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Tribuna:DEBATE | Reducciones de plantilla, ¿moda o necesidad?
Tribuna
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Otra paradoja de la economía de mercado

En las economías de libre empresa existen compañías que, a pesar de estar en beneficio, deben proceder a despedir trabajadores, y en cambio existen otras que, no obstante estar en pérdidas, mantienen sus plantillas o incluso las incrementan. Esto es una paradoja más del sistema que no nos sorprende a los que estamos habituados a ellas, pero que asombra, como es lógico, a los menos iniciados en los mecanismos de la economía de mercado.

En mi caso, estoy acostumbrado a defender esas aparentes contradicciones, que en el fondo no lo son. Por ejemplo, he venido afirmando que cuando se reduce el coste del despido se crea más empleo estable, o que una reducción de tipos impositivos puede suponer incrementos en la recaudación, o que un menor crecimiento nominal de los salarios conduce a un mayor incremento del poder adquisitivo real de los trabajadores, y así sucesivamente.

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Analicemos la paradoja que hoy se nos plantea, y que en realidad son dos:

- La primera es el hecho de que empresas en beneficio despidan a una parte de la plantilla.

- La segunda, que el anuncio de despidos masivos produzca una mejora en las cotizaciones bursátiles de estas compañías.

En cuanto a la primera paradoja, que una empresa tenga beneficio contable no significa nada por sí solo si no se pone ese beneficio en relación con la inversión efectuada para lograrlo. Si esta relación es muy baja, y recuérdese que estamos hablando de grandes multinacionales que cotizan en las principales Bolsas del mundo, la rentabilidad de la acción caerá en picado y los inversores y ahorradores venderán este valor y comprarán otros.

A su vez, la caída de la cotización dificultará la apelación de esta empresa a los mercados de capitales y hará imposible sus planes de expansión futuros e incluso su financiación presente. En consecuencia, se pondrá en peligro la viabilidad de la empresa en su totalidad, incluidos todos los puestos de trabajo que mantiene.

Por esta razón, una gran compañía cotizada no solamente puede, sino que debe, adoptar medidas en estos casos, medidas que suelen consistir en buscar más ingresos y en reducir costes, incluyendo los de personal, lo que se traduce en el despido de una parte de la plantilla. Si no lo hace, al cabo de un tiempo puede verse obligada a que la reducción sea aún mayor, o incluso al cierre de la empresa completa.

Éste es el aspecto económico, pero debemos considerar también los aspectos sociales: en muchos países de Occidente, los Fondos de Pensiones están invertidos en acciones de compañías cotizadas en Bolsa. De la rentabilidad de estas empresas depende la capacidad futura de estos Fondos para subvenir sus obligaciones, es decir, para pagar sus pensiones a millones de jubilados.

El segundo aspecto social es el destino de esos miles de despedidos, y aquí nos encontramos aún con otra paradoja: en mercados de trabajo flexibles y abiertos, la mayoría de esos despedidos encontrarán un nuevo empleo al cabo de poco tiempo. Además, la mejora general de competitividad que produce el ajuste de plantillas repercutirá en unos meses en un crecimiento del nivel global de empleo, es decir, que seguramente veremos disminuir el paro en esos mismos países dentro de no mucho tiempo. Para explicar esta contradicción aparente hay que recordar que los puestos de trabajo salen de la inversión, y ésta a su vez depende de la adecuada rentabilidad de las empresas.

Explicado lo anterior, se resuelve también la segunda paradoja, que consiste en el hecho reiteradamente comprobado de que los mercados de valores reaccionen al alza cuando empresas cotizadas anuncian planes de viabilidad destinados a restablecer la rentabilidad de sus acciones, aunque incluyan recortes de plantillas.

En este sentido no cabe acusar a estas empresas de ser insolidarias. Todo lo contrario, con su actuación están poniendo las bases del crecimiento futuro. Por eso, todo lo que sea dificultar o encarecer esos procesos de ajuste desde los Gobiernos será negativo, y no solamente porque coarte la libertad de los empresarios a la hora de gestionar sus compañías, sino también porque este tipo de medidas cosecharán, en términos de creación de empleo, resultados opuestos a los que pretenden. España debería estar vacunada contra estas equivocaciones, porque precisamente la rigidez y el coste excesivo de los ajustes nos ha conducido en años pasados a ostentar durante decenios la tasa de paro más alta de toda la OCDE.

José María Cuevas es presidente de la CEOE.

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