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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historia de un fracaso escolar

Escuela pública, historia y nación constituyen una formidable trinidad sin la cual no seríamos lo que somos, lo cual no es necesariamente un elogio. Sobre todo a partir del siglo XIX, se pone en marcha con la enseñanza pública en Europa una máquina, que habría querido ser apisonadora, de fabricar naciones. Esta máquina, de la que el estudio de la historia constituía ariete principal, pretendía, como decía Jordi Pujol pero sólo refiriéndose a Cataluña, hacer país. Había que contarle al ciudadano quién se supone que era y convencerle de que una serie de mitos, más o menos disparatados, formaban un glorioso patrimonio común que le justificaba ante y, especialmente, contra el extranjero. Una ingeniería de memoria selectiva y una enorme capacidad de olvido estaban en la base de un sólido sentimiento patriótico, en alguna medida xenófobo. A la vista de todo ello, no hace falta decir que en España la operación fue cualquier cosa menos un éxito.

USOS PÚBLICOS DE LA HISTORIA

Juan José Carreras Ares y Carlos Forcadell (editores)

Marcial Pons. Madrid, 2003

360 páginas. 20 euros

Este volumen editado por los profesores Carreras Ares y Forcadell, que recoge las ponencias del VI Congreso de Historia Contemporánea celebrado hace dos años en Zaragoza, es un paseo razonablemente completo, a veces encendido de santa indignación, con capítulos brillantes, y siempre útil sobre lo que ha sido la enseñanza escolar de la historia en España en los últimos dos siglos. La historia de un fracaso.

Se incluyen también excur-

siones a la historiskerstreit alemana, un episodio de historia económica, otro de historia de lo ambiental, y una digresión sobre psicoanálisis, historia y verdad, en capítulos muy estimables, pero algo supernumerarios para lo que parece el nudo del libro.

Lo más funcional de la obra comienza en la página 89 con la ponencia de Pérez Garzón, que debate con ira las construcciones monolíticas, no ya interesadas sino objeto de la más analfabeta manipulación, a partir del siglo XIX. Sin duda todo ello es cierto, pero no era mucho mejor lo que se hacía contemporáneamente en Francia, por ejemplo, donde a fin de siglo había manuales en los que se hablaba de su país como "bendecido por los dioses -en plena guerra con la Iglesia católica- encrucijada de grandezas", que tiene lo mejor del Norte "diligencia, laboriosidad, sentido cívico" y del Sur "genio artístico, capacidad vital", etcétera. Un paraíso. Pero lo peor de esa historia era que no llegaba a casi nadie y que, por ello, España no se fabricó ni bien ni mal, lo que quiere decir muy mal. Y junto al, en todo caso, magnífico trabajo de Pérez Garzón, notabilísimas aportaciones de Carolyn P. Boyd, sobria, elegante, tan decisiva como impasible; de Pilar Maestro, documentadísima, con la implacabilidad de los hechos; Pérez Facal, lleno de propuestas, de generosidades que sólo tropiezan con la evidencia de que a los niños es difícil contar algo que no sean mitos; Mainer, con un homenaje exaltado a Francisco Rico, en una recordación incluso épica de los años de la reconquista cultural de España y con esa enternecedora apostilla del mundo de las trenzas, las barbas, las faldas plisadas y el pelo recogido en cola de caballo.

Ése es el compacto de nuestro pasado en versión para nacionalistas amantes de la simplicidad y el autoelogio, recogido en la historia de nuestra historia. La misma que debería comenzar por reescribir la conquista, colonización, ¿destrucción? de las Indias para todos los escolares españoles y amueblar, como es debido, el futuro.

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