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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Rubén González, pianista cubano

Diego A. Manrique

El pianista Rubén González, que falleció el lunes en su casa a los 84 años, fue enterrado el pasado martes en La Habana; su familia estuvo acompañada por Omara Portuondo y otros admiradores.

Olvidado en Cuba, el público internacional le descubrió en 1997 con Buena Vista Social Club y vivió feliz un tardío reconocimiento. La trayectoria de Rubén González cubre muchas de las décadas más productivas de la música cubana. Nacido en Santa Clara en 1919, creció en el pueblo de Encrucijada. Según le gustaba recordar, una vez al mes viajaba con su madre al conservatorio de Cienfuegos; la profesora, Amparo Rizo, advirtió sus dotes y le puso como ejemplo de alumno prometedor. Pero la carrera de músico estaba muy mal recompensada y la familía insistió para que Rubén se convirtiera en médico. A los 21 años decidió abandonar tanto el conservatorio como la medicina y se trasladó a La Habana, ingresando con todos los honores en la bohemia musical de la capital.

Eficaz como acompañante y brillante como solista, Rubén pasó por el Conjunto Camayo, Los Hermanos o la Orquesta Paulina, compartiendo escenario con futuras estrellas como el vocalista Raúl Planas y el percusionista Mongo Santamaría. Sin embargo, los conceptos musicales de Rubén tomaron forma al lado del revolucionario Arsenio Rodríguez, el tresero ciego que incorporó elementos del jazz a las formas afrocubanas más recias. Arsenio le insistió en que desarrollara una voz propia al piano y se olvidara de seguir las modas.

Hizo giras por el continente americano y tenía gratos recuerdos de su temporada en Buenos Aires, donde se adaptó al repertorio del tango. A su regreso a La Habana, tocó con el Conjunto Kubanacana y con Senén Suárez, conociendo desde el Tropicana hasta locales de barrio. En los primeros años del castrismo, cambiaron las reglas del juego: se cerraron muchos cabarets y los músicos se convirtieron en funcionarios. González entró en la orquesta de Enrique Jorrín, el difusor del chachachá, donde estuvo un cuarto de siglo, ascendiendo incluso al puesto de director. No le faltó trabajo pero perdió la oportunidad de viajar y crear en libertad: sus grabaciones para el sello estatal, EGREM, contenían una lamentable música ambiental.

La historia de su recuperación ya ha entrado en la leyenda. Jubilado y sufriendo las carencias del Periodo Especial, no pudo evitar que el piano de su casa se cayera a pedazos y acudía a los estudios de EGREM esperando la oportunidad de atacar las teclas. A mediados de los noventa, allí se encontró con Nick Gold y Ry Cooder, un disquero inglés y un guitarrista estadounidense, que se quedaron maravillados con el sabor de su piano, por no hablar de la tenacidad de un hombre que se olvidaba de la artritis cuando se sentaba a tocar.

A toda Cuba le gusta, con Afro Cuban All-Stars, y Buena Vista Social Club, el gran cónclave de veteranos que coordinó Ry Cooder, difundieron el milagro de aquel pianista setentañero. Como a Ibrahim Ferrer, Gold le lanzó luego en solitario. Introducing... Rubén González (1997) y Chanchullo (2000) fueron éxitos internacionales y Rubén actuó hasta 2001. Verle en directo era una experiencia incómoda: había que llevarle hasta el piano, marcarle sus entradas y retirarle cuando la orquesta se marchaba. Sin embargo, cuando se sumergía en la música, parecía el hombre más feliz del mundo, el paradigma del torrencial pianista cubano.-

La vieja guardia de la música cubana acudió al entierro del pianista  Rubén González. A la derecha, Omara Portuondo.
La vieja guardia de la música cubana acudió al entierro del pianista Rubén González. A la derecha, Omara Portuondo.ASSOCIATED PRESS

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