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Reportaje:

El soldado de bronce

Una de las notables estatuas vivientes de La Rambla sostiene que en este paseo 'la miseria y la gloria están separadas por medio metro'

El soldado de bronce instalado al principio de La Rambla, junto a la plaza de Catalunya, ha decidido pasar a retiro cuando acabe el invierno. Esta estatua viviente, inspirada en las películas Salvad al soldado Ryan y La delgada línea roja, es interpretada desde hace dos años por un arqueólogo holandés, de 43 años llamado Hanne Blitz.

Es difícil imaginar La Rambla sin sus estatuas humanas y sin el arte callejero que impregna su recorrido de punta a punta. Una veintena de personas petrificadas trabajan un promedio de cuatro horas y media diarias para que los turistas que visitan Barcelona las observen, las disfruten y, finalmente, las fotografíen. Una imagen que acaba recorriendo el mundo bajo el título 'recuerdo de Barcelona'.

'No quería comunicarme, pero observé que otras estatuas lo hacían y lograban mejor resultado'

'Existen estatuas que triunfan y perduran largo tiempo, pero otras deben transformarse a los pocos días porque la gente las rechaza', afirma Blitz, quien lo vivió en carne propia cuando, después de un glorioso busto grecorromano, creó la figura de un aviador que, se apresura a señalar de forma muy gráfica y pertinente, 'se estrelló a los tres días'.

Una tarde de agosto de 1997, en un intento desesperado por obtener dinero 'de hoy para mañana', Blitz invirtió sus últimas 11.000 pesetas en tela, maquillaje y maderas para construir un pedestal. Diseñó una idea, la desarrolló y a los pocos días estaba instalado, inmóvil como una estatua, frente al mercado de la Boqueria.

'¿Qué puedo ofrecer que sea atractivo?', se preguntó este hombre de grandes ojos azules. Había estudiado Historia del Arte y Arqueología en Holanda y aprovechó su conocimiento para transformarse en un busto grecorromano. Exigente y estructurado en su trabajo, tenía siete posiciones estudiadas que correspondían a siete famosas piezas arqueológicas. Para Blitz, 'cada persona refleja en su estatua un poco de lo que es y lo que lleva adentro', y por ello busca siempre la perfecta construcción. 'El concepto redondo', como lo llama él.

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Su primera experiencia con la actuación fue, precisamente, en La Rambla. La idea que inspiraba su trabajo le impedía el contacto con el público. 'Al principio no quería comunicarme con las personas, pero luego observé que otras estatuas interactuaban con la gente y lograban mejores resultados. Esta idea no entraba en el concepto redondo de mi estatua', precisa el holandés. Su personalidad purista anhelaba la perfección. Si hacía de estatua y las estatuas no se comunican, pues él no se comunicaba. 'Ser lo más real posible era para mí estar duro como una piedra', añade.

A los dos años, llegó la evolución. 'Necesitaba más metálico', reconoce Blitz, que con los beneficios que arroja este peculiar oficio mantiene a su hijo de 12 años, tiene un piso y vive dignamente, aunque no quiere precisar la cantidad de dinero que saca de sus exhibiciones estatuarias.

La metamorfosis del busto grecorromano de la Edad Antigua a la figura del soldado norteamericano de la II Guerra Mundial comenzó en 1999. El soldado sin nombre nació por su obsesión de llevar alguna prenda u objeto en la cabeza, porque, según Blitz, las mejores estatuas se deshumanizan completamente si llevan algo en la cabeza. Entonces, pensó que lo que faltaba era un sombrero: 'Adquirí un casco americano, que es el icono más conocido del siglo XX, independientemente de lo que cada uno piense sobre los yanquis', aclara Blitz. No quería ser un soldado bélico, por eso decidió no llevar arma.

Para cumplir su objetivo, se compró unos prismáticos que le confieren un aire de observador pacifista, se colgó una cantimplora e incorporó el saludo militar como principal gesto de la estatua. 'Mi personaje se termina de componer con el saludo para decir gracias y la sonrisa para reclamar atención', aclara la estatua viviente.

Ahora el concepto redondo de su estatua permite la interacción con la gente. 'Todo es más práctico', asegura, 'hasta me maquillo en La Rambla'. Esta interacción le permite reconocer al público más divertido -los italianos- y los más ingenuos -los estadounidenses, a su juicio-. Blitz disfruta de las sonrisas y carcajadas que la gente le regala diariamente y recuerda tímidamente la frase que hace un año oyó a un joven que estaba cerca de él: 'Éste va a tener mucho éxito'.

En su trabajo, sin embargo, no todo son sonrisas. 'La miseria y la gloria están separadas por medio metro en La Rambla de Barcelona. Te encuentras con alguno de mucho éxito al lado de quien no tiene casa y duerme sobre cajas de cartón', reflexiona. Aunque Blitz no reniega de su trabajo, estudia la posibilidad de que su soldado pase a retiro el año que viene. La Rambla 'es un camino para ganar dinero', asegura, 'pero no quiero que sea el último trabajo de mi vida'.

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