de que la película de Almodóvar le había parecido "jodidamente asombrosa". Luego aparecieron en el panel de calificaciones de 14 críticos en la revista Le Film Française nada menos que cuatro declaraciones de "obra maestra" para La mala educación; más otras seis proclamaciones de "entusiasmo apasionado" y cuatro más de "alta estima".

En el comentario crítico de Thomas Sotinel en Le Monde leemos: "La mala educación cuenta cosas terribles... que se articulan en una intriga de precisión aterradora. Director cuya creciente maestría se traduce en una admirable economía de medios, Almodóvar se ha convertido también en un guionista impresionante". Y Jean-Michel Frodon en, Cahiers du Cinema: "Una obra con la coherencia y la exigencia intactas, más tensa y compleja que Todo sobre mi madre y Hable con ella, asume más riesgos con el mismo acierto que sus predecesoras". Y Olivier de Bruyn en Premiere: "En La mala educación todo es negro, como la autodestrucción, la identidad rota, la muerte... Pese a su siniestro ambiente, el deseo y la pasión trazan en ella líneas de huida vitales... que proporcionan al filme su energía feroz. Almodóvar muestra un rigor implacable que nos remite a las obras americanas de Fritz Lang. Más que nunca en el director de Hable con ella el fuego quema por dentro".

Eddie Murphy, Andrew Adamson, Cameron Díaz, Mike Myers y Antonio Banderas, en Cannes.
Eddie Murphy, Andrew Adamson, Cameron Díaz, Mike Myers y Antonio Banderas, en Cannes.REUTERS
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