_
_
_
_
_
Entrevista:FREDERIC AMAT | AMIGOS Y VECINOS

'El arte otorga cierto sentido a la vida'

Pregunta. Hace unos días vi en BTV Foc al càntir, el corto que has dirigido sobre un guión de Brossa, y pensé: esto está muy bien, pero... ¿qué salidas comerciales tiene?

Respuesta. Pues ninguna. O las mismas que tuvo mi anterior película, El viaje a la Luna, basada en un texto de Lorca: el circuito académico. De todas maneras, es evidente que yo no hago estas cosas por afán de lucro.

P. El cine debería tener espacio para estos experimentos. Es como si en la literatura no hubiera sitio para el cuento o el ensayo. Las películas solo pueden ser el equivalente de las novelas.

R. Eso es muy cierto, lamentablemente. El cine, que en la época de los surrealistas propició encuentros entre artistas y cineastas, abandonó rápidamente ese camino, y la cosa quedó en colaboraciones esporádicas, como la de Hitchcock y Dalí en Recuerda. Pero yo no pienso abandonar: mi próxima película tendrá como protagonistas unas manos.

P. ¿Perdón?

R. Un día me quedé mirando una postal en la que sólo había unas manos. Y pensé que las manos podrían protagonizar una historia. Entonces me puse en contacto con Teresa Calafell, reputada marionetista a la que tal vez recordarás por Mori el Merma, aquel espectáculo mironiano. Se trataba de fabricar un teatrillo en el que las manos pudieran, por así decirlo, actuar. Luego las cosas se complicaron. La pobre Teresa contrajo un cáncer y acabamos construyendo ese teatrillo en su cama del hospital, iniciando al mismo tiempo otra película en la que se seguía el proceso de la enfermedad de Teresa... Ella no se opuso... Evidentemente, no había ningún morbo por mi parte, como no lo hubo por parte de Wim Wenders cuando rodó Lightning over water, su versión de los últimos días de Nicholas Ray... Lo que yo intentaba, supongo, era abrazar la muerte, que es eso tan inteligente que hacen los mexicanos, mientras que los españoles la convertimos en una tragedia y los norteamericanos, simplemente, hacen como si no existiera... Lamentablemente, Teresa acabó muriendo. Y yo voy a tener que hacer algo con las 30 horas que grabé con ella.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

P. Tu capacidad de trabajo es enorme. Estás preparando una opera de Stravinski, Edipo rey, para Granada; un homenaje a Orson Welles a medias con Jordi Balló en el CCCB; una intervención en el nuevo Institut del Teatre....

R. Sí, para mí los días son muy cortos: me faltan horas. Siempre estoy trabajando, tal vez porque el arte le otorga cierto sentido a la vida. Vamos a ver... la vida no tiene mucha lógica. Y el arte, o cualquier tipo de creación, tampoco. Pero creo que, a veces, un no y otro no dan como resultado un sí. Dos absurdos sumados pueden tener sentido. No sé si me explico...

P. Perfectamente. Por lo menos, yo opino lo mismo. Escribimos, pintamos o hacemos cine para hacernos la ilusión de que entendemos algo.

R. No se puede perder el tiempo porque el tiempo se te puede acabar en cualquier momento. Hace un par de semanas tuve un accidente de moto. Iba yo zigzagueando entre los coches cuando me abrieron la puerta de un taxi, me la comí y salí disparado. Caí de espaldas, y si no llego a llevar casco, dudo mucho que ahora pudiera estar hablando contigo. Mientras estaba allí tumbado, conmocionado, oí una voz que gritaba: '¡Se ha matado, se ha matado!'. '¿Será verdad?', pensé. Entonces empecé a mover un brazo. Y traté de incorporarme, sin éxito. Y pensé: ¿y si me he quedado paralítico de por vida? Como puedes ver, la cosa no revistió especial gravedad, pero... no puedes evitar pensar que todo es frágil y precario y se puede ir al carajo en cualquier momento.

P. ¿Tienes la pintura un poco abandonada o es sólo una impresión mía?

R. Nunca he abandonado la pintura. Para mí, todo lo que hago es lo mismo, ya sea una escenografía, un cuadro, un ballet, una serie de fotos o unas cerámicas... Mira este libro: son fotos tomadas en India durante una reciente estancia de cuatro meses. Son en blanco y negro, hechas de manchas naturales, conseguidas al apretar el disparador en según qué entorno a una determinada hora... ¿No se parecen mucho a los cuadros que están apoyados en esa pared?

P. Frederic, yo siempre he pensado que lo tuyo es generosidad, no estajanovismo.

R. Brossa sí que era un tipo generoso. Y repleto de curiosidad. Creo que la generosidad y la curiosidad son dos categorías fundamentales para un creador... Aún echo de menos a Brossa. Y se me ha quedado grabada la última imagen que conservo de él. Estábamos en la Filmoteca, adonde él iba cada tarde, como ya sabes, y se quedó plácidamente dormido mientras en la pantalla Stan Laurel y Oliver Hardy se escupían agua a la cara mutuamente...

P. ¿Qué fuiste a buscar a India, si es que fuiste a buscar algo?

R. Bueno, era como una especie de asignatura pendiente. Yo no fui a India cuando iba toda la gente de mi generación. En esos tiempos opté por México, un país que me acogió con los brazos abiertos y en el que estuve tres años. Fui muy amigo de Octavio Paz y aún conservo grandes amistades allá... Luego estuve siete u ocho años en Nueva York...Volví aquí... Y un buen día me di cuenta de que nunca había estado en India, así que me fui a Bombay. A mí los viajes me nutren mucho, me dan ideas. Aunque tenía razón Paul Bowles cuando decía que los viajes ya no existen porque se ha perdido el concepto de trayecto: subes a un avión en un aeropuerto y bajas de ese avión en otro aeropuerto. Has recorrido medio mundo dentro de una cápsula. En fin, probablemente los viajeros se han convertido en turistas.

P. Estuviste en Nueva York en los ochenta, ¿no?

R. Una birria de década, sí. Especialmente para el mundo del arte, que se convirtió en un lodazal lleno de oportunistas.

P. A uno de ellos, Julian Schnabel, le va muy bien: acaba de rodar una película sobre Reynaldo Arenas.

R. Me da un poco de miedo ver Before night falls, la verdad. Por el respeto que le tengo a Arenas y por lo poco que me gustó aquella película infame que rodó Schnabel sobre el pobre Basquiat. Julian Schnabel ejemplifica algo muy triste que sucedió en los años ochenta: la conversión del artista en un personaje que se interpone entre la obra y el público.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_