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Reportaje:

Religión y ayuda mutua

Los inmigrantes utilizan su comunidad religiosa como estrategia para integrarse en el país de acogida

Si se colocaran altavoces en los diferentes templos de Barcelona, la variedad de idiomas sorprendería a la ciudad. Servicios católicos en tagalo, sermones evangélicos en chino, cánticos ortodoxos en ruso o rumano, plegarias en árabe... Es evidente que en los últimos años la inmigración ha revitalizado la actividad religiosa. Los sociólogos apuntan que las comunidades de creyentes conforman una de las principales estrategias que utilizan los inmigrantes para integrarse en el país de acogida.

Dina Zisso es una joven judía venezolana. Tiene 25 años y hace más de uno que llegó a Barcelona como estudiante. Enseguida se puso en contacto con la comunidad israelí y, gracias a ello, se enteró de que en la escuela sefardí necesitaban una suplencia para los cursos de verano. Ahora ha sido contratada fija y reconoce que "el hecho de pertenecer a la comunidad ayuda a conseguir trabajo. Esta comunidad siempre se ayuda".

El pastor consejero de Jóvenes Baptistas de Cataluña, Francesc Montaño, siempre se acuerda del rumano que llegó hace más de un año sin papeles, dejando allí a su mujer e hijos. "Le conseguimos un trabajo en los bosques de Cuenca, lo ayudamos a legalizar su situación y ahora lo estamos ayudando para que traiga a su familia".

El catedrático de Antropología de la Universidad de Barcelona, Manuel Delgado, explica que los inmigrantes, cuando llegan al país de acogida, buscan estrategias para integrarse en la sociedad. "La participación en una comunidad religiosa da un sentido de continuidad, al mismo tiempo que funciona como mecanismo de integración en sus propios términos".

Diferentes líderes religiosos coinciden en que han tenido que diversificar sus actividades y servicios para adaptarse a los nuevos feligreses que han llegado en los últimos años. Así, el vicepresidente laico de la Iglesia ortodoxa, Jaume Hereu, explica que ha tenido que aprender "algunas palabras en ruso" y que ahora "en el coro se canta muchísimo en cualquier idioma de Europa del Este".

Un portavoz del Arzobispado de Barcelona explica que hace dos años tuvieron que destinar una parroquia para atender las necesidades específicas religiosas de los filipinos, que incluyó la llegada de un sacerdote de esta nacionalidad. "Es una comunidad muy practicante y ahora pueden asistir a un servicio en tagalo los domingos por la mañana" en una iglesia del Raval. El tagalo se ha unido a la oferta católica de Barcelona junto al inglés, alemán y francés.

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La comunidad india de religión sij cuenta con 600 miembros en Barcelona y un templo en la calle de la Unió. Hace ya 10 años que se instaló en la ciudad y en 2002 celebró el ritual de bienvenida de su libro sagrado, el Guru Granth Sahib, procedente de Alemania, con una procesión por La Rambla.

El rabino de la comunidad judía ATID, Ariel Avery, argentino de 35 años, comenta que ahora realizan asados argentinos, tienen grupos de apoyo para inmigrantes y han creado una bolsa de trabajo. "No ofrecemos trabajo ni papeles, pero sí un lugar donde se sienten bien y en el que pueden establecer contactos con gente de aquí".

Hereu, por su parte, cuenta que la ayuda que brindan a los extranjeros ha cambiado a medida que el número de inmigrantes se ha incrementado. Cuando la Iglesia ortodoxa de Cataluña empezó a recibir personas de Europa del Este, hace aproximadamente 15 años, se les podía alojar en las casas de otros miembros de la Iglesia. Actualmente, la ayuda se ofrece a través de la Cruz Roja, repartiendo alimentos y ropa o mediante grupos de orientación dirigidos por inmigrantes ya integrados.

Pero la ayuda también es recíproca. La cantidad de inmigrantes, en su mayoría argentinos, que ha ingresado en la comunidad israelí "ha supuesto que el número de alumnos en la escuela hebrea sefardí de Barcelona se haya multiplicado", dice el director de la escuela, Samuel Solama. Por su parte, la Iglesia evangélica ha crecido el 50% en los últimos dos años gracias a la inmigración de latinoamericanos y ciudadanos de los países de Europa del Este. El pastor Montaño explica que en Cataluña hay en esa Iglesia unos 200.000 miembros, de los que "100.000 son inmigrantes, en su mayoría suramericanos".

Delgado explica: "Muchas veces son más fervientes aquí que en su propio país de origen, debido a que los inmigrantes buscan evitar la desintegración de su identidad a través de la religión". Montaño está de acuerdo con el catedrático y agrega como anécdota que hasta ha habido personas que "se han hecho pasar por evangélicos para recibir ayuda".

La utilización de la religión para integrarse en un país de acogida es, a juicio de Delgado, completamente comprensible porque los inmigrantes quieren adaptarse a la sociedad "sin perder la identidad ni la dignidad propia. Intentan superar, en sus propios términos, el impacto de llegar a un país diferente".

Predicar en la calle

"¡Jesús, Jesús!", grita el pastor Jomah Huehue. "¡Poder, poder!", le responden cantando y bailando unos 40 feligreses que se congregan en un lado de la plaza de Catalunya. "¡Jesús!". "¡Poder!". La cadencia del cántico y el ritmo de la danza se aceleran hasta culminar en un multitudinario abrazo. Todos los fieles llevan sus mejores galas. Los hombres, traje y chaqueta; las mujeres, vestidos de vivos colores. En la plaza más céntrica de Barcelona, el grupo bate palmas, zapatea y lanza mensajes sobre el advenimiento del Apocalipsis.

Son evangelistas de África occidental. El pastor Huehue, un hombre bajito, vestido con una impoluta camisa blanca, salió de Liberia hace cinco años huyendo de la guerra civil. Desde entonces vive en Barcelona, donde se encarga de la pequeña iglesia Holy Ghost del barrio de Sants. "Hemos decidido venir a la plaza para transmitir nuestro mensaje a toda la ciudad". Huehue habla inglés. Para traducir está su ayudante, Amadu Kamara, quien repite el sermón en castellano: "¡El fin del mundo está cerca!". "¡Sí!", replican los asistentes. "Con la llegada de Jesús, sólo los puros se salvarán", argumenta el pastor.

Comienzan las confesiones y el grupo se alinea con los ojos cerrados. El pastor escucha a cada uno de ellos, con sus rostros tan pegados que las narices se rozan. Una mujer argentina explica el caso de su hijo. La receta de Huehue es sencilla: "Si cree realmente en Jesús, dejará el alcohol y volverá con usted. Si no, estará condenado". Huehue tiene la respuesta para todas las desgracias y problemas: Jesús.

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