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Entrevista:Louis Menand | ESTADOS UNIDOS, ¿PRAGMATISMO O ABSOLUTISMO?

'Estados Unidos es un país absolutista'

Enric González

Louis Menand (Syracuse, Nueva York, 1952) quería escribir un libro sobre un grupo de personas cuyas vidas se cruzaron en Cambridge, a la sombra de la Universidad de Harvard, poco después de la guerra civil estadounidense. El proyecto inicial venía a ser algo así como Los siete magníficos, con ideas en lugar de revólveres: Holmes, el héroe intransigente; James, brillante e indeciso; Peirce, el genio violento y toxicómano; Wright, una mente extraordinaria pero autodestructiva; Dewey, la honradez personificada... El resultado, tras 10 años de trabajo, podía leerse como un relato de aventuras intelectuales o como una historia del pensamiento en Estados Unidos. Por un ángulo o por otro, El club de los metafísicos obtuvo un fenomenal éxito entre críticos y lectores y recibió el Pulitzer de Historia 2002. Louis Menand es profesor de inglés en el centro de posgraduados de la City University de Nueva York, fue durante años uno de los responsables de la prestigiosa New York Review of Books y trabaja actualmente en la revista The New Yorker. La entrevista se realizó en su oficina de The New Yorker.

'El Club Metafísico supuso un esfuerzo por reinterpretar la filosofía a la luz de Darwin y de la ciencia moderna'
'Los intelectuales neoconservadores han adquirido un gran poder institucional en los últimos años'
'Como Al Qaeda dice apoyarse en verdades absolutas, Estados Unidos se siente impulsado a defender otras verdades igualmente absolutas'
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PREGUNTA. ¿Fue tan importante el Club Metafísico?

RESPUESTA. El Club Metafísico es casi legendario. Estaba compuesto por un grupo de personas que en 1872 celebraron una serie de reuniones, durante no más de diez meses, en Cambridge, Massachusetts. Se sabe muy poco sobre los temas que discutieron. No hablaron de metafísica, eso es seguro, porque todos la detestaban: el nombre del club era irónico. El club se hizo célebre porque tres de los participantes alcanzaron una gran fama con el tiempo: William James, Oliver Wendell Holmes y Charles Peirce. Se supone que Peirce acuñó el término 'pragmatismo' durante los debates de ese club, aunque no se utilizara con un significado filosófico hasta 1898, 26 años después. Ésa es la razón de la fama del Club Metafísico: no hay historia del pensamiento estadounidense en la que no sea mencionado. Cuando empecé a trabajar en el libro mi idea era reconstruir en lo posible lo que ocurrió en el club; sin embargo, acabé utilizando el club como eje de una historia muy ambiciosa sobre la época del gran cambio intelectual en Estados Unidos.

P. Usted se centra en las biografías de los miembros del club. ¿Tiene preferencia por alguno de ellos?

R. Por Holmes. No creo que fuera un hombre muy agradable y, además, su mente era muy inflexible. Lo suyo no era la filosofía, sino más bien los epigramas. La mayoría de la gente prefiere a William James, pero, la verdad, a mí nunca me ha gustado. Me interesa más su hermano Henry James. Holmes me parece el más atractivo. Por su energía, por su firmeza, y porque su vida fue ejemplar: combatió en la guerra civil, se dedicó a la justicia durante muchísimos años...

P. Ni a Holmes ni a los demás les gustaba el término 'pragmatismo'.

R. Es verdad. James lo adoptó porque procedía de Peirce. Cuando James lo hizo oficial, durante una conferencia en 1898, Peirce no tenía empleo y su amigo pensó que atribuirle la invención le ayudaría a enderezar su carrera. Peirce siguió en el paro y, además, no le gustó el uso que James hacía de su idea original, por lo que intentó cambiar el nombre de su filosofía y llamarla 'pragmaticismo'. Holmes, por su parte, nunca habló de pragmatismo porque no sentía aprecio ni por James ni por Peirce. John Dewey, que nunca estuvo en el club pero fue de alguna forma su heredero, prefería la denominación 'instrumentalismo'. La única idea original de la filosofía estadounidense, el pragmatismo, ha pasado a la posteridad con un nombre rechazado por sus cuatro principales inventores.

P. Aquella gente se reunía en Massachusetts, el Estado más puramente norteño, y la guerra civil acababa de terminar. El pragmatismo debía estar muy relacionado con los valores del Norte.

R. Por supuesto. El pragmatismo se formó sobre dos líneas de pensamiento. Una, el trascendentalismo, muy relacionado entonces con Nueva Inglaterra y con la obra de Emerson. La otra, el evolucionismo de El origen de las especies, la obra de Charles Darwin, que todos los miembros del club habían leído y que en el norte fue rápidamente interpretada como un gran paso hacia la separación definitiva entre ciencia y teología. Creo que el Club Metafísico supuso un esfuerzo por reinterpretar la filosofía a la luz de Darwin y de la ciencia moderna.

P. ¿Cuánto duró la influencia del club, o la del pragmatismo?

R. La primera generación de pragmáticos duró, como movimiento, hasta 1898, el año en que James pronunció su famosa conferencia. En ese momento, el pragmatismo era tema de debate internacional dentro de los círculos filosóficos y fue objeto de grandes controversias en Francia, Reino Unido e Italia. William James y John Dewey, que mantenían contacto personal, mantuvieron encendida la llama del pragmatismo unos cuantos años. James murió en 1910 y en 1916 la Primera Guerra Mundial orientó a Dewey hacia temas más políticos y sociales. Varios admiradores de James, Dewey y Holmes siguieron llamándose pragmáticos en las décadas siguientes, pero con la muerte de Dewey, en 1952, y la guerra fría, el pragmatismo pareció apagarse. Estados Unidos buscó inspiración filosófica en las ideas europeas. A finales de los ochenta y durante los noventa el pragmatismo experimentó un súbito renacimiento, y ahora existe un neopragmatismo que se expande por terrenos muy variados: la filosofía, la literatura y la crítica literaria, la arquitectura, el derecho... Una gran cantidad de gente que trabaja en esas disciplinas se autodefine como 'pragmática'.

P. Nadie diría, a juzgar por el debate ideológico en Estados Unidos, que el pragmatismo goza de buena salud.

R. Estados Unidos nunca ha sido un país pragmático. Es práctico, instrumentalista y mira hacia el futuro y es, por tanto, pragmático en el sentido literal de la palabra. Pero no en un sentido filosófico, en el sentido de no creer en absolutos. Al contrario, Estados Unidos es un país absolutista y su cultura política es muy absolutista. Decir que el pragmatismo constituye la aportación estadounidense a la filosofía mundial no significa que represente el espíritu americano. Es un producto más de Estados Unidos, como el rock and roll y el jazz. Sería muy difícil encontrar a un político o un personaje público estadounidense que dijera creer en la concepción pragmática de la verdad. La mayoría de los americanos creen en Dios y en unos cuantos ideales de forma muy poco pragmática. Digamos, por tanto, que la popularidad del pragmatismo se limita a ciertos círculos intelectuales.

P. Los atentados del 11 de septiembre parecen haber acentuado el absolutismo estadounidense.

R. Ésa es una cuestión complicada. Aún no sabemos cómo influirán los atentados en la idea que los estadounidenses tienen de sí mismos. Por el momento, el 11 de septiembre ha obligado a Estados Unidos, y sobre todo a su Gobierno, a definirse en contraposición a lo que representan Al Qaeda y los terroristas. Como Al Qaeda dice apoyarse en verdades absolutas, Estados Unidos se siente impulsado a defender otras verdades igualmente absolutas. Ésa es una posición alejada del relativismo, el posmodernismo o el pragmatismo. Pero si George W. Bush piensa que los terroristas son malvados porque son demasiado absolutistas, nosotros deberíamos ser relativistas porque, de lo contrario, seríamos también malvados. Las cosas son confusas por ahora. La reacción política es muy absolutista y, por desgracia, la gente no se atreve a oponerse a ella. Estas cosas suelen suceder en Estados Unidos...

P. La distancia entre el mundo de las ideas y el mundo 'real' es, por tanto, enorme en Estados Unidos.

R. Están muy separados. Las cosas son muy distintas en países como Francia. Pero en la vida pública de Estados Unidos es muy difícil encontrar referencias a la vida académica o intelectual. Ambas esferas no se solapan nunca. En épocas como la de John F. Kennedy existía una conexión superficial, porque científicos e intelectuales eran invitados regularmente a la Casa Blanca y podía pensarse que el presidente sentía interés por la cultura, aunque no creo que ése fuera el caso. Desde luego, George W. Bush sigue el ejemplo de Ronald Reagan y no quiere relacionarse para nada con el mundo de la cultura. Pero concluir que existe un abismo entre los dos mundos sería infravalorar la importancia de los pensadores. Un ejemplo es el multiculturalismo. Hace 15 años, la noción de multiculturalismo era considerada un delirio académico. Hoy todo el mundo habla de ello. La diversidad y la diferencia forman parte del discurso cultural contemporáneo y los profesores merecen algún crédito por impulsar esos principios.

P. ¿Cuáles son ahora las ideas emergentes en el mundo intelectual estadounidense?

R. El pragmatismo. Trabajé 10 años en mi libro y durante ese tiempo se publicaron muchos otros sobre el pragmatismo. Suponía que el posible interés del público se habría agotado cuando El club de los metafísicos llegara a las librerías, pero no parece el caso. Un ejemplo de la vitalidad del pragmatismo es la popularidad de un pensador y poeta como Howard Moss (1922-1987), intelectualmente muy relacionado con John Dewey. Por otra parte, creo que la cultura académica de Estados Unidos atraviesa una fase errática, al menos en el terreno de las humanidades, que es el mío.

P. ¿Está relacionada la evolución del pensamiento con el desplazamiento del centro de gravedad del país, desde el Noreste hacia el Sur y el Oeste?

R. En cierta forma, sí. El desplazamiento del peso demográfico y económico ha tenido una influencia directa en la política. La influencia en las ideas es más tenue. Después de la guerra civil, la Ley Morell permitió la apertura de grandes centros universitarios en el Medio Oeste y dispersó geográficamente el sistema de enseñanza superior, pero, al mismo tiempo, la naturaleza de la profesión académica ha mantenido durante todos estos años una cierta homogeneidad. No creo que mis clases en Nueva York sean muy distintas a las que se imparten en, por ejemplo, California. Lo que ocurre es que el desplazamiento político hacia el Sur y hacia la derecha influye mucho en el destino de ciertos fondos y subvenciones y, en ese sentido, está claro que los intelectuales neoconservadores han adquirido un gran poder institucional en los últimos años.

Louis Menand (Syracuse, Nueva York, 1952) fue editor de 'The New York Review of Books' y actualmente es colaborador de 'The New Yorker'.
Louis Menand (Syracuse, Nueva York, 1952) fue editor de 'The New York Review of Books' y actualmente es colaborador de 'The New Yorker'.MIGUEL RAJMIL/DIGITAL NEWS

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