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Reportaje:

Jacinto Pellón, el constructor de cosas

'No necesitamos ningún reconocimiento por la Expo, nos pagaron para eso' afirma en una fugaz visita a Sevilla

Lourdes Lucio

Apenas estuvo en Sevilla tres horas y no fue para asistir a uno de esos actos que, de tapadillo y como avergonzado, ha organizado el Ayuntamiento de Sevilla para conmemorar el décimo aniversario de la Exposición Universal de 1992. El que fuera consejero delegado y presidente de la sociedad estatal desde 1986 hasta 1992, el ingeniero Jacinto Pellón, vino exclusivamente para asistir al cumpleaños de la Fundación Forja XXI, una institución dedicada a la formación profesional, escuelas taller y casas de oficio, surgida inmediatamente después de la muestra. Pellón, que ahora trabaja en México, fue el promotor de la fundación, aunque el pasado martes atribuyó al arquitecto y dibujante Peridis y a la diputada socialista Carmen Romero la paternidad de la idea.

El Pellón de 2002 no es físicamente más viejo que hace 10 años, cuando tenía 57, pero es igual de tozudo. Sigue teniendo el mismo aspecto osuno y, como entonces, a veces se muestra como un oso bueno, de esos que deja que le rasques la cabeza, y otras parece a punto de darte un zarpazo. No quiere conceder entrevistas, porque cree que lo que él pueda decir 'no tiene interés alguno' y, además, si la diese -advierte- es para un amigo periodista que trabajó con él en la Expo. Para venir al acto de Forja XXI puso como condición que no se anunciara su presencia y comunicó que no quería protagonismo alguno. La fundación cumplió con la primera parte de la promesa y ni siquiera en las convocatorias de prensa anunciando el acto, que se celebró el martes pasado, informaron de lo que fue éste: un homenaje a Jacinto Pellón.

Allí se encontró con los consejeros de Gobernación y de Justicia, con el alcalde de Sevilla, y con un grupo de amigos: el abogado Jesús Bores, el empresario Francisco Palomino, con Antonia Iborra, esposa del presidente Chaves, y con algunos de sus colaboradores y también amigos en la Expo como Ginés Aparicio o Julio Cuesta.

Pellón, que fue medalla de oro de Andalucía en 1993 en un acto que boicoteó en bloque toda la oposición parlamentaria andaluza, empezó a pensar que el acto no iba ir por los derroteros anunciados, cuando el periodista Tom Martín Benítez afirmó, en la presentación, que la ciudad de Sevilla no le había dado el reconocimiento que merecía. El que fuera hombre fuerte de la Expo le hizo señas con la mano, a punto de dar un gañafón, pero lo que no se esperaba fueron las palabras del presidente Forja XXI, Manuel Benigno. Éste empezó su discurso saludando a los presentes por un genuino orden protocolario, lleno de complicidad: 'Jacinto Pellón, excelentísimo señor alcalde, excelentísimo consejero, excelentísima consejera, ilustrísimo subdelegado del Gobierno, secretario del arzobispado...', etcétera, hasta acabar con señoras y señores. Benigno, que es un cura que ejerce, apenas dedicó unos minutos a hacer balance de la institución y dedicó la mayoría de sus palabras al 'fundador de la fundación'. 'Jacinto', le dijo, 'no quiero seguir torturándote con una letanía de méritos, pero día llegará en que se te considerará como un constructor de tantas y tantas cosas'.

El presidente de Forja XXI entregó a un Pellón sorprendido y emocionado una paleta de plata de albañil. Dijo 'gracias' y volvió a su asiento con su flamante palustre dorado.

Las palabras de Manuel Benigno fueron repetidas, en los corrillos que se formaron luego, por otras personas. Pellón no lo dice, pero otros muchos sí: después de una década, la ciudad no ha reconocido el trabajo de las personas que hicieron posible el certamen; la conmemoración del décimo aniversario se ha hecho como pidiendo perdón; y los sumarios abiertos por la Audiencia Nacional, sobre malversación de caudales públicos, apropiación indebida y falsedad documental, no han concluido en nada, pero precisamente porque siguen vivos proyectan la sombra de la duda sobre un proyecto que nació y murió rodeado de desconfianza.

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¿Y Pellón qué opina? Lo primero que dice es que volvería a aceptar el mismo encargo: 'Aceptaría como loco, la Expo fue un regalo'. Y lo segundo y último: 'No nos tienen que agradecer nada por la Expo, nos pagaron para eso'. ¿Hubo otras preguntas? Las hubo, pero la respuesta siempre fue la misma: 'Lo que yo diga no tiene interés'.

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