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Reportaje:

El endiablado boleto 14.681

Una lotera deberá pagar dos millones de euros a un jugador de la primitiva al perder su apuesta

Javier Arroyo

27,30, 33, 39, 40, 43. Número complementario, 48. Ésta fue la combinación ganadora del sorteo de la primitiva del jueves 11 de octubre de 1990. Los españoles apostaron aquella jornada 2.306 millones de pesetas y el premio gordo superaba los 300 millones de pesetas si sólo había un ganador. Y lo hubo. Y no lo hubo. No lo hubo durante 13 años. Ahora una sentencia judicial dice que sí lo hubo.

Sí hubo un boleto, el 14.681, en el que constaba esa combinación. Estaba sellado por una administración de lotería y, aparentemente en orden. Sin embargo, en aquel momento, los boletos de la Primitiva tenían tres copias, una para el apostante, otra para el lotero y la última para el Organismo Nacional de Lotería. Y del boleto 14.681, sólo apareció la copia del apostante y el órgano gestor de la lotería anuló el boleto.

Por eso, durante 13 años, nadie acertó oficialmente la combinación ganadora. Ahora, los jueces han rectificado esa situación. El sorteo de la jornada 41 de 1990 sí tuvo un acertante. Y lo peculiar es que, por una vez, no será el órgano gestor de la lotería quien pague el premio. Será la lotera quien resarza al ganador porque, dice una sentencia del Tribunal Supremo, ella selló un boleto premiado y ella la que provocó, en cierto modo, que se anulara aquel boleto al perder los justificantes que tenían que llegar al Organismo Nacional de Loterías.

La sentencia no deja dudas: Torcuato Muro es el ganador de aquel sorteo porque tiene un boleto sellado y con todas las bendiciones, además de todos los números, y tendrá que recibir de manos de Dolores Montero, la lotera que en aquel momento regentaba la administración de loterías número 16 de Granada, el premio de aquel sorteo, algo más de 1,8 millones de euros más los intereses que hubiera producido ese dinero en una entidad bancaria desde entonces. En total, una cifra que supera los dos millones de euros. Este periódico intentó localizar ayer, sin éxito, a Muro.

La versión de José Vives, abogado e hijo de Dolores Montero, es bien distinta. Vives cuenta que todo lo ocurrido aquella fatídica semana fue una estafa. Según dice, Torcuato Muro selló el boleto un martes, 9 de octubre, dos días antes del sorteo. Su madre, de 70 años entonces, estaba despachando. Fue el primer cliente de aquella tarde. Él mismo estaba en la trastienda y escuchó todo lo que ocurrió. Según su versión, Muro rellenó una sola columna de aquel boleto y pidió que se la sellaran. Cuando ya estaba sellada, le pidió a Dolores que se la diera porque quería poner su nombre en el papel. Dolores le dijo que no era necesario pero él insistió. La lotera le devolvió el original y las dos copias y Torcuato las cogió para apuntar su nombre. Segundos después, dice Vives, el apostante presentó a la lotera un boleto sin sellar y le dijo que lo sellara. Ésta se quejó de que ya se lo había sellado pero ante la insistencia de Muro, selló aquella segunda apuesta.

Muro tenía entonces dos boletos sellados, mientras que la administración sólo tenía documentado uno. Ahí esta el truco para Vives: se quedó con un boleto sellado con columnas de sobra para rellenar a posteriori. Él reconoce que escuchó lo que ocurría pero que, como estaba a lo suyo, no fue capaz de reaccionar. En el arqueo previo a enviar los documentos a la Organización de Loterías, Vives se percató de que faltaba el boleto 14.681. Lo notificó y los gestores de la Lotería anularon ese boleto. Además, acudió a la policía, antes de que se realizara el sorteo, a presentar una demanda por estafa y falsedad contra Torcuato Muro.

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Desde entonces, el premio gordo se ha dirimido en los tribunales. Aquella demanda se vio por la vía penal y, en 1994, le negaron la razón a la lotera. Torcuato pasó entonces a la acción. Presentó una demanda en los juzgados granadinos sin conseguir el gran premio. Siguió y siguió hasta que el Supremo le ha dado la razón. Según sus magistrados, nunca ha quedado acreditada la artimaña del metisaca del boleto sellado a falta de rellenar con los aciertos después. Los jueces dicen que lo ocurrido es sencillamente un caso en el que la lotera, que ahora tiene más de 80 años y ha cedido la administración a su hija, no cumplió con su obligación de custodiar el justificante.

Dolores está muy afectada, dice su hijo y abogado. "Está en casa, hundida". Vives dice que apelará al Tribunal Constitucional. En cualquier caso, dice, su madre "no tiene nada". Asegura que "las deudas son personales y la sentencia no declara ningún responsable subsidiario". Si finalmente decide apelar, el boleto 14.681 seguirá dando tumbos judiciales otros cuantos años.

Sistema infalible

Dolores Vives despachaba primitivas ayer en la misma administración en la que su madre despachó el fatídico boleto hace 13 años. A Dolores se le notaba un poco hundida por la sentencia. Ahora, cuenta ella, no podría pasar lo que pasó entonces. Ya no hay tres copias, con la posibilidad de que se pierdan; tampoco hay sello que valga. La informática y las tecnologías de la información cumplen un papel que le hubiera ahorrado muchos disgustos a su madre. Dolores funciona ahora de otra manera. La lotera recibe de sus apostantes de lotería Primitiva un papel en el que ellos mismos han marcado los números que juegan. Frente a lo que pasó 13 años atrás, ese papel dejará de tener valor un minuto después. La responsable de la administración introduce el boleto rellenado a bolígrafo en una máquina que, mediante un lector láser, lee los números apostados. La máquina entonces, imprime un boleto con esa apuesta y lo señala con un código de barras. Esa misma información los envía la máquina al Organismo Nacional de Loterías de España.

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