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La UE admite su incapacidad para hacer frente al bioterrorismo

Los países europeos carecen de información y recursos para responder a las amenazas

Carlos Yárnoz

Los ciudadanos de Estados Unidos y Europa muestran en estas semanas un terror ante la amenaza bioterrorista, mientras las autoridades se limitan a reconocer la existencia del peligro y a destacar la enorme vulnerabilidad de las sociedades occidentales. Tanto la UE como la OTAN han puesto en marcha planes de acción frente al bioterrorismo, pero ambas instituciones admiten que se ven superadas ante un fenómeno tan peligroso como imprevisto.

Desde el 5 de octubre, cuando el fotógrafo estadounidense Robert Stevens se convirtió en la primera víctima mortal de un ataque con ántrax, las alarmas se disparan a diario en todas las grandes ciudades estadounidenses y europeas.

Nadie dispone de información verídica y completa sobre qué virus o bacterias han sido desarrolladas por el mundo
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Gráfico animado:: La amenaza bioterrorista
Tema:: Las claves del bioterrismo

Sin embargo, nadie sabe hoy en la UE cuántos almacenes de sustancias 'sensibles' existen en el continente, de qué vacunas se dispone, cuántos equipos de contaminación hay o cómo reaccionar coordinadamente ante la posible aparición de un foco. Lo que sí saben todos los expertos consultados es que cualquier caso que se produzca puede hundir en sólo unos días sectores económicos enteros o paralizar la actividad de toda una gran ciudad en caso de afectar a la distribución de agua, incluso aunque el número de víctimas pueda ser bajo.

Sólo en Bélgica, uno de los países europeos más avanzados en el área de la microbiología, existen 370 laboratorios que, ante la nueva amenaza, han podido convertirse en objetivos de grupos terroristas a la hora de aprovisionarse de sustancias altamente peligrosas. Los clasificados como P-4, el nivel de máxima vigilancia, investigan con virus que, como el Ébola, tienen un alto poder de diseminación y no pueden ser combatidos con medicamento alguno.

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Martín Zizi, médico jefe del Estado Mayor del Ejército belga, ha declarado a la revista Le Vif que es muy fácil hacerse con bacterias peligrosas, como la del botulismo (Clostridium botulinium), incluso sin pasar por un laboratorio. 'La toxina del botulismo es muy agresiva, a veces mortal, y desgraciadamente bastante fácil de producir', comenta. Basta, explica, con dejar pudrir un trozo de carne envasada al vacío y tener unos conocimientos mínimos.

Hace tres años, y durante una operación contra militantes del GIA (Grupo Islámico de Argelia) en Bruselas, la policía intervino un manual sobre cómo cultivar esa bacteria. 'Hay que reforzar la vigilancia sobre la red de distribución de agua y sobre la cadena alimentaria en general', avisa el médico militar. Pero, ¿cómo cubrir un objetivo tan extenso?

Ya no se habla sólo del sobre con ántrax o de la difusión de una sustancia química en una estación de metro. El peligro llega al consumo. 'La producción de alimentos y los sistemas de distribución han mostrado su potencial vulnerabilidad ante posibles ataques', ha alertado esta semana en Bruselas David Byrne, comisario de Sanidad y Consumo. Nada más fácil que acceder con sustancias 'sensibles' a un pantano o a un almacén de una gran cadena de alimentación.

Para Byrne, ejemplos de lo que puede ocurrir lo constituyen las crisis alimentarias surgidas por las vacas locas o la fiebre aftosa, que hundieron durante meses el sector cárnico de la UE. O la crisis de las dioxinas en Bélgica, que hundió el mercado y la imagen del país. 'No podemos escapar a la realidad de que nuestros sistemas de alimentación y producción agrícola pueden ser vulnerables al bioterrorismo', afirmó el comisario.

Las autoridades nacionales e internacionales intentan poner estos días puertas al mar. En Londres, la presencia policial se ha reforzado con 200 agentes. En París, el Gobierno ha reactivado la producción de vacunas contra la viruela. En España se ha anunciado un plan gubernamental frente al bioterrorismo. En Bélgica, todos los hospitales han recibido una circular del Gobierno advirtiendo sobre la vigilancia especial que debe prestarse ante síntomas que producen el ántrax y el botulismo, mientras los servicios sanitarios cuentan a toda prisa el número de vacunas y antídotos contra el ántrax, el botulismo, la viruela, la peste o el Ébola.

Washington ha ordenado que todas sus embajadas dispongan de un stock de Ciprofloxacina, el antibiótico contra el ántrax, como para suministrar dosis durante tres días seguidos a todo su personal. Las multinacionales farmacéuticas se frotan ya las manos ante el gran negocio que se avecina.

Pero el problema de origen es que nadie dispone de una información verídica y completa sobre qué virus o bacterias, algunas de ellas genéticamente modificadas para resistir toda vacuna o antibiótico, se han desarrollado por el mundo.

Estados Unidos y Rusia han sido los primeros promotores de semejante industria, pero en la lista de países más que sospechosos de hacerlo también figuran Irak, Corea del Norte, Libia, China, Egipto e Irán, que en muchos casos se han valido de investigadores y microbiólogos de la ex URSS, que a centenares emigraron al mejor precio tras la caída del muro.

A técnicos de la ex URSS se les adjudica el terrible proyecto de haber desenterrado cadáveres congelados en el Polo Norte de personas que entre 1918 y 1919 fueron víctimas de la gripe española, que se cobró 20 millones de muertes. Se trataba de hallar el indestructible virus que, puesto en circulación, haría hoy estragos similares. Sin tan pérfida intención, investigadores australianos han descubierto por casualidad que modificando un gen del virus de la viruela, éste se convierte en inmune ante las vacunas. Otros investigadores, dicen expertos en la UE, sin citar un país concreto, han analizado la posibilidad de inocular un virus letal en una bacteria menos dañina, con lo que un afectado acabaría siendo tratado de una enfermedad menos grave cuando sufría finalmente otra dolencia mortal.

Junto a las iniciativas de cada país o Gobierno, los líderes de la UE también han reaccionado al unísono ante estas nuevas amenazas. En la cumbre de Gante del pasado 19 de octubre, los Quince examinaron 'las amenazas de empleo de medios biológicos y químicos en atentados terroristas' y encargaron al Consejo de la Unión que elabore cuanto antes un plan de coordinación 'en materia de evaluación de riesgos, de alerta y de intervención, de almacenamiento de medios y de investigación'.

Pero los Quince también han exigido a los gobiernos 'la identificación de agentes infecciosos y tóxicos', y es ahí donde la OTAN cobra mayor protagonismo. Sobre todo porque los 'agentes' más peligrosos y letales han sido empleados durante décadas como armas de guerra y, por eso, su existencia y efectos son considerados todavía 'secretos de Estado'.

El pasado miércoles, la OTAN anunció un gran Plan Civil de Emergencia frente al bioterrorismo. Los dos días siguientes se reunían en Bruselas expertos representantes de 46 países (19 de la OTAN, más delegados de todos los países de la antigua URSS, Croacia, Albania, Irlanda, Suiza, Suecia, Macedonia, Finlandia...). El principal fin de la reunión consistió en que todo el mundo aportara la información confidencial sobre sustancias, bacterias, virus, antídotos, investigaciones, almacenes, exportaciones, localización de especialistas de la ex URSS ahora en Oriente Próximo o Asia...

La recogida de esa información es el primer paso para saber de dónde puede venir el principal riesgo y cómo hacerle frente. No es casual que, entre las 47 peticiones de George W. Bush a la UE, destaque el incremento de ayuda europea a Rusia y las ex repúblicas de la URSS para que controlen sus existencias de material nuclear, químico o bacteriológico.Washington también se ha puesto manos a la obra en ese terreno y ahora invertirá 1.122 millones de pesetas en limpiar la isla de Vozrozhdeyine, en el mar de Aral, para inutilizar toneladas de ántrax enterradas por la ex URSS en 1988 y que allí han permanecido sin control alguno a partir de 1992.

La OTAN y la UE tampoco disponen de información sobre uno de los misterios más preocupantes al hablar de esta nueva amenaza. Tanto Rusia como EE UU han investigado en los últimos años con el virus de la viruela, una enfermedad que se considera erradicada desde 1978. Los expertos dan por seguro que ese virus ha sido sometido a modificaciones genéticas para hacerlo indestructible y consideran que, junto al ántrax, los elementos con más probabilidades de ser usados como armas son los virus de la viruela y de la peste.

Pero, ¿dónde están almacenados? ¿En qué laboratorios se han hecho experimentos y con qué resultados? ¿Dónde trabajan hoy los investigadores de la antigua URSS? ¿Con qué medicinas se puede contraatacar? La OTAN explicó a sus ahora socios de la antigua URSS, muchos con mayoría musulmana, que la amenaza afecta a todo el mundo y que todos deben colaborar en igualdad de condiciones, sean o no miembros de la OTAN.

La defensa frente a esos riesgos se ha convertido en uno de los objetivos estrella de la Alianza, obligada a cambiar profundamente sus estructuras y planes ante un problema que nada tiene que ver con una guerra convencional.Desde el 5 de octubre, cuando el fotógrafo estadounidense Robert Stevens se convirtió en la primera víctima mortal de un ataque con ántrax, las alarmas se disparan a diario en todas las grandes ciudades estadounidenses y europeas.

Sin embargo, nadie sabe hoy en la UE cuántos almacenes de sustancias 'sensibles' existen en el continente, de qué vacunas se dispone, cuántos equipos de contaminación hay o cómo reaccionar coordinadamente ante la posible aparición de un foco. Lo que sí saben todos los expertos consultados es que cualquier caso que se produzca puede hundir en sólo unos días sectores económicos enteros o paralizar la actividad de toda una gran ciudad en caso de afectar a la distribución de agua, incluso aunque el número de víctimas pueda ser bajo.

Sólo en Bélgica, uno de los países europeos más avanzados en el área de la microbiología, existen 370 laboratorios que, ante la nueva amenaza, han podido convertirse en objetivos de grupos terroristas a la hora de aprovisionarse de sustancias altamente peligrosas. Los clasificados como P-4, el nivel de máxima vigilancia, investigan con virus que, como el Ébola, tienen un alto poder de diseminación y no pueden ser combatidos con medicamento alguno.

Martín Zizi, médico jefe del Estado Mayor del Ejército belga, ha declarado a la revista Le Vif que es muy fácil hacerse con bacterias peligrosas, como la del botulismo (Clostridium botulinium), incluso sin pasar por un laboratorio. 'La toxina del botulismo es muy agresiva, a veces mortal, y desgraciadamente bastante fácil de producir', comenta. Basta, explica, con dejar pudrir un trozo de carne envasada al vacío y tener unos conocimientos mínimos.

Hace tres años, y durante una operación contra militantes del GIA (Grupo Islámico de Argelia) en Bruselas, la policía intervino un manual sobre cómo cultivar esa bacteria. 'Hay que reforzar la vigilancia sobre la red de distribución de agua y sobre la cadena alimentaria en general', avisa el médico militar. Pero, ¿cómo cubrir un objetivo tan extenso?

Ya no se habla sólo del sobre con ántrax o de la difusión de una sustancia química en una estación de metro. El peligro llega al consumo. 'La producción de alimentos y los sistemas de distribución han mostrado su potencial vulnerabilidad ante posibles ataques', ha alertado esta semana en Bruselas David Byrne, comisario de Sanidad y Consumo. Nada más fácil que acceder con sustancias 'sensibles' a un pantano o a un almacén de una gran cadena de alimentación.

Para Byrne, ejemplos de lo que puede ocurrir lo constituyen las crisis alimentarias surgidas por las vacas locas o la fiebre aftosa, que hundieron durante meses el sector cárnico de la UE. O la crisis de las dioxinas en Bélgica, que hundió el mercado y la imagen del país. 'No podemos escapar a la realidad de que nuestros sistemas de alimentación y producción agrícola pueden ser vulnerables al bioterrorismo', afirmó el comisario.

Las autoridades nacionales e internacionales intentan poner estos días puertas al mar. En Londres, la presencia policial se ha reforzado con 200 agentes. En París, el Gobierno ha reactivado la producción de vacunas contra la viruela. En España se ha anunciado un plan gubernamental frente al bioterrorismo. En Bélgica, todos los hospitales han recibido una circular del Gobierno advirtiendo sobre la vigilancia especial que debe prestarse ante síntomas que producen el ántrax y el botulismo, mientras los servicios sanitarios cuentan a toda prisa el número de vacunas y antídotos contra el ántrax, el botulismo, la viruela, la peste o el Ébola.

Washington ha ordenado que todas sus embajadas dispongan de un stock de Ciprofloxacina, el antibiótico contra el ántrax, como para suministrar dosis durante tres días seguidos a todo su personal. Las multinacionales farmacéuticas se frotan ya las manos ante el gran negocio que se avecina.

Pero el problema de origen es que nadie dispone de una información verídica y completa sobre qué virus o bacterias, algunas de ellas genéticamente modificadas para resistir toda vacuna o antibiótico, se han desarrollado por el mundo.

Estados Unidos y Rusia han sido los primeros promotores de semejante industria, pero en la lista de países más que sospechosos de hacerlo también figuran Irak, Corea del Norte, Libia, China, Egipto e Irán, que en muchos casos se han valido de investigadores y microbiólogos de la ex URSS, que a centenares emigraron al mejor precio tras la caída del muro.

A técnicos de la ex URSS se les adjudica el terrible proyecto de haber desenterrado cadáveres congelados en el Polo Norte de personas que entre 1918 y 1919 fueron víctimas de la gripe española, que se cobró 20 millones de muertes. Se trataba de hallar el indestructible virus que, puesto en circulación, haría hoy estragos similares. Sin tan pérfida intención, investigadores australianos han descubierto por casualidad que modificando un gen del virus de la viruela, éste se convierte en inmune ante las vacunas. Otros investigadores, dicen expertos en la UE, sin citar un país concreto, han analizado la posibilidad de inocular un virus letal en una bacteria menos dañina, con lo que un afectado acabaría siendo tratado de una enfermedad menos grave cuando sufría finalmente otra dolencia mortal.

Junto a las iniciativas de cada país o Gobierno, los líderes de la UE también han reaccionado al unísono ante estas nuevas amenazas. En la cumbre de Gante del pasado 19 de octubre, los Quince examinaron 'las amenazas de empleo de medios biológicos y químicos en atentados terroristas' y encargaron al Consejo de la Unión que elabore cuanto antes un plan de coordinación 'en materia de evaluación de riesgos, de alerta y de intervención, de almacenamiento de medios y de investigación'.

Pero los Quince también han exigido a los gobiernos 'la identificación de agentes infecciosos y tóxicos', y es ahí donde la OTAN cobra mayor protagonismo. Sobre todo porque los 'agentes' más peligrosos y letales han sido empleados durante décadas como armas de guerra y, por eso, su existencia y efectos son considerados todavía 'secretos de Estado'.

El pasado miércoles, la OTAN anunció un gran Plan Civil de Emergencia frente al bioterrorismo. Los dos días siguientes se reunían en Bruselas expertos representantes de 46 países (19 de la OTAN, más delegados de todos los países de la antigua URSS, Croacia, Albania, Irlanda, Suiza, Suecia, Macedonia, Finlandia...). El principal fin de la reunión consistió en que todo el mundo aportara la información confidencial sobre sustancias, bacterias, virus, antídotos, investigaciones, almacenes, exportaciones, localización de especialistas de la ex URSS ahora en Oriente Próximo o Asia...

La recogida de esa información es el primer paso para saber de dónde puede venir el principal riesgo y cómo hacerle frente. No es casual que, entre las 47 peticiones de George W. Bush a la UE, destaque el incremento de ayuda europea a Rusia y las ex repúblicas de la URSS para que controlen sus existencias de material nuclear, químico o bacteriológico.Washington también se ha puesto manos a la obra en ese terreno y ahora invertirá 1.122 millones de pesetas en limpiar la isla de Vozrozhdeyine, en el mar de Aral, para inutilizar toneladas de ántrax enterradas por la ex URSS en 1988 y que allí han permanecido sin control alguno a partir de 1992.

La OTAN y la UE tampoco disponen de información sobre uno de los misterios más preocupantes al hablar de esta nueva amenaza. Tanto Rusia como EE UU han investigado en los últimos años con el virus de la viruela, una enfermedad que se considera erradicada desde 1978. Los expertos dan por seguro que ese virus ha sido sometido a modificaciones genéticas para hacerlo indestructible y consideran que, junto al ántrax, los elementos con más probabilidades de ser usados como armas son los virus de la viruela y de la peste.

Pero, ¿dónde están almacenados? ¿En qué laboratorios se han hecho experimentos y con qué resultados? ¿Dónde trabajan hoy los investigadores de la antigua URSS? ¿Con qué medicinas se puede contraatacar? La OTAN explicó a sus ahora socios de la antigua URSS, muchos con mayoría musulmana, que la amenaza afecta a todo el mundo y que todos deben colaborar en igualdad de condiciones, sean o no miembros de la OTAN.

La defensa frente a esos riesgos se ha convertido en uno de los objetivos estrella de la Alianza, obligada a cambiar profundamente sus estructuras y planes ante un problema que nada tiene que ver con una guerra convencional.

Un guardia civil equipado para protegerse de ataques bacteriológicos.
Un guardia civil equipado para protegerse de ataques bacteriológicos.EFE

Un general español coordina el Plan de Emergencia

El responsable máximo de coordinar todo el Plan Civil de Emergencia de la OTAN es un general español de Infantería de Marina. Se trata de Juan Martínez Esparza, nombrado en mayo pasado secretario general adjunto de la Alianza encargado de inversiones en seguridad, logística y planes civiles de emergencia. Nacido en Sevilla hace 61 años, ha sido subdirector general del Ministerio de Defensa y ha participado directamente en las negociaciones del tratado bilateral entre Estados Unidos y España, y, con anterioridad, en la negociación de la incorporación de España a la OTAN. Entre 1986 y 1992 ya estuvo en la OTAN como consejero de Defensa en la representación española ante la Alianza. Martínez Esparza ha presidido las dos reuniones del Comité Civil de Emergencia y entre sus objetivos inmediatos figura la creación de un centro de coordinación y alerta para poder reaccionar con todos los medios disponibles, civiles y militares, ante casos de bioterrorismo. Como organización de defensa, la Alianza ha iniciado su plan bajo el paraguas del artículo quinto del Tratado relativo a la defensa mutua de los aliados en caso de ataque, pero es consciente de que no puede ser eficaz sin contar con otras instituciones. Así, ha pedido a la UE que se busquen fórmulas de 'sinergia' para poder coordinar a todas las direcciones de Protección Civil de los Quince y en breve entrará también en contacto con la Organización Mundial de la Salud, que ya ha lanzado su alerta global al respecto, la Cruz Roja o Naciones Unidas. La UE pondrá en la balanza toda su red de alerta alimentaria que está activada las 24 horas y acelerará la creación de la prevista Agencia Alimentaria Europea. Hoy, la falta de estructuras adecuadas en la UE y la OTAN convierten en una más que complicada tarea la posibilidad de una reacción inmediata, coordinada y eficaz en casos de crisis. Si una persona afectada por un ataque bioterrorista decide ir a un centro hospitalario y le diagnostican correctamente su afección, 'es posible que para cuando la información circule correctamente haya ya decenas o centenares de afectados en menos de 48 horas', asegura un experto de la Unión Europea.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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