Música contra la guerra
En plena guerra fría, el compositor británico Benjamin Britten (1913-1976) alzó su más elocuente palabra musical contra la violencia. El estreno mundial de su Réquiem de Guerra, opus 66 (War Requiem) dejó sin aliento al público que asistía a la consagración de la nueva catedral de Coventry, en mayo de 1962. Más de 40 años después, el credo pacifista de esta monumental partitura, quizá la más importante obra coral del siglo XX, inundará el Auditori de Barcelona el próximo día 14 en la primera gran cita musical del Fórum 2004, bajo la dirección de Mstislav Rostropóvich.
Música para la paz, la convivencia y la diversidad cultural. Música para el diálogo. La elección del Requiém de Guerra responde a los grandes temas que inspiran la celebración del Fórum e invita a la serena reflexión en una escena política internacional marcada por la sinrazón de las guerras, el odio, la venganza y la desconfianza. Contra esas lacras luchó durante toda su vida Britten, infatigable pacifista y defensor de los derechos humanos. Con los mismos ideales que hoy sigue defendiendo su amigo Rostropóvich, al que dedicó la maravillosa Sonata para violonchelo un año antes del estreno del War Requiem.
Mito viviente que respira música y combate la intolerancia con la misma fogosidad que derrocha en los escenarios, Rostropóvich se pondrá al frente de la descomunal plantilla coral y orquestal que exige la obra de Britten: la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), una masa coral integrada por el Orfeó Català, el Cor Madrigal y la Escolanía de Montserrat, y un trío de voces solistas formado por la soprano rusa Olga Guryakova, el barítono danés Bo Skovhus y el tenor australiano Steve Davislim.
La primera audición del Réquiem de Guerra en la catedral de Coventry fue recibida con entusiasmo por el público y la crítica. La obra simboliza la cicatrización de las heridas causadas por la Segunda Guerra Mundial. Más que consuelo para los vivos Britten concebía la obra como "reparación" para los muertos, dedicada a todos los que habían perdido la vida a causa de una guerra. En la novedosa estructura de la obra utilizó poemas del capitán Wilfred Owen (1893-1918), muerto a los 25 años al final de la Primera Guerra Mundial, que se intercalan, en un estremecedor y sincero contrapunto poético, con el texto latino de la Misa de Difuntos. La combinación de textos y lenguas (inglés y latín), la tensión musical y el sentido escénico, revelan la imaginación de un genial músico teatral.
Tres planos distintos se superponen en la música del Réquiem de Guerra. En el primero, dos soldados, un inglés y un alemán -sus voces fueron escritas para el tenor Peter Pears, compañero y destinatario de la obra lírica britteniana, y el barítono Dietrich Fischer-Dieskau-, acompañados por un conjunto de cámara. A ellos confía siempre la expresión privada y personal de los poemas de Owen. En un segundo plano se sitúan los cantantes de la misa oficial: la soprano solista -su parte fue escrita para Galina Vishevskaia, esposa de Rostropóvich-, la masa coral y la gran orquesta sinfónica. Ellos representan la expresión ritual del duelo, la súplica, la plegaria de toda la humanidad. Queda un tercer plano al fondo del escenario: los niños, con acompañamiento de órgano, como un coro situado en el limbo que simboliza la pureza.
Britten explora el espacio acústico y las posibilidades sonoras de sus efectivos continuando en muchos aspectos el espíritu de Gustav Mahler y su mastodóntica Sinfonía número 8 De los mil . Sin olvidar la tradición coral inglesa, con nuevas ideas y un apabullante dominio de la escritura vocal, Britten ensaya un híbrido, un singular cruce entre oratorio y ciclo de canciones. En la música y la palabra, con esa extraña asociación de textos sagrados y comentarios poéticos de Owen, asombran los contrastes y el vigor en la continuidad dramática.
Rostropóvich vivió muy de cerca la gestación de esta bellísima y espectacular obra. El gran violonchelista, director de orquesta y pianista de Azerbaián, pertenecía al círculo más íntimo de amigos de Britten, que le dedicaría sus tres suites, la Sonata para violonchelo y la Sinfonía para violonchelo. La mujer de Rostropóvich, Galina Vishneskaia, no pudo, sin embargo, actuar en el estreno del War Requiem, ya que las autoridades de la Unión Soviética prohibieron su salida de Rusia. Fue sustituida por su colega británica Heather Hearper, que compartió escenario con Pears y Fischer-Dieskau.
Britten no asumió en solitario la dirección del estreno, prefirió dirigir el conjunto de cámara y confiar el timón orquestal a Meredith Davies, uno de los dos intérpretes previstos para el solemne concierto en la catedral de Coventry. El otro candidato fue el gran director de orquesta italiano Carlo Maria Giulini, que fue finalmente descartado. Giulini dirigió seis años más tarde la obra en el Festival de Edimburgo, con Peter Pears entre los solistas vocales, en una emocionante versión que fue grabada en directo por la BBC y recientemente ha sido editada en cedé en la colección BBC Legends.
Vishnevskaya, Pears y Fischer Dieskau -el trío de voces soñado por Britten- pudo interpretar por fin la obra, bajo la dirección del propio Britten pocos meses después de su estreno mundial. En enero de 1963, en el Kingsway Hall de Londres, el legendario productor discográfico John Culshaw reunió al fenomenal trío de solistas en una versión editada por Decca, que contó con la Orquesta Sinfónica de Londres, una masa coral integrada por el coro de la orquesta, el Bach Choir, el Melos Ensemble y el organista Simon Preston.
La histórica versión dirigida por el compositor encabeza una notable discografía en la que destacan las dirigidas por Giulini, Simon Rattle (Emi), Kurt Masur (Teldec), Richard Hickox (Chandos), Robert Shaw (Telarc) y Martin Brabbins (Naxos). En el terreno del cine destaca el filme dirigido en 1989 por Derek Jarman, con Laurence Olivier, que utilizó como banda sonora la grabación dirigida por Britten.
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