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Reportaje:

Metro noventa de humanidad

Eduardo Madina se recupera tras el atentado de ETA que segó su pierna

'¿Alguien ha visto por ahí a Eduardo Madina?'.

En el centro de rehabilitación hay hoy un inusual movimiento. Dos pequeños altavoces susurran el tema más conocido de Roy Orbison, Pretty Woman. De una de las camas acolchadas se levanta un tiarrón de un metro noventa. No lleva muleta. No arrastra la pierna. Su caminar apenas si delata la prótesis que sustituye a su pierna izquierda, segada por una bomba lapa colocada el pasado 19 de febrero por un terrorista invisible.

Se diría que tiene hasta un gesto provocador con la cadera, un deje que su fisioterapeuta, ciego de nacimiento, se empeña en corregir con unas manos más propias de un meticuloso escultor renacentista que de un hacedor de pequeños milagros de nuestros días.

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Edu se anima tanto al ver de nuevo a Maite, la jefa de servicio; a Elena, la fisioterapeuta rubia, y al principal responsable de su meteórica recuperación, que les recibe como si debutara en la pasarela parisina.

'¿Qué os parece, os hago un pase de modelo?', dice clavando sus ojeras en la mirada perdida de su fisioterapeuta ciego. Como si a través de esos ojos sin vida quisiera saltar en el tiempo por última vez hasta aquella 'fea mañana de febrero' en la que se dirigía en coche hasta el Centro de Formación de Trapagaran.

'Iba pensando en que había una oferta sólo para tres empresas y nosotros teníamos cuatro cuando se produjo el bombazo. Al momento me di cuenta de lo que había pasado. Salí a rastras del coche, con mis dos piernas. Al que vino a ayudarme le dije que era un miembro de Juventudes Socialistas y que aquello debía de ser un atentado. Se llevó las manos a la cabeza al verme cubierto de sangre. Saqué mi móvil y le dije: 'Toma, anda, marca el 112'.

'En todo momento fui consciente de lo que había', continúa. 'Cuando me colocaron en la camilla de la ambulancia le pregunté directamente al que parecía el jefe: '¿Voy a perder la pierna, verdad?'. No necesitaba contestación, toda la piel levantada, el hueso estaba partido, un gran agujero... Él, simplemente, asintió y me dijo que no me preocupara'.

El atentado le pilló al Madina jugador número 10 del equipo de voleibol de la Universidad del País Vasco en uno de los mejores momentos de forma física. 'Creo que eso y el talento del jefe de neurocirugía de Cruces, Javier Gabilondo, son los responsables de mi actual estado. Salgo; me voy con mis amigos de marcha'.

Vida normal de una persona con suerte que ha perdido una pierna y, ahora, lleva dos sombras obligadas.

Y en verdad que impresiona la fortaleza de este joven de 26 años con unas convicciones políticas y humanas blindadas a prueba de bombas. Aunque una persona fácil de sucumbir ante las muestras de humanidad que destilan muchas de las miles de cartas que se amontonan en su casa.

Un lenguaje que el propio Madina maneja a la perfección, según sus correligionarios, sus compañeros de voleibol de la universidad o los monitores con los que comparte tiempo libre en el grupo Alevines Vascos.

Aún retumban en las calles de Bilbao las pisadas de los manifestantes tras la pancarta No hay más patria que la humanidad. 'Hay mucha más humanidad en la gente que la que se puede ver a primera vista. Y buena muestra de ello son las cartas que he recibido. Por eso estoy convencido de que ETA ya tiene puesto su punto y final', dice con seguridad mientras devora un pescado de anzuelo frente a la ría.

En sus manos, Edu tiene la misiva de un miliciano que perdió su pierna luchando contra el fascismo en las trincheras de la Segunda Gran Guerra.

'Nosotros nos enfrentábamos de soldado a soldado, cara a cara. A vosotros, en cambio, os persiguen ratas. No tengas miedo, no vas a tener ningún problema, yo he hecho de todo con una pierna', me dice el miliciano, ¿Y sabes cómo terminaba? Y ahí te mando 300 euros para que te tomes un pil pil. Por supuesto, se los devolví', admite Eduardo, casi como pidiendo perdón.

En el hospital recibía al día más de 40 cartas. Tras su primera aparición pública después del atentado, el goteo no ha parado. Se siente en deuda con todos los que le han escrito y su honestidad le impide contestar con una carta tipo a misivas escritas 'tan en primera persona'.

Desde aquella mujer octogenaria que admitía en las primeras líneas su condición de analfabeta y la impresión que le habían producido sus 'palabras de libertad', hasta esa diminuta cuartilla de una monja de clausura en la que, en un lenguaje prendado de su propia realidad trascendente, destacaba el pensamiento de Madina.

Un discurso donde cabe la heterodoxia de rechazar la ley para ilegalizar Batasuna, la crítica a la consulta del lehendakari Ibarretxe o la denuncia del 'asesino Bush' en su viaje triunfal por las 'colonias' del nuevo orden tras los atentados del 11 de septiembre.

'Nos hemos hecho mayores'

'De repente nos hemos hecho mayores, nos ponen bombas. Soy una víctima de ETA, pero nunca me definiría sólo como una víctima. No le voy a regarles eso. He tenido mucha suerte y no voy a desperdiciarla con lamentos inútiles'.

Edu le regala estas palabras sinceras a sus padres y a Natalia, su novia, con la que discute tanto, admite, que parecen ya un matrimonio al uso.

Madina, licenciado en Historia, ha vuelto a casa tras sus tres horas de máster en Recursos Humanos. Pero lo que de verdad le tiene absorbido el interés es la construcción europea. 'Y los viajes, eh. ¿A ti no?'. Este verano se moverá por la piel de toro y, durante una quincena, irá de monitor a un campamento.

La jornada ha sido intensa, pero a Eduardo Madina no le apetece meterse todavía en la cama. Los días que pasó en el hospital recuperándose le han dejado bolsas repletas de cartas y un montón de libros apilados.

Edu enciende un par de velas. 'Si estoy meloso, prefiero la poesía de Borges'. Hoy abre un libro que le regaló la eurodiputada socialista Rosa Díez: Si esto es un hombre. 'Me encanta Primo Levi cuando dice que no siente odio por lo que le hicieron los nazis en Auschwitz. Su lenguaje sobrio y mesurado del testigo, en vez del lamentoso lenguaje de la víctima, ni el iracundo lenguaje del vengador'.

Eduardo Madina, en el gimnasio de rehabilitación del hospital de Cruces.
Eduardo Madina, en el gimnasio de rehabilitación del hospital de Cruces.SANTOS CIRILO

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