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Reportaje:

San Sebastián recupera un símbolo de la libertad

La librería Lagun, atacada igual por el franquismo y los simpatizantes de ETA, vuelve a abrir sus puertas en un nuevo local

Maribel Marín Yarza

Lagun significa 'amigo' en euskera, pero Maria Teresa Castells y su socio, Ignacio Latierro, han convertido el nombre de su librería de San Sebastián en todo un sinónimo de resistencia. Primero se enfrentaron a la dictadura de Franco, después a la violencia callejera y, finalmente, a ETA, que trató de asesinar sin éxito en septiembre de 2000 al ex consejero socialista de Educación vasco José Ramón Recalde, marido de Castells. Las balas acabaron por minar su moral, los libreros cayeron en el desánimo y bajaron las persianas de su establecimiento en el casco viejo donostiarra. Pero ayer, apenas siete meses después del atentado, Lagun volvió a abrir sus puertas al público en un nuevo local -a un kilómetro del anterior-, más amplio, informatizado y también más vigilado.

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Nadie pensó en un principio que Castells y Latierro se sintieran con fuerzas para superar el miedo y retomar la labor que emprendieran en 1968. María Teresa Castells ya ha cumplido 66 años. Podía haberse acogido a la jubilación, mirar a otro lado y velar por su propia tranquilidad y la de los suyos. Pero siempre ha tenido un cierto espíritu rebelde y no está dispuesta a rendirse.

Defendió la libertad durante el franquismo y ahora, dice, no va 'a dejar de hacerlo'. Y menos cuando no sólo intuye, sino sabe con certeza, que hay gente que les apoya, que estima su labor. Castells y Latierro han recibido más de un millar de donaciones a través de una sociedad. Sin esa ayuda, reconocen, no podrían haber hecho frente a la reapertura. 'Nos han apoyado muchísimo y ahora empezamos de nuevo con ilusión', dice la esposa de Recalde. ¿Siente miedo? 'Bueno', reconoce, 'siempre hay un poquillo, pero en fin...'.

Hay pocas cosas que puedan ya asustarle. Hace años, durante el franquismo, vendía libros prohibidos por el régimen en la vieja trastienda de Lagun. Era una librera comprometida con la libertad y los derechos humanos. En 1975, se recorrió la Parte Vieja de San Sebastián para convencer a otros comerciantes de que cerrasen sus puertas en protesta por las condena a muerte de los etarras Txiki y Otaegi, fusilados junto a tres miembros del FRAP. Sólo tres tiendas bajaron sus persianas y ella pasó un mes en la cárcel.

Después, bien entrada la democracia, ha padecido en propia carne las contradicciones de la situación política vasca. Sólo en 1996 vio cómo los radicales se cebaban con su establecimiento en una veintena de ocasiones. El 12 de enero de 1997 vivió uno de los momentos más duros hasta entonces. Jóvenes encapuchados lanzaron cócteles mólotov contra el establecimiento, rompieron su escaparate, sacaron docenas de libros y les prendieron fuego tras apilarlos en la calle. Ahora confía en que no se produzcan nuevos episodios violentos. Y eso que en mayo pasado, nuevas pintadas les advertían: Que se vayan preparando... 'Pienso que se han dado cuenta de que atacar libros nunca está bien visto, sea quien sea el dueño de la librería. Es siempre un escándalo', dice la mujer.

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En todo caso, Latierro y Castells han optado por la prudencia y han dejado la Parte Vieja donostiarra. Antes vendían libros en la Plaza de la Constitución, junto a la calle Juan de Bilbao, feudo de los simpatizantes de la izquierda abertzale. Ahora, atienden a sus clientes en Urdaneta, muy cerca de las sedes del PSE-EE y el PP, vigiladas constantemente. ¿Eligieron este local por la seguridad de la zona? 'Pues bueno, por eso y porque el local se ajustaba más a nuestro presupuesto que otros más céntricos', reconocen.

Algunos vecinos se sobresaltaron al conocer que Lagun se instalaría bajo sus viviendas. 'De todas formas, aquí no puedes estar seguro en ningún sitio', se lamentaba ayer uno de ellos. Latierro también expresaba la misma realidad: 'Lo triste en este país es que pueda haber problemas al abrir una librería, pero pasa lo mismo con los bancos o las sedes de los medios de comunicación'. Mientras tanto, organizaba la librería, atendía al teléfono y a las consultas de su esposa -que también vuelve a embarcarse en esta aventura-, y saludaba a Recalde, que prefirió no hablar.

La clientela desfiló durante todo el día por la librería. 'Estoy muy agradecido de que vuelvan a dar la cara por todos nosotros'. Lagun ha ganado en espacio: dispone de 90 metros cuadrados y dos niveles para acumular el saber en cerca de 20.000 libros. Pero mantiene su vínculo sentimental con la librería de la Parte Vieja: siguen con las mismas mesas y una decoración similar y sus propietarios transmiten el mismo espíritu de resistencia.

Maria Teresa Castells, junto a su marido, José Ramón Rekalde, en la nueva librería Lagun.
Maria Teresa Castells, junto a su marido, José Ramón Rekalde, en la nueva librería Lagun.JAVIER HERNÁNDEZ

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