_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La amante de Duchamp

Victoria Combalia

He puesto este titulo, querido lector, porque si hubiera puesto La escultora María Martins o La increíble vida de María Martins, tal vez no habría atraído suficientemente su atención. Éste suele ser el destino de aquellas mujeres que tuvieron por amante a un personaje famoso y a quienes se les reconocen sus méritos propios tan sólo con el paso de los años y el cambio de mentalidades.

Sobre María Martins ha leído una excelente tesis en la universidad de Barcelona la brasileña Maria Graça Ramos, y me fui rauda a escucharla porque sabía que María Martins había sido la modelo para Etant donnés, la famosa última obra de Duchamp (iniciada en l946 y terminada en l966), donde el espectador mira a través de un agujero de una vieja puerta española una críptica escena con una mujer estirada en un lecho de ramas, las piernas separadas, el sexo muy abierto y desplazado, y con una lámpara de gas en su mano izquierda. Duchamp trabajó secretamente en Etant donnés durante muchos años, ya que prefería no enseñar nada a nadie (lo que él llamaba go underground) y no exponer. "Exposer ressemble trop à épouser", había afirmado el gran soltero, quien apenas vendió obras hasta unos años antes de morir. María fue también la destinataria de un bajorrelieve preparatorio para el Etant donnés, hoy en el Museo de Estocolmo, para cuya manipulación Duchamp dio indicaciones bien precisas: "En caso de reenmarcarlo, no hay que tocar a la mujer, cuya epidermis está manchada de mina de plomo; esta mina de plomo no está fijada y no puede estarlo". Como se sabe, y a pesar de promover un arte mental y no retiniano, Duchamp concedía una extraordinaria importancia a los detalles técnicos y materiales de sus objetos y assemblages.

María Martins, modelo de 'Etant donnés', la última obra de Duchamp, y escultora con nombre propio

Es también a ella a quien, en l946, le regala una de sus boîtes en valise con un dibujo titulado Paisaje fautif (Paisaje falible, defectuoso) realizado con su propio esperma. Hoy en día, cuando todo el mundo realiza obras de arte con sus flujos corporales, no está de más recordar que Duchamp, pionero, como Picasso, en casi todo, hizo esta mancha en l946, a la vez como un regalo de carácter sumamente íntimo y, como casi siempre en él, como una obra que jugaba con un irónico título. Finalmente, con relación a Duchamp, también el seno de María fue el modelo para la famosa obra Prière de toucher, cuya versión seriada constituiría la portada del catálogo de la Exposición Internacional del Surrealismo de la galería Maeght, en l947.

La vida de María Martins es tan apasionante como ella debió de serlo. Hija de un ministro de justicia brasileño, nació en l894 y se casó en primeras nupcias con el historiador Tarquinio de Sosa. Mas tarde se volvió a casar, esta vez con el embajador de Brasil en Estados Unidos Carlos Martins, de quien tomaría el nombre. Fue alumna de Jacques Lipchitz y, ya como escultora profesional, aprendió la técnica de la fundición en Bélgica, donde inició su amistad con el rey Leopoldo. Se dice que el poder la atraía y siempre se ha rumoreado un romance con Mussolini en los años veinte, romance sobre el cual, según Maria Graça Ramos, no existe ninguna prueba. Inteligente, curiosa, de gran carácter y con ideas propias, coleccionó armas medievales, estudió la filosofía budista, escribió sobre China y sobre los líderes religiosos de la India, y fue amiga de numerosos pintores y escritores, uno de los cuales fue Mondrian, con quien expuso en Nueva York en los años cuarenta y a quien compró el famoso lienzo Victory Boggie-Woogie, que luego María donó al MOMA.

André Breton la conoció en l943, en su exilio neoyorquino, y en un bello texto de l947 publicado en Le Surréalisme et la Peintu-re alaba en ella su capacidad "para cantar la pasión humana" e ir a las fuentes primitivas. Su escultura, en efecto, rompe con el clasicismo en su país para hallar un lenguaje propio en el que se mezcla lo humano, lo vegetal y lo animal. La influencia de Lipchitz es a veces palpable, pero el surrealismo -de cuyo grupo formó parte, exponiendo en varias de las principales colectivas de posguerra- y la propia imaginería brasileña (la Cobra Grande o Gran Serpiente, o el mito de Yara, la gran devoradora de hombres) están también presentes en sus esculturas, que hablan del poder del erotismo y de la violencia del sexo. Quizá por esto último su obra fue, según María Graça Ramos, muy criticada en aquel atrasado Brasil de los años cincuenta, e incluso fue calificada de "obscena". "Se consideraba a María Martins más como a un personaje público, mujer de embajador y polemista en la prensa (donde criticaba vehementemente la rancia política artística de su país), que como a una escultora con nombre propio" , añade Ramos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La relación con Duchamp duró entre l946 y l951, pero aunque se truncó con la entrada en la vida de Duchamp de Teeny Matisse (la ex esposa del gran marchante Pierre Matisse, con la cual Marcel contraería matrimonio en l954), Graça Ramos ha descubierto que la correspondencia no se rompe abruptamente tal como se había dicho. Existen cartas hasta el final de la vida de Marcel y aún se vieron en l966, dos años antes de la muerte del dadaísta. María, mundana y cosmopolita, parece que se aburrió en aquel encuentro, y tampoco quiso nunca dejar su status ni su familia por un artista admirado entonces tan sólo por una pequeña corte de intelectuales. Ahora Duchamp es un dios, y María una de sus excelentes interlocutoras, cuya obra plástica empieza a estar presente en cualquier colectiva surrealista que se precie y obligatoriamente en cualquier representación de arte brasileño, donde ocupa un puesto de honor junto al de Tarsilia de Amaral y Lygia Clark.

Victoria Combalía es crítica de arte.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_