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Columna
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Fantasías letales

La guerra de Irak se ha complicado. No debiera sorprender. Todas las guerras se complican para una parte o para todas por causas fortuitas e impredecibles o por errores de estrategia, cálculo e información. En Washington, Dick Cheney y Donald Rumsfeld aún insisten en que la estrategia que habían elaborado Wolfowitz, Richard Perle y sus visionarios civiles en el Pentágono y que ellos impusieron a los generales era y es la correcta. Los mandos militares llevan ya una semana contradiciéndoles y ya surgen críticas en Washington. Algunos recuerdan con espanto que Rumsfeld presentó un plan para derribar a Sadam con una operación de fuerzas especiales lanzadas e introducidas en Bagdad con sólo 60.000 hombres. El general Thomas Franks logró neutralizar aquel plan innovador demencial que, hoy se puede suponer, le habría costado en días a EE UU más muertos que la guerra de Vietnam. Rumsfeld acusa a los militares de "falta de fantasía", éstos le sugieren que dedique su fantasía al dibujo o al diseño.

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Es lamentable que la guerra no concluyera en los plazos que dicha fantasía dictaba. Pero el retraso puede tener efectos saludables para la política norteamericana. Después de la guerra, George W. Bush tendrá que ver cómo no le salpican a él el autismo generador de errores, la ineptitud y la obscena concupiscencia en el mundo de los negocios de estos personajes. Los mesiánicos del siglo americano podrían entrar en agonía, lo que despierta la esperanza de una mejora de las relaciones transatlánticas y la moderación de la política de Washington. El primer gesto sería integrar a la ONU en el proceso de reconstrucción de Irak y no convertirla en una carrera de reparto de nuevas tierras como se organizaban en el Oeste en tierras conquistadas.

Todo dependerá, por tanto, de cuánto dure la guerra y de lo que suceda después. La guerra tiene que ganarla -cuanto antes- la coalición porque toda alternativa nos lleva a un mundo de pesadilla de un Sadam triunfante: emuladores varios, proliferación de armas de destrucción masiva, terrorismo indiscriminado y hundimiento de todo orden internacional. De ahí la irresponsable fantasía de los que quieren "parar la guerra", sea por cuestiones electoralistas, por zozobra y emoción genuinas o porque se anhela la derrota de EE UU, el hundimiento de las "democracias burguesas", la proliferación de líderes como Chávez, Castro, Sadam, Gaddafi o Kim Jong Il y la legalización del asalto a las charcuterías. Éstos sólo quieren venganza porque la democracia les arrebató su criminal fantasía y su mentira en 1989.

Estados Unidos y sus aliados han perdido la guerra de propaganda salvo en la América profunda, de momento. Se verá cuál es allí el techo de tolerancia de muertos propios. Francia, de no tener su propia fantasía del quiero y no puedo, podía haber limitado la catástrofe, quizás incluso evitado. Su amenaza de veto fue un cheque en blanco para Sadam tan explícito como la última manifestación en Londres. Se veían menos carteles con el "No a la guerra" que con "Victoria para la resistencia de Irak". Sadam pondrá los muertos necesarios para alargar su fantasía de victoria. Mientras no se ponga fin a la misma, él seguirá generando fantasías envenenadas en otras dictaduras, en las democracias y el mundo árabe.

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